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el interior de las cosas / OPINIÓN

El mal sueño de una noche de verano

24/06/2019 - 

 Aún humean las pequeñas hogueras que en la noche de este domingo prendieron fuego en rincones concretos de la casa y de la memoria. Hay que quemar mucho, habría que quemar tanto exceso de cúspide, ese espacio donde concurren los vértices de la pirámide, tanto vértice, donde concurren dos lados de un ángulo, o concurren tres planos, o la parte más elevada de la cabeza humana. Hay que quemar los límites que se imponen para acortar deseos y sueños, esas barreras que inducen a la renuncia. Esa noche había que comunicarse con el mundo del más allá y del más acá, ejerciendo la magia de expulsar todo lo malo y acoger todo lo bueno con los mil y un hechizos que rodean el mundo de las supersticiones. Renuevas los ritos y observas que San Pancracio no ha cumplido, ni  las pócimas exclusivas que llenaron envases en el congelador con papeles y deseos congelados, ni esa hoja de laurel momificada o la ramita del seco romero. Tampoco ha cumplido la mano y el ojo de Fátima ni Santa Teresa con sus escapularios. Pero renuevas cada rito, paso a paso, cerrando los ojos, cruzando los dedos, pidiendo tiempos mejores, imaginando otros tiempos. Y siempre son los sueños de una noche de verano que, como escribiera el joven Shakespeare, se mecen entre la fantasía, la magia, y se despiertan ante la cruda realidad. Esa noche decidí quemar las naves, velas y vientos. Catarsis, purificación, liberación y expulsión de sustancias y personas nocivas para la salud.

Además de seguir la senda ritual escrita, la mar se llenó de vibraciones, rodeando hogueras, mojándonos los pies y pidiendo deseos. Rituales que repetimos hasta saciarnos de esa felicidad efímera que deja el celebrado solsticio de verano. Desde las playas de Almenara, del Pinar, hasta Vinaròs donde la noche es infinita entre verbenas y fiesta grande. En la montaña mágica, la noche mágica también engendra agua, fuego y música en la fiesta de Sant Joan de Morella, un barrio vivo y unido que celebra cada año la noche más corta del año y que también celebra seguir siendo un barrio vivo en un entorno que sufre la permanente amenaza de la despoblación.

Fue una violación. Sentencia firme y sentando jurisprudencia. Así ha fallado el Tribunal Supremo sobre el grupo de la Manada

Estos días han sobrado los motivos para prender hogueras monumentales y lanzar al fuego la miseria política de quienes maltratan y menosprecian a las mujeres. Las miserables declaraciones de personajes de la extrema derecha, guardianes de la moral insostenible e ignominiosos portavoces. “La única relación segura es la prostitución. La diferencia entre tener sexo gratis y pagando, es que gratis te puede salir más caro”, ha dicho el señor exjuez y presidente de Vox en el Parlamento andaluz, Francisco Serrano tras el fallo del Tribunal Supremo condenando por violación a La Manada. Los ultras, que siempre han estado, han abierto de par en par los micrófonos de los medios de comunicación por sus barbaridades, odio, machismo, homofobia, racismo. Quienes compartan estas siglas e ideología en cualquier municipio, ayuntamiento, están compartiendo estas denigrantes aptitudes, y quienes compartan pactos y gobiernos son también cómplices de esta caza de brujas y de la confrontación social. Vox ha desautorizado a este señor, juez en excedencia, pero las redes están llenas de mensajes de militantes y cargos públicos de la ultraderecha promoviendo estas miserias.

Fue una violación. Sentencia firme y sentando jurisprudencia. Así ha fallado el Tribunal Supremo sobre el grupo de la Manada. Un fallo que, por fin, ha valorado el contexto machista y la violencia que sufrió la víctima y que sufren las mujeres, y ha entendido que una mujer rodeada por cinco monstruos no puede escapar, que una mujer que intenta defenderse de su agresor puede ser asesinada. Se ha hecho justicia y se ha puesto en evidencia la urgente necesidad de reformar el Código Penal. Se han reconocido la libertad y los derechos de las mujeres. Y debería alcanzarse una mayor conciencia y sensibilización en cuestión de género, tal como reivindicaba la presidenta de la Associació Liceu de Dones de Castelló, Ana Moltó, calificando de referente la decisión del Alto Tribunal. Esta sentencia es también un reconocimiento a la larga lucha contra la violencia de género, ninguneada por la derecha y cuestionada en numerosos tribunales. En este país, en esta sociedad, deberíamos reflexionar y reaccionar. Cada siete horas se denuncia una violación en España y aquí, en el país valenciano, en el primer trimestre de este año, los delitos sexuales han crecido cerca de un 30% y las violaciones un 20%.

El discurso mediático y social que se puede llegar a construir en torno a la violencia machista es una red bien tupida. Con la Manada siguió la tendencia de sembrar la duda y centrar la culpa en la víctima. Aunque cada vez hay más responsabilidad y compromiso en los medios de comunicación contra la violencia machista, todavía escuchamos barbaridades como ha sucedido recientemente frente al suicidio de una mujer por la difusión de un vídeo. Este mundo siempre ha pertenecido a los hombres, que diría Simone de Beauvoir, y ese patriarcado se erige como el orden natural de las cosas. Así está pasando, por eso cobra vital importancia la reciente sentencia del Supremo. Y así lo estamos viendo en la serie documental de Netflix sobre el caso Alcàsser.

Estos días han sobrado los motivos para prender hogueras monumentales y lanzar al fuego la miseria política de quienes maltratan y menosprecian a las mujeres

La emisión de Netflix, que arranca la misma semana en la que se cifran 1.000 mujeres asesinadas por la violencia machista en este país, ha revuelto estómagos y conciencias. Por un lado, el terrible trato informativo de algunos medios de comunicación televisivos mercadeando con el dolor y la muerte, vulnerando la ética, derivando en situaciones gravísimas y surrealismos colectivos. Y, por otra parte, la culpabilidad mediática y social que se centró en las tres jóvenes violadas, torturadas y asesinadas. Marcar a las mujeres, señalarlas como provocadoras, limitar sus libertades. Porque en aquellos primeros años noventa el gran debate social, y político, se fijó en unas chicas jóvenes que no debían hacer algo que se saliera de lo establecido, en una nueva generación de mujeres “que confundía libertad con libertinaje”. El ovillo creció y fue tejiendo una red bien tupida. 

En este sentido, uno de los testimonios más importantes y valiosos del documental son las palabras de la recientemente desaparecida Carme Miquel, escritora, maestra, que fuera presidenta de Escola Valenciana, integrante de la Acàdemia Valenciana de la Llengua, feminista y profesora tutora de Miriam, Toñi y Desireé.  En aquel 1992, como por los siglos de los siglos, ya había violencia de género, asesinatos y agresiones a las mujeres por ser mujeres. Y había un poder mediático que manipuló sin escrúpulos. Ahora, con la perspectiva del tiempo, se siguen viendo insoportables inacciones.

"El caso afectó a la libertad de las jóvenes en general porque el relato que los medios conforman viene a decir que las mujeres tengan cuidado. Muchos medios lo que van transmitiendo es que si no hubiesen salido de noche, pues no te hubiese pasado eso. Que las mujeres hagamos uso de nuestra libertad sea una cosa mal hecha porque hemos salido de nuestro huequecito que nos tenían asignado". Son las declaraciones de Carme Miquel en el documental de Netflix.

El testimonio más importante y valioso del documental sobre el caso Alcàsser son las palabras de la recientemente desaparecida Carme Miquel defendiendo la libertad de las mujeres

Las respuestas están en un excelente artículo que ha publicado El País firmado por la periodista Raquel Peláez y sus referencias a la investigadora Nerea Barjola y su libro, Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual. “Hablar de sinrazón y no de violencia de género es la forma de desactivar el problema políticamente y no ponerle la etiqueta terrorismo patriarcal”, señala Barjona. El caso Alcàsser sigue sucediendo. No hace mucho se pudo leer en varios medios de comunicaciones el titular La asesinada en Vinaròs fue descuartizada y enterrada por vestir ropa demasiado corta. El relato del terror sexual no ha acabado. Según Nerea Barjola, “detrás de cada relato sobre el peligro sexual está siempre el conjunto de la sociedad. La construcción del terror sexual se enmarca en un régimen político sexista que tiene como estructura y principal vía de difusión un cuerpo social machista y profundamente misógino”. Añadir que este artículo se publicó, curiosamente, en la sección SModa de El País, donde conviven las áreas informativas de Moda, Belleza, Placeres, Celebs y Feminismo. Deberían sacarse estas informaciones de las secciones de sucesos o de las ‘secciones femeninas’. Hay que diferenciar estas noticias del suceso. La violencia machista no es un asunto puntual ni un ‘cruce de cables’. Es un problema de la sociedad y del Estado. Por esto y por todo lo demás no se permite bajar la guardia.

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