La era del desorden, de la incertidumbre, de lo ‘nunca normal’, de la policrisis… la actitud de los inversores y la disponibilidad de financiación en el ámbito de las empresas emergentes se están viendo afectadas por la inestabilidad del entorno. Se revalorizan las startups con una buena base científico-tecnológica, precisamente el tipo de tejido que hay que fomentar en la Comunitat Valenciana
VALÈNCIA. Cuando el alicantino Iñaki Berenguer conoció en 2001 al científico-emprendedor-inversor Andy Hopper, en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), este acumulaba una carrera de éxito difícil de emular. Había participado en el germen de la gran compañía de microprocesadores ARM (cuyo regreso a Europa reclamaba infructuosamente desde Santander hace un año Mateo Valero, director del Barcelona Supercomputing Center), había dirigido el Olivetti Research Laboratory, acababa de fundar la startup Cambridge Broadband y estaba inmerso en el lanzamiento de Ubisense. Mientras tanto, su dedicación principal era dirigir el Broadband Wireless Systems and Applications Group de la universidad británica.
En el entorno de la Comunitat Valenciana —y de España en general— se echan en falta este tipo de figuras, claves para impulsar la innovación y crear un ecosistema de startups consistente, ante lo que se presume que serán tres años complicados para los inversores. Las hay, pero no en número suficiente o con el entorno adecuado para hacer su ‘magia’. Una de ellas sería el catedrático de la Universitat Politécnica de València (UPV) y Premio Jaume I José Capmany, con el que precisamente Berenguer cofundó la empresa Ipronics.
Capmany participó en la creación de VLC Photonics, la primera startup de fotónica valenciana y referente europeo del sector, integrada hoy en el Grupo Hitachi. A raíz de su éxito, están apareciendo cada vez más empresas con capacidad de hablar con voz propia en una tecnología fundamental para hacer realidad, entre otras cosas, la conducción autónoma que será lo que transforme verdaderamente la movilidad. Además, los próximos años se necesitará un enorme volumen de interruptores ópticos de baja pérdida, láseres, tecnología de fibra óptica, circuitos integrados fotónicos, sistemas de vacío y criogénicos para desarrollar las tecnologías cuánticas.
Investigadores del Regional Entrepeneurship Acceleration Program (REAP) del MIT Sloan School of Management publicaban a finales de 2022 un demoledor informe traducido al español por la Fundación Rafael del Pino con el título Emprendimiento en Deep Tech en España: Análisis de un problema complejo en clave estratégica. Incluye frases como esta: «las debilidades del ecosistema de innovación español son preponderantes, y muchos expertos consideran que el país está ''estancado en la mediocridad'' y ''vive al margen de la revolución tecnológica'', con una fuerte y preocupante propensión a incorporar tecnología externa».
Pese a ser país líder en número de doctorados y en publicaciones científicas, España «dispone de una oferta insuficiente de personas ‘adecuadas’ para el desarrollo de la actividad emprendedora en el ámbito deep tech». Los describe como profesionales con conocimientos científico-tecnológicos de frontera, pero también comprometidos con transformarlos en soluciones a problemas prácticos y retos sociales y de mercado, familiarizados con el lenguaje de empresas e inversores y formados en la práctica de la innovación y el emprendimiento. Se necesitan más ‘Andy Hopper’.
En el ecosistema startup es recurrente el debate acerca de qué resulta más crítico para el éxito de un proyecto empresarial: la figura del emprendedor o la tecnología. «El talento está muy bien distribuido por el mundo, la clave para hacer más competitivo a un territorio es el acceso al conocimiento y sus capacidades científico-tecnológicas», suele decir el catedrático de la Universidad de Alicante, Javier García. «Y una buena gobernanza», añadiría probablemente Andrés García-Pose, de la London School of Economics.
Javier García es el único español que participa cada año en la redacción de las Diez Tecnologías Emergentes del Foro Económico Mundial, el documento más descargado de la organización en internet. Su aportación en la última entrega, presentada en junio pasado, ha sido advertir de las posibilidades que abren las baterías flexibles. Acaba de realizar su tradicional visita anual al ecosistema del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Le pregunto qué tal: «Increíble, cada vez aumenta más la brecha con España, nosotros damos un paso adelante y dos para atrás, esta gente vuela».
Eduard Steimle, investor platform manager para EMEA de Techstars, afirma que «la tecnología es fundamental, muy importante. España es un espacio en el que se pone un foco muy fuerte en la inversión consumer facing (orientada al consumidor), pero no tiene una tecnología fuerte detrás. Quizás copia muchas cosas que se ven en el mercado de Estados Unidos, y puede que funcionen, cierto. Pero si quieres crear un ecosistema fuerte a largo plazo tienes que empezar construyendo una sólida base tecnológica».
Techstars es la aceleradora de startups líder en operaciones de inversión en Europa. Desde 2018, ha tomado 661 participaciones en Europa, según datos de PitchBook, casi el doble que la segunda aceleradora más activa, Plug and Play Tech Center. Techstars tiene programas en siete ciudades de Europa. En 2021, añadió los de Estocolmo y París (comenzó a sondear València en 2022) y eligió a la francesa Maëlle Gavet como directora ejecutiva.
En el último Web Summit de Lisboa, Maëlle Gavet fue recibida justamente por eso como una auténtica estrella del firmamento del capital riesgo. «Se avecina una gran consolidación en el venture capital, el sector va a cambiar mucho», dijo a propósito de los cambios que se estaban produciendo en las variables macroeconómicas y en el sistema financiero. Las operaciones «van a caer dramáticamente, nuestras estimaciones se sitúan en un 30% en todos los ámbitos y en un 50% en las fases más avanzadas».
En un agradable almuerzo junto a la fundadora de Social Nest, Margarita Albors, y Krloos Rivera, les pido opinión, unos días después de escuchar estas palabras, a Aaron Samuels y Brian Holling, fundadores de la gestora norteamericana Collide Capital: «Apenas seis fondos tienen más del 85% del capital mundial, los tiempos en los que sólo por fundar una startup en MIT o Harvard recibías dos millones de dólares han pasado», responden.
Josh Wolfe, cofundador y managing partner de Lux Capital, la firma pionera en capital riesgo para proyectos emergentes en Nueva York, que compartió panel con Gavet en Lisboa, advierte de que, en las circunstancias actuales, «los balances fuertes vencerán a las mesas de capitalización débiles». La estrategia de Lux Capital es proteger a las empresas con buena base tecnológica de las burbujas, «darles 2,5 años de liquidez, de forma que sean relativamente inmunes a la volatilidad y a las vicisitudes del mercado, que no se tengan que preocupar de Putin y Ucrania, de China y Taiwán, y dejarlos construir». Para Wolfe, «hay gente está invirtiendo demasiado en 5G, hay mucho hype en Inteligencia Artificial y en computación cuántica».
Gavet está especialmente entusiasmada con el foodtech (alimentación) y el agrotech (agricultura): «cuando piensas en la combinación de la disrupción en la cadena de suministro creada por la covid-19 y la guerra de Ucrania, unida a los desafíos en sostenibilidad y cambio climático, Occidente se ha empezado a dar cuenta de que la seguridad alimentaria no está asegurada». En cuanto al resto de opciones, «Web3 definitivamente, blockchain absolutamente y en crypto no lo vemos claro. Y junto a ello hay una gran cantidad de aplicaciones en el horizonte en healthtech (salud) y edtech (educación)».
«Aunque los emprendedores tengan que ser ingenuos y optimistas, también deben saber leer muy bien el contexto en el que están», decía Iñaki Berenguer en el último Redit Summit. «Venimos de unos años con tipos de interés cero, en los que, si tenías una idea ambiciosa, con una visión muy clara de donde querías llegar, había muchos inversores que te daban dinero para probar cosas en los siguientes siete o diez años y después ya veremos si ha funcionado o no. Los próximos tres años van a ser más complicados y no habrá tantos fondos para ello». Su fondo LifeX está invirtiendo en los que cree que serán los dos sectores más relevantes para los próximos diez años: las tecnologías que combaten el cambio climático y, de nuevo, la salud y la biología.
«Lo que le suele preocupar al inversor financiero es el desarrollo de la tecnología, cuanto más pruebas y test haces más puedes avanzar hacia el mercado», asegura el presidente ejecutivo de la ilicitana PLD Space, Ezequiel Sánchez. «Se trata de ir contra esa probabilidad de qué es lo que puede ocurrir, mediante trabajo, esfuerzo y determinación… solemos decir que somos muy cabezones, que nos encontramos la primera, la segunda y la tercera dificultad, pero si resistes y las vences al final estás avanzando».
Hay un meme que gusta mucho al equipo de Zeleros Hyperloop. En él se puede leer: «Estás volando en el avión mientras le pones las alas». Es cierto, pero el nivel de improvisación disminuye necesariamente con el paso del tiempo. Este año ha tomado dos medidas de enorme calado que corroboran la apuesta por colocar la tecnología en los cimientos de una empresa con cuatro patentes concedidas y tres en trámite, dos de ellas en colaboración con la Universitat Politècnica de València.
En primer lugar, ha sumado a su equipo directivo a cuatro grandes profesionales senior de acreditada trayectoria: Andrés Bosch, director de desarrollo corporativo; Ismael de la Cruz, ingeniero jefe; Alejandro Gómez, nuevo vicepresidente de desarrollo de negocio; y Georg Schleiermacher, jefe de programa. Y junto a ello, ha salido al mercado para ofrecer a otras empresas la posibilidad de realizar el ciclo de desarrollo completo de ingeniería hasta el prototipo. Hay vida más allá de Hyperloop y así lo demuestran sus casos de éxito con ITP Aero, Acciona, AcerlorMittal, Tecnalia, Capgemini y Spania GTA.
Como predecían los expertos, la inversión en España ha seguido la tónica general del mercado en el primer semestre. La Fundación Bankinter ha contabilizado 209 operaciones (un 12% más que en la segunda mitad de 2022), con un volumen total de 1.035 millones de euros (-30%). Sólo en un caso del top10 intervienen grandes corporaciones como inversoras: los 33 millones captados por Trucksters con participación de Volvo Group Venture Capital y Continental’s Corporate Venture Capital Unit, lo cual es un indicador claro del interés de la tecnología de nuestras startups para la industria 4.0. El sector fintech/insurtech (financiero y asegurador) es el preferido, por cierto, seguido de movilidad y logística y de viajes y turismo.
Las valencianas Angels Capital y Demium Capital aparecen en el segundo escalón de los inversores más activos con seis operaciones cada una y la inversión en Valencia se ha incrementado un 46%, respecto al mismo periodo del año anterior. Pero totaliza apenas 29 millones de euros, 18 veces menos que Barcelona (el PIB de Catalunya es solo el doble que el de la Comunitat Valenciana). Esos 29 millones se vienen invirtiendo desde enero en la ciudad de San Francisco… cada 4,5 horas. Sirva la referencia.
Son muchos los indicadores que vaticinan un posible estallido inversor a nivel global cuando se despeje la incertidumbre: en 2020, las cinco mil mayores multinacionales no financieras del mundo incrementaron un 25% sus reservas de liquidez y la inversión extranjera directa (IED) se desplomó un 80% en Europa. El dinero está esperando. Invest Europe cifra en 170.000 millones de euros la recaudación de los fondos de capital privado el año pasado, un nuevo récord, casi la mitad procedentes de fuera de Europa. La clave es adivinar a qué ritmo irá llegando ese capital al mercado.
Lo llaman polvo seco, una palabra informal que se refiere a las reservas de efectivo y los valores de alta liquidez que las empresas de capital privado y de capital de riesgo tienen disponibles para cuando surja una oportunidad. S&P Global Intelligence estima que hay casi dos billones de dólares en polvo seco a nivel mundial, 1,3 billones corresponderían al capital privado y 580.000 millones al capital riesgo. Fitch cree que la ausencia de estímulo fiscal, el aumento de los tipos de interés y la menor liquidez del mercado de capitales podrían limitar la capacidad o la voluntad de las empresas para seguir guardando dinero e impulsarlas a invertir.
«Ahora es un buen momento para crear una empresa», afirma el informe de inversión de Ernst & Young correspondiente al segundo trimestre de 2023. La inteligencia artificial (IA), en particular la IA generativa, ha marcado uno de los pocos puntos brillantes en el espacio de capital de riesgo este año, impulsando el liderazgo del software. No obstante, entrenar estos modelos informáticos requiere un enorme consumo de tiempo y dinero, eso actuará como sistema de amortiguación del entusiasmo.
El todopoderoso fondo Blackrock añade a la disrupción digital, liderada por la IA, la reconfiguración de la globalización impulsada por la geopolítica, la transición a una economía baja en carbono, el envejecimiento de la población y un sistema financiero en rápida evolución. Son las megafuerzas transformadoras. Y apuesta por la granularidad, una de las grandes oportunidades para ecosistemas con gran foco local como el de la Comunitat Valenciana: durante la pandemia las big tech descubrieron que su oferta globalizada apenas captaba la atención de unos consumidores realmente interesados solo por conocer la realidad de su barrio. Esta tendencia va a ser transformadora en ámbitos como el de la creación de contenidos, según ha quedado patente en eventos recientes de broadcasters, y está animando la batalla por el futuro dashboard del vehículo conectado.
El sector de la salud es otro de los señalados como foco de innovación y emprendimiento. Mucho tendrá que transformarse nuestro ecosistema innovador para aprovechar esa oportunidad. El liderazgo en familias de patentes biotecnológicas en España (invenciones que han sido publicadas a través de al menos un documento de patente, concedido o no) lo ostenta el CSIC, con 214, al que sigue de lejos el Servicio Andaluz de Salud (66) y tras él una retahíla de dieciséis universidades públicas, entre las que aparecen intercaladas apenas dos empresas: Grifols y Lipotec. El gráfico en Europa está invertido: allí las compañías Novozymes, BASF, Royal DSM, Novartis, Hoffman LA Roche, Glaxosmithkline… las que encabezan el listado en familias de patentes y son los centros de investigación los que aparecen intercalados entre ellas.
Uno de los motivos de ese renacimiento de la innovación en salud es que durante la actual década expirará la protección vía patente de muchas formulaciones de medicamentos populares. Tendrán que competir con genéricos y biosimilares más baratos. EY sitúa la brecha entre lo que las grandes corporaciones podrían facturar y la realidad de su volumen de negocio, si no toman medidas, en cien mil millones de dólares ya en 2027. Solo en la industria biofarmacéutica, existe una capacidad de inversión basada en la solidez de sus balances de más de 1,4 billones de dólares, el nivel más alto registrado nunca.
Las grandes corporaciones del automóvil están adaptándose a un modelo de producción que bailará al ritmo del software en la industria 4.0. Y el tempo del software es muy acelerado. La directora de innovación de Ford Europa, Paula Carsí, explica que «antes trabajabas con muchos menos proveedores que poco a poco iban construyendo cada vez más competencias y eran tus partners de confianza. Mi sensación es que eso se ha acabado». Y de nuevo la tecnología como referente para emprender: «Pedimos a los proveedores que se mantengan a último nivel de la tecnología y que estén dispuestos a ser lo suficientemente ágiles para dar respuesta a nuestras necesidades porque nosotros estamos aprendiendo también a ser más ágiles».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 109 (noviembre 2023) de la revista Plaza