CASTELLÓ. La expedición SOS Arctic 2022 ha completado, tras un mes de navegación, la travesía de mil kilómetros que le ha permitido cruzar por primera vez Groenlandia de oeste a este a bordo del Trineo de Viento para investigar el impacto del deshielo de los polos y monitorizar el cambio climático.
Sobre este vehículo cien por cien sostenible, de emisiones cero y tirado únicamente por cometas, ha viajado por primera vez un valenciano. Es el alpinista de Borriol Carlos Pitarch, que ha exportado al Ártico su experiencia en alta montaña -con ‘ochomiles’ como el Cho-Oyu o el Everest- y su técnica audiovisual que servirá para avalar un proyecto divulgativo para sumarse, junto a un completo equipo científico y técnico, a la defensa del planeta. Un equipo que lidera Ramón Larramendi, uno de los máximos exponentes en tierras polares a nivel internacional y con más de 30 años de experiencia en el hielo, y artífice del Trineo de Viento, que con la de 2022 suma ya once ediciones.
A bordo navegan el también alpinista Marcus Tobía; las investigadoras Lucía Hortal y Begoña Hernández, responsables del proyecto científico que abandera la expedición; y el montañero y periodista Juan Manuel Sotillos, encargado de la comunicación.
Los últimos 400 kilómetros de la travesía, que elevan a mil kilómetros la distancia navegada sobre este desierto blanco, se han realizado en diferentes fases distribuidas en cinco jornadas ‘operativas’, pues la climatología poco favorable ha obligado al Trineo de Viento ha permanecer ‘varado’ algunos días a la espera de algún cambio en la intensidad y dirección del viento que permitiera retomar el trayecto. “El viernes, 3 de junio, fue el gran día de avanzar. Superamos 155 kilómetros en algunos momentos alcanzando picos de velocidad de hasta 35 kilómetros por hora. Es increíble la adaptabilidad al terreno del magistral trineo inventado por Larramendi”, detalla el periodista Juan Manuel Sotillos.
Las esperas entre viento y viento, dice Sotillos, son aprovechadas para “desarrollar más ciencia y obtener nuevos microorganismos” por parte de Lucía Hortal, responsable científica de la expedición. Muestras extraídas a diferentes niveles de profundidad, y tratadas en el laboratorio móvil de este trineo, que se remitirán al Centro de Astrobiología de Madrid “para avanzar en los estudios de la existencia de vida en otros entornos” del sistema solar como el planeta Marte y las lunas heladas del sistema solar de Júpiter y Saturno, detalla el periodista.
El proyecto científico incluye también, para la Universidad Autónoma de Madrid, la toma de muestras de aire a través de unos colectores para ver su capacidad de dispersión y supervivencia. Su estudio es clave por la relación con el cambio climático y el deshielo. El reto es ver si los microorganismos que estaban atrapados en el permafrost puede volver al ecosistema de la Tierra tras su liberación por el deshielo.
Así, a través de las muestras recogidas, se pretende realizar una monitorización climática para establecer el alcance del cambio del clima, prever las transformaciones que puedan darse en los polos y disponer de información para poder diseñar las medidas de protección del Ártico y del resto del planeta. “El Ártico es, probablemente, la zona cero del cambio climático. Conocer su evolución es vital para mejorar el futuro del planeta”, asegura Larramendi.
El jueves, 9 de junio, el Trineo de Viento logra salir del “agujero”, en palabras de Larramendi, y completar tras catorce horas de navegación ininterrumpida “y en un recorrido espectacular y hasta de vértigo” -indica Sotillos- los últimos 180 kilómetros en línea recta, “pero 200 de recorrido final” hasta vislumbrar, casi, la meta. Lo hace a 40 kilómetros por hora, a pesar de los más de 2.200 kilos a bordo de sus cuatro módulos.
“Pilotando estoicamente a turnos entre Ramón Larramendi, Marcus Tobía y Carlos Pitarch durante toda la madrugada, el sábado 11 de junio, a las 6.30 horas de la mañana, y la vista de unos lagos completamente azules, llegamos hasta el punto de recogida del helicóptero, dando por concluida la primera travesía oeste-este por el casquete polar de Groenlandia”, concluye Sotillos. Desde allí, el equipo ha regresado a Nasarsuaq, la pequeña población groenlandesa de apenas 60 habitantes donde se iniciaron los preparativos de esta aventura de tinte científico a finales del mes de abril.
La expedición del Trineo de Viento ha marcado un nuevo hito para la exploración española: el descubrimiento de una montaña de roca, un nunatak (isla de roca rodeada de hielo, en inuit) de unos 30 metros de altitud sobre la capa de hielo y 2.205 metros sobre el nivel del mar. Este accidente geográfico no figura en ningún mapa disponible del interior de la isla ártica. Ha sido localizado a 25 kilómetros del límite de tierra de la isla, en medio de la inmensa llanura interior. “Fue una gran sorpresa porque esperábamos una planicie y allí estaba ese pico rocoso. El cambio climático avanza a pasos agigantados en el Ártico”, ha señalado Ramón Larramendi.
SOS Arctic es la primera expedición polar alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030 y una iniciativa libre de emisiones. Ni el Trineo de Viento ni los experimentos científicos llevados a cabo en él dejan huella de carbono sobre el planeta.