tribuna libre / OPINIÓN

El arte y la poesía ingredientes de una feria esperanzadora

25/05/2023 - 

Toda época nos enfrenta a dilemas nuevos y toda comunidad tiene la oportunidad de intentar gestionar su relevancia en atención a esos retos y a lo que puedan deparar, especialmente en aquellos momentos en los que la adaptación se convierte en un factor determinante del ser o no ser y del cómo ser.

En un mundo cada vez más semejante y estandarizado la diferenciación cobra valor y, cuando los fundamentos de esa forma distinta de ser son robustos, coherentes, razonables y honestos, las posibilidades de ganar la atención de una población ansiosa de mejores expectativas se multiplican.

La historia ha demostrado que el poder transformador de la sociedad ha venido más de la mano de las ideas y del conocimiento que del dinero. Generalmente las buenas ideas y el empeño de quienes las tienen, unido a una buena gestión, orientada a objetivos, son la mejor simiente para la creación de valor. Pensemos, por ejemplo, en un Silicon Valley, que nació de la experimentación en garajes por jóvenes con talento que vieron en la electrónica el camino para proporcionar nuevos servicios y soluciones a los problemas de la humanidad.

Al igual que la tecnología puede favorecer la transformación y el progreso social, la cultura es otro de los grandes aceleradores de esos cambios positivos.

Es notorio que en España ciudades como Bilbao o Málaga han apostado por la cultura como factor de diferenciación, reconocimiento, atracción de visitantes e inversiones, y mejora de la calidad de vida y de la convivencia, y que esa apuesta les está dando frutos muy positivos.  

En estos casos, se trata de proyectos de mucha envergadura, que han exigido de la realización de grandes inversiones y que se han promovido e impulsado desde las instituciones, atendiendo a planes estratégicos de transformación de las ciudades.

Pero la cultura puede ser igualmente agradecida y ejercer ese efecto impulsor de cambios en el caso de proyectos de mucho menor tamaño, incluso modestos. Por citar un ejemplo, en el pequeño pueblo soriano de Medinaceli, de tan solo 700 habitantes, afectado por la despoblación y, como tantos otros de la llamada España vaciada, condenado a muerte por inanición demográfica, la fundación Dearte Contemporáneo, capitaneada por su promotor y presidente, Miguel Tugores, ha recuperado el palacio ducal, con una intervención mínima, adaptándolo para la celebración de exposiciones, conciertos, actuaciones de danza,  recitales líricos, veladas de jazz, presentaciones de libros y muchos otros actos, consiguiendo el pasado año que se celebrasen 70 actuaciones con más de 7.500 visitantes y espectadores. Algunos pensarán que estamos ante algo tan excepcional como irrelevante, pero para Medinaceli puede ser su vía de salvación, y la suma de muchos proyectos como este podrían constituir la fórmula que nadie parece encontrar para dar viabilidad a una España que languidece y se extingue.  

Esta forma de entender la dinámica del progreso nos empuja a algunos, que sentimos la necesidad de ser más protagonistas que espectadores, a probar fórmulas que, asentadas en bases sólidas y racionales, proporcionen factores diferenciadores y permitan albergar expectativas de mejora. 

Foto: PAPER

Hace unos años tres amigos, reflexionando sobre el valor regenerador de la cultura, y evaluando las carencias que apreciábamos en la oferta existente en la ciudad de Valencia, contemplamos la posibilidad de poner en marcha algún proyecto que tuviera una marcada identidad, carácter, calidad y la fuerza y atractivos suficientes para ilusionar y motivar a quienes vinieran llamados a seguirlo.

Habiendo descartado desde el principio que nuestras cábalas fueran a tener como punto de llegada el puro lamento por lo vacío que pudiéramos ver el vaso de las iniciativas culturales de calado, medimos fuerzas, sopesamos experiencias y capacidades y dimos forma a una idea en la que los tres vimos posibilidades.

La idea fue poner en marcha una feria de arte. Valencia no la tenía.

Quien conoce el mercado del arte sabe que en España es estrecho, que cada vez hay una mayor concentración geográfica de las ferias, incluso temporal, y que todo lo que no se acomode a estos presupuestos puede entenderse como periférico y marginal o pura consecuencia del soporte público, heredero del que en su momento prestaron cajas de ahorros y bancos.

¿Habría entonces que asumir que la descentralización en la práctica es una quimera, que la cultura sólo sobrevive tutelada y auspiciada y, por ende, condicionada, aletargada o domesticada, y que cada día se le atribuye por sus destinatarios menos valor hasta el punto de no consumirla si no se la regalan?

Obviamente, si considerábamos la posibilidad de poner en marcha una feria de arte es porque de algún modo advertíamos que todas estas circunstancias, sin dejar de ser ciertas, podrían superarse.

Entendíamos que este certamen debería atender a una serie de presupuestos que le aportasen suficientes atractivos como para sortear todos esos obstáculos que, a priori, desaconsejaban poner en marcha la iniciativa. Los que llegamos a definir fueron los siguientes:

Tenía que ser una feria original y especializada, que viniese referida a un ámbito no atendido por otras ferias, pero que, al mismo tiempo, fuese atractiva y tuviese mercado. Se nos ocurrió que el papel podría ser el leitmotiv de la feria, pues no conocíamos ninguna feria en España que se centrase en la obra realizada sobre papel. Además, ello implicaba la reivindicación de un soporte supuestamente amenazado por lo digital y generalmente más asequible, facilitando así el acercamiento de la obra artística a más público. 

Inicialmente la concebimos con una dimensión reducida, porque lo natural es que las cosas crezcan poco a poco, queríamos no hacer nada que no pudiésemos gobernar y que, además, tuviese el encanto de los productos boutique. Por ello, la bautizamos como "salón" y no "feria", aunque, desde el punto de vista comercial, lo fuese.

Foto: PAPER

Para darle todavía más personalidad, la referimos tanto al arte como a la poesía, por ser dos manifestaciones de la creatividad que se entienden muy bien, y porque en esa cita queríamos que concurriesen personas que conviven y aprecian tanto la una como la otra.  

El proyecto no se planteó como un negocio, sino como una iniciativa filantrópica. Como se deseaba atraer a los mejores galeristas y a las mejores editoriales, y que concurrieran con el mejor producto posible, decidimos invitar a quienes queríamos que participasen en este salón, no cobrando nada por estar presentes en la feria, poniendo a su disposición un estand y todos los servicios que necesitasen, cubriendo incluso los costes de alojamiento.

Como los promotores renunciábamos a hacer del proyecto un planteamiento empresarial, pero ello no significaba que quisiéramos perder dinero, pues el invento, en ese caso, se haría insostenible, planteamos mutualizar su financiación haciendo uso de las posibilidades que la normativa del mecenazgo ofrece. No hay mucha gente que lo sepa, pero con una adecuada estructuración se puede conseguir sumar los incentivos fiscales que ofrece la normativa estatal y los que ofrece la normativa valenciana (que es de las mejores de España) y conseguir que quienes realicen donativos para la financiación de este tipo de actividades obtenga retornos fiscales muy considerables (que pueden llegar al 100% y que, en el caso de personas físicas, es muy fácil que alcancen el 60% y, a partir de 2024, el 75%).

Así nació Paper, que ya va por su tercera edición, que ha sido declarada por la Generalitat Valenciana actividad de interés social, y que hemos conseguido que sea financiada íntegramente por donativos de valencianos, que han visto en el proyecto y en el modelo una vía atractiva de aportar valor a la ciudad a través de la cultura.

Ya es un proyecto consolidado y viable que mejora la oferta cultural de calidad de la ciudad. Trayectoria tiene, y también posibilidades de crecimiento, si quienes lo hemos alumbrado queremos seguir complicándonos la vida que, por ahora lo queremos, y si la ciudadanía sigue queriendo corresponsabilizarse con la gestión de la relevancia de su comunidad porque, entiéndase bien, los que encendemos la mecha somos necesarios, pero la falla la celebramos todos y la pagamos todos.

La podrán disfrutar entre los días 25 a 28 de mayo, en el espacio Ruzafa Studio, en la calle Pedro III el Grande, 11 D. Se inaugura a las 19 horas del día 25. La entrada es libre y podrán disfrutar de una gran oferta cultural pues, además de los estands de las galerías y editoriales que concurren, se presentan varios proyectos y habrá también actividades a las que poder asistir. El programa lo pueden consultar en papervalencia.com.

Luis Trigo es presidente de fundación El Secreto de la Filantropía

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