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El Blitz, cuna de los new romantics

8/01/2023 - 

VALÈNCIA. La idea generalizada acerca del movimiento que, a finales de los años setenta se dio a conocer en Inglaterra con el nombre de new romantics (nuevos románticos), es que aquello fue algo superficial y sin sustancia alguna. Gran error. Los new romantics  dieron continuidad al espíritu del punk, sustituyendo la violencia por la sofisticación y sumando los sintetizadores a las guitarras. Sí que es cierto que, a medida que la década de los ochenta fue tomando forma, algunos de sus representantes se convirtieron, voluntaria o involuntariamente, en escaparates de las bondades del neoliberalismo del gobierno Thatcher. Justo lo opuesto a las raíces de un fenómeno que tomó forma gracias a decenas de jóvenes de clase trabajadora. El punk había lanzado el grito de no hay futuro porque si eras joven y no pertenecías a una clase privilegiada, el único futuro al que podías aspirar en la Inglaterra de los años setenta era resignarte a tener un trabajo triste, una paga escasa y ninguna posibilidad de prosperar. Entonces se abrió el club Blitz y, de repente, sí había futuro, o al menos, uno alternativo, que concedía a los marginados por el sistema diseñar una fantasía que les concediera algo de esperanza. Así lo cuenta uno de los entrevistados en el documental Blitzed: de repente, sí había futuro.

La Inglaterra de 1979 no estaba mucho mejor que la de 1975. Al descontento que se vivía en la calle por la crisis económica había que sumarle la presencia constante del racismo y la homofobia promovidos por la organización de extrema derecha National Front. Si eras pobre lo tenías chungo, pero si era pobre y de una raza que no fuese aria, o eras un gay de extrarradio, entonces lo tenías mucho peor. El club Blitz se convirtió en un refugio para los jóvenes que estaban cansados de no encajar en ningún sitio. Bowie era el común denominador que los unía a todos. Siete años antes muchos de aquellos chico y chicas, lo habían visto debutar en el programa Top Of The Pops (con una audiencia estimada de entre 12 y 15 millones de personas por aquel entonces), vestido con un mono multicolor hecho de boatiné y pasándole la mano por encima del hombro a su guitarrista. Bowie demostró que la extravagancia era un don y el punk afirmó que no hacía falta ser músico para hacer música. Los new romantics tomaron eso como base de su credo y le añadieron nuevos elementos.  El advenimiento de la música electrónica de Kraftwerk y Giorgio Moroder. El ritmo negro del soul y la música discotequera. Los clientes del Blitz empezaron a vestirse como si fuesen a protagonizar una película en la que los géneros se mezclaran. Sobre todo, Steve Strange, que había creado el Blitz con el músico y dj Rusty Egan, y cada noche salía a la puerta para elegir a quiénes podían entrar y quiénes no. Los que no lo conseguían es que no iban lo suficientemente bien vestidos, es decir, llamativos. Podría parecer una política elitista, como la que se ejercía en la puerta de la discoteca Studio 54 de Nueva York. Más que elitista, era una política de protección. Entrar al Blitz era como entrar al arca de Noé.

Steve Strange y Boy George

La imagen del héroe estaba muy presente en la iconografía y la idiosincrasia new romantic. No era solamente por la canción de Bowie, sino porque toda aquella gente, más allá de cuál fuera su orientación sexual, había creado una escena en la que brillar, divertirse y crear. La influencia de la recientemente fallecida Vivienne Westwood fue absoluta. Sin ella, sin su mirada ecléctica y liberadora, aquella gente no habría sido capaz de vestirse de la mimas manera y aquí, como en cualquier otra manifestación musical, la ropa era fundamental. La imagen era el pasaporte a otra dimensión.  Una de las cosas que advirtió de inmediato el mánager Steve Dagger es que en el Blitz no había ningún grupo musical. Enseguida instó a sus amigos de Spandau Ballet a que llenaran ese hueco. Una de las bandas más conocidas del movimiento fue Visage, creada por Strange y Egan, autores de la clásica “Fade To Grey”. Por allí se dejaba caer noche sí y noche también Boy George, que en Blitzed cuenta anécdotas muy divertidas. También estaba Marilyn, que un par de años después se convirtió en estrella pop, y que, al igual que George, hizo de la fluidez de género una bandera artística. Los que se metían con ella en el colegio tuvieron que tragarse su propia rabia el día que la vieron cantando “Calling Your Name” en televisión. Cuenta también que eligió su nombre artístico porque en las clases de dibujo siempre dibujaba a Marilyn Monroe. Los otros niños acabaron poniéndole el mote de Marilyn y ella, lejos de amilanarse, lo que hizo fue apropiarse de él. Todavía hoy, cuando alguien le pregunta por su verdadero nombre, ella contesta: Norma Jean.

Marilyn, 1980

Sin Rusty Egan tampoco puede entenderse el movimiento new romantic. Venía de tocar con Glenn Matlock en Rich Kids. Allí estaba también Midge Ure, vocalista de Ultravox después de que su cantante y líder, John Foxx, abandonara la formación. Casi como colofón del documental, Ure dice una frase muy sabia: “Todos somos producto de nuestros héroes”. Cuando no tenían dinero –es decir, casi siempre- los blitz kids imitaban a sus ídolos visitando las tiendas de ropa de segunda mano. Ropas decadentes mezcladas con maquillajes futuristas. Graham Smith fue el fotógrafo oficial de la escena, la diseñadora Michele Clapton y el sombrerero causaban furor en las noches del club, al igual que el desaparecido John Galliano. También hubo artistas plásticos –Peter Doig, Gareth Gwynn Evans-, escritores y periodistas y más cantantes, como Chris Sullivan, de Blue Rondo À La Turk. Los new romantics acogían por igual a heterosexuales y a gays que, por primera vez, estaban orgullosos de serlo y de que el mundo supiera que lo eran. “A veces, ser tú mismo es el acto más político que puedes llevar a cabo”, afirma Boy George en Blitzed. Sin duda alguna, uno de los grandes méritos de Vivienne Westwood fue ese, hacer de la imagen individual un desafío. El movimiento new romantic duró poco más de un año, aunque sus consecuencias perduraron en la cultura popular. A València la tendencia llegó como una fiebre en 1981 y causó furor. Su estética cuadraba mucho con nuestro carácter, con esa cosa nuestra de ser héroes solamente por un día o dos.

La diseñadora Michele Clapton (de perfil)  y una amiga en el Blitz

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