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El desconcertante caso de los talibanes "buenos"

11/09/2021 - 

"Pueblo afgano siempre sufriendo, siempre luchando". La cita, que escribo de memoria, es de la película Rambo III (1988), ambientada en Afganistán. Rambo ayuda a los muyahidines afganos a luchar contra las tropas soviéticas, suministrándoles armamento. Los afganos recompensan a Rambo con su agradecimiento y con útiles explicaciones para contextualizar el conflicto, como la mentada frase.

En aquella época, estaba claro que los talibanes eran los buenos. Tan buenos eran, que la película de Rambo perfectamente podría estar basada en hechos reales: Estados Unidos les suministró armamento, en particular lanzacohetes para derribar helicópteros, en suficiente cantidad para hacer la vida imposible a la URSS y que tuviera que retirar sus ejércitos tras una década inmersos en esa guerra.

Curiosamente, fueron los rusos quienes, a su vez, de alguna forma propiciaron la derrota de los ingleses en la Primera Guerra Anglo-Afgana (1839-1842), pues la intervención inglesa en el avispero de Afganistán derivó del enfrentamiento entre Rusia y Gran Bretaña por la hegemonía en Asia Central, en lo que fue conocido como "El Gran Juego". Los británicos se desquitaron parcialmente en la Segunda Guerra Anglo-Afgana (1878-1880), en la que lograron la victoria inicial (como en la primera) y después, sabiamente, se retiraron.

En la primera guerra, en cambio, los ingleses se mantuvieron en Afganistán y trataron de gobernar el país, y ahí descubrieron algo que descubrirían muchos otros después: que Afganistán es un país relativamente fácil de conquistar, si por "conquistar" entendemos entrar en la capital y que los hasta entonces gobernantes huyan a las montañas, pero mucho más difícil de preservar. Es un país montañoso, de climas extremos, dividido en múltiples facciones delimitadas por el origen étnico, confesional, o sencillamente por liderazgos locales que atávicamente han mantenido el control de pequeñas zonas. Líderes con los que es necesario negociar y que en el momento en que perciben la debilidad del poder establecido le dan la espalda.

Recuerdo el clima en que se produjo la última invasión de Afganistán. Comenzó hoy hace veinte años, con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Las imágenes icónicas de los aviones impactando contra las Torres Gemelas y éstas derrumbándose sobre sí mismas son imposibles de olvidar. Aquel atentado terrorista dejó en estado de shock a Occidente, y en particular a Estados Unidos. Dio comienzo entonces una "Guerra contra el Terror" mal definida y ejecutada, cuyos resultados, veinte años después, hablan por sí mismos: tras miles de vidas sacrificadas, miles de millones de dólares, tras tensionar la región con sus intervenciones en Afganistán e Irak, Estados Unidos sólo ha conseguido fortalecer a sus enemigos talibanes (a los que, de hecho, ha rearmado con todo el material bélico que se ha dejado en Afganistán) y crearse otros nuevos, como el ISIS, que llegó a controlar amplios territorios en Irak y Siria.

 

Pero en aquel momento, con los restos de las Torres Gemelas humeantes, a casi todo el mundo le pareció razonable la invasión occidental (no fue una guerra sólo de Estados Unidos, sino de la OTAN) en Afganistán, dado que el régimen talibán acogía al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, y se negó a entregarlo a Estados Unidos. La invasión se consumó en apenas dos meses (apoyándose en los líderes opuestos a los talibanes, sobre todo la Alianza del Norte del país), aunque Estados Unidos tardó diez años más en hacerse con el paradero de Bin Laden (en Pakistán, no en Afganistán) y matarle a tiros allí mismo.

EEUU nunca tuvo muy claro qué hacer tras conquistar Afganistán. La propaganda occidental hablaba de "traer la democracia", pero, en el mejor de los casos, la intervención consistió en pactar con los líderes pro-occidentales, que eran muchos cuando había dinero y cargos que repartir y estaba claro que EEUU y su ejército iban a permanecer mucho tiempo en la zona. Pero, conforme todo esto se desvaneció, el "experimento democrático afgano" se disolvió cual azucarillo, pues no se sustentaba en apenas nada.

En estos veinte años, sin duda, mejoró sensiblemente la situación de la mujer (no era difícil, viendo de dónde se partía), se construyeron infraestructuras, ... Éxitos, sin embargo, tangenciales al verdadero objetivo, que era asentar la influencia y poder de Estados Unidos en la zona, capturar a Bin Laden, y vengarse del 11-S. Estos dos últimos objetivos, claramente, desproporcionados respecto de la manera de tomarse venganza (invadir y ocupar un país para vengarse de un grupo terrorista que ni siquiera era originario de dicho país). El primero, mal planteado desde el principio. De hecho, Estados Unidos ha logrado justo lo contrario: reducir su poder e influencia a ojos vista, y no sólo en esta zona del mundo.

Estados Unidos se ha ido corriendo de Afganistán. Frente a las críticas casi unánimes que ha recibido Joe Biden, hay que decir que se trata de una decisión lógica, como evidenció desde el principio, al derrumbarse el gobierno pro-occidental en cuestión de semanas, que no se había conseguido forjar un régimen sólido ni concitar el apoyo de la población afgana. Tan estrepitosa ha sido la caída que hemos asistido, en paralelo, a una delirante línea discursiva por parte de analistas occidentales que rivalizaban con las imágenes propagandísticas y declaraciones de los talibanes que afirmaban que no iban a tomar represalias y que tratarían de respetar los derechos de toda la población. Que lo dijeran los talibanes puede comprenderse; que tanta gente se sumase al despropósito en Occidente, no se sabe si para ocultar la dimensión de la derrota occidental o porque creen lo que quieren creer, es menos comprensible: a veces, hasta da la sensación de que los talibanes son "Los Buenos", como en los años 80, cuando luchaban contra la URSS con el apoyo de Occidente, menos preocupado entonces por la libertad de la mujer que por debilitar a su archienemigo comunista.

Pero, por más que se trate de endulzar el trágala, hemos visto una huida atropellada que, obviamente, evidencia la debilidad de la que sólo ha sido única superpotencia durante algo menos de treinta años, pues ahora, y desde hace tiempo, le acompaña China, que es ya, además, más fuerte económicamente y con cinco veces la población de Estados Unidos. No se puede decir que EEUU haya gestionado con sabiduría sus años de dominio mundial incontestable en solitario, que definitivamente parecen haber acabado.

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