una región en marcha / OPINIÓN

El desmoronamiento 2030

Foto: MARCIAL GUILLÉN (EFE)
10/02/2024 - 

La movilización de los agricultores en toda Europa está provocando que las autoridades comunitarias se replanteen las políticas medioambientales y agrícolas que tanto están perjudicando al sector primario. La marcha atrás en los acuerdos con terceros países y la suspensión de la tramitación de la normativa de renaturalización y la de reducción del uso de plaguicidas muestran lo acertado de las quejas del sector.

La imposición acelerada de la agenda 2030 está siendo muy cuestionada por amplios sectores de la población europea que despiertan ante unas imposiciones abusivas. El Pacto Verde o la estrategia de descarbonización de Europa en el horizonte 2050 que se pretenden imponer aceleradamente están provocando que el suministro de alimentos dependa cada vez más de terceros países.

"Se intenta crear un sentimiento de culpa que justifique un mayor intervencionismo estatal"

La clase dirigente urbanita ha decidido que la actividad agrícola es la causante del deterioro ambiental del planeta y que vivimos equivocadamente por lo que todo debe cambiar.  Así justifican los gobiernos la necesidad de intervenir, limitando las libertades individuales, para imponer una nueva gobernanza basada en la doctrina 2030.

Durante los últimos años se ha ido propagando la nueva religión climática que responsabiliza a la actividad humana, especialmente la agraria y urbana, de los cambios de la naturaleza (temperaturas, lluvias, sequías, tornados, CO2 , etc.). Se intenta crear un sentimiento de culpa que justifique el cada día mayor intervencionismo estatal.

Los conservacionistas radicales está empeñados en reducir la superficie cultivable y el número de instalaciones ganaderas. Para conseguir sus fines no dudan en proponer la demolición de embalses, limitar el consumo de agua, fitosanitarios y fertilizantes, desregular los ríos y un largo etcétera. La realidad es que no quieren a los agricultores por lo que intentan estrangular su actividad, inundándolos con una cascada de regulaciones que haga inviable mantener sus explotaciones.

Se obvia que gracias a los continuos avances de la ciencia y la tecnología, el sector agrario gestiona sosteniblemente los recursos naturales. Se ha conseguido producir más consumiendo menos. Se reutiliza el agua, se reduce el impacto de los residuos recuperándolos y reciclándolos para obtener materias primas y energía. 

Foto: JAVIER CEBOLLADA/EFE

Una buena gestión del agua puede garantizar todas las necesidades urbanas y agrícolas. Hay agua suficiente para todos, pero está mal gestionada. Con más embalses e infraestructuras hidráulicas se conseguirían paliar los efectos de las sequías y avenidas de forma que se pueda asegurar el riego e incluso incrementar la superficie regable y por tanto la capacidad de producir alimentos.

"El sector primario se levanta porque no puede aguantar la presión de terceros países menos exigentes ni el excesivo intervencionismo"

El sector primario tiene toda la razón para reclamar la modificación de las regulaciones agrícolas y ambientales que demonizan, injustificadamente, a un sector estratégico para la seguridad alimentaria de los europeos. Los agricultores son los primeros ecologistas y quienes están más comprometidos por conservar el medio ambiente, ya que su vida y su trabajo depende del buen estado de la naturaleza.

El sector primario se ha levantado porque no puede seguir aguantando la presión de terceros países con legislaciones menos exigentes ni el excesivo intervencionismo. No sólo es Bruselas quien ha demonizado al sector, también las autoridades nacionales y regionales que con una cascada de nuevas reglamentaciones impiden que los agricultores y ganaderos puedan trabajar y recibir una renta digna.

Es necesario facilitar la actividad agraria y reducir las cargas burocráticas que soportan los agricultores para recuperar el atractivo de su trabajo, impulsar el relevo generacional y evitar la despoblación rural. Sin una agricultura potente no hay soberanía alimentaria ni futuro.

Los objetivos 2030 son loables pero la agenda marcada para alcanzarlos no es la adecuada. Hay que dejar de obligar a la gente a vivir de una determinada manera. Es hora de recuperar la libertad. El ámbito urbano, expectante, está a la espera.

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