A veces las casualidades son curiosas. Durante esta semana el partido socialista y el partido popular aplaudían y apoyaban las declaraciones del Fiscal de Delitos de Odio, Miguel Ángel Aguilar, sobre la persecución de supuestos delitos de odio en redes sociales y la obligación de identificarse en dichas redes sociales.
Esta misma semana en el festival Rototom, en Benicasim, el grupo de rap “Los Chikos del Maíz” desplegaban una pancarta en la que se podía leer “Ortolá Caraculo”, perdonen la expresión, no es mía, y una esvástica tachada.
Bueno, pues aquí puede demostrar su interés por combatir este tipo de delitos el Señor Fiscal, las pruebas están ya en todas las redes sociales y en este caso el anonimato no existe, el propio grupo musical ha publicado su actuación en sus redes sociales.
Ahora populares y socialistas pueden demostrar cuan preocupados están por este tipo de delitos, en este caso el insulto y el señalamiento al concejal de Vox en Castellón, Antonio Ortolá. O quizá el insulto y el señalamiento de un concejal de Vox no entra en su catálogo de delitos que ellos llaman de odio.
Me importa un comino si estos chicos o quien sea, odian a Ortolá, están en su derecho, allá ellos. Lo que sí me importa y preocupa es que le insulten y le señalen.
El sentimiento de odio es una cosa, la amenaza o el insulto otra muy distinta.
Un sentimiento de odio puede llevar a alguien a cometer un delito, pero el solo hecho de tener un sentimiento no puede ser delito.
¿O acaso un sentimiento de frustración no puede llevar a alguien a delinquir? ¿Vamos a tipificar también los delitos de frustración? Imaginen la noticia: “agrede a su jefe porque se sentía frustrado en el trabajo”, ¿sería delito de agresión o de frustración?
Entonces, ya puestos, ¿vamos a castigar los sentimientos? ¿no es eso lo que hacen algunos países cuando castigan los sentimientos de amor según a quien ames?
El amor y el odio son sentimientos, no delitos. Si hay delitos de odio también habrá delitos de amor, ambos son sentimientos, antagónicos, pero sentimientos.
No se puede criminalizar un sentimiento, el hecho de que no se verbalice porque esté prohibido no implica que se deje de sentir.
Que el mero sentimiento de odio no sea ética o moralmente positivo no significa que penalmente sea punible.
Estamos entrando en una deriva muy peligrosa.
Primero se prohíben sentimientos y por tanto se prohíbe que se expresen y ya hemos terminado con la libertad de expresión y de ahí a prohibir la libertad de pensamiento ya no queda mucho.
Pero es curioso, estos demócratas preocupados por los “delitos de odio” tienen algo escorado el “detectómetro de odio”. Llevamos años viendo como campan a sus anchas por las redes sociales, y no solo ahí, los que lanzan mensajes de odio a España, a la monarquía, a la religión siempre y cuando sea la católica, a la oposición y a todo lo que no sea el pensamiento único de los mantras de la izquierda.
Todo eso sucede en países sometidos a férreas dictaduras y a gobiernos totalitarios. Lo más grave es que en España esa persecución de supuestos delitos de odio por parte del gobierno socialista cuenta con el aplauso y el apoyo incondicional del partido popular del Sr. Feijoo.
El partido popular se está convirtiendo en la disidencia controlada.
Cada día es más urgente y más importante luchar por nuestra libertad.