CHIPS EN EL BELVEDERE / OPINIÓN

El diablo está en los detalles y la nueva I+I+D

21/12/2023 - 

La investigación y desarrollo (I+D) no es sinónimo de innovación, de la misma forma que los algoritmos no lo son de inteligencia artificial (IA). Esto último es algo que hace falta interiorizar para no lanzarse de brazos abiertos sobre las versiones oficiales sobre lo que será la próxima ley europea sobre IA, la llamada AI Act, antes de haber leído su contenido.

Como ha tenido que advertir el Centre for Democracy and Peace Building (CDPB), cuya principal virtud en este caso consiste en estar ubicado en Reino Unido, “aún no se ha publicado el texto real de la Ley de IA y es posible que aún haya más discusiones técnicas que podrían tener un impacto significativo en la forma en que se aplica la ley".

Al comisario Thierry Breton le ha faltado tiempo para publicar un extenso artículo laudatorio de sí mismo el día en que la secretaria de Estado de Digitalización, Carme Artigas, hacía público lo que ya se descontaba en el ámbito de la transformación digital en España: deja el cargo.

Lo cierto respecto a la AI Act es que "el diablo estará en los detalles, muchos de los cuales aún no están claros”, dice con razón el CDPB, que reúne en un documento “lo que sabemos y lo que no sabemos” y se pregunta “si las compensaciones se han realizado a expensas de nuestros derechos". En resumen: ¿de qué hemos estado hablando las últimas dos semanas? Aquí hay demasiadas cosas en juego como para hablar de oídas.

La secretaria de Innovación del Ministerio que lidera Diana Morant, Teresa Riesgo, es la otra gran responsable pública de valía que ha venido trasladando en los últimos meses su deseo de cambiar de aires. La política y la ideología han aplastado a la toma de decisiones basadas en criterios de racionalidad, con los fondos europeos como auténtico alpiste para buitres. Que siga o no Teresa Riesgo, es otra cuestión.

La IA no son algoritmos (por más que sean su forma de expresión), como dice el genio Javier G. Recuenco, ni la innovación es I+D. Se han alzado recientemente varias voces respetadas en España pidiendo un cambio de paradigma al respecto y es la hora de empezar a reflexionar sobre el asunto.

Foto: DARKO STOJANOVIC/PIXABAY

Escucho a la presidenta de la Fundación COTEC para la Innovación, Cristina Garmendia, explicar en un evento celebrado en la Universidad Carlos III de Madrid que “la inversión en I+D no predice el cambio que va a producir y el valor que va a añadir. Hay correlación entre el volumen y el resultado, pero no siempre correlaciona igual por países o empresas”.

Hay que recordar que “la I+D se contempla en la contabilidad nacional como inversión desde 2015, antes era un gasto. A la hora de endeudarse una compañía con muchos intangibles, pensemos en cómo se le asigna la calidad crediticia, es difícil porque no consta en los balances, y a veces marca la diferencia”, afirma Cristina Garmendia.

Es en los aspectos cualitativos donde nos desorientamos, son el señuelo del diablo. En un foro sobre microelectrónica en la Universidad Politécnica de Valencia, uno de nuestros grandes innovadores, Jorge Blasco, hoy CEO de Photonic Sensors & Algorithms, pone en evidencia al subdirector general de Grandes Infraestructuras Científicas del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, José Doncel.

Por qué se han quedado fuera de la convocatoria de ayudas del Perte CHIP dos compañías con una tecnología estupenda cuyo único pecado ha consistido en ser microempresas de menos de 10-15 trabajadores, le pregunta. Ocho millones de euros desiertos, sin asignar, y dos candidatas de base tecnológica descartadas. La innovación tampoco es solo lo que sale en las ayudas públicas.

Converso sobre el asunto con el vicepresidente de la comisión de I+D y del Foro de Empresas Innovadoras, Francisco Marín, un histórico del sector de las telecomunicaciones y exdirector del CDTI, poco antes de presentar en la Fundación Rafael del Pino el Informe “Diez Tecnologías para Impulsar España 2023” al que han contribuido, entre otros, los científicos e investigadores de la Comunitat Valenciana María Blasco, Nuria Oliver, Pablo Artal y Andrés Pedreño.

Sostiene Francisco Marín que hay que volver a colocar a las empresas en el centro, es necesario hacer ese cambio de paradigma. “Al acuñar el término I+D+i pusimos la innovación detrás de la I+D y la devaluamos, hay que cambiar ese orden”. I+I+D sería la nueva combinación. Coincide con el discurso de Garmendia: “Cometimos un error, y yo he creído en él: que la innovación se iba a producir como sedimento natural de la inversión en I+”. No es necesariamente así.

Foto: CHOKNITI KHONGCHUM/PIXABAY

De repente, el debate se extiende al resto de expertos presentes en el evento, reunidos momentos antes en una de las salas nobles de la Fundación Rafael del Pino. Para los científicos, resulta crucial trasladar el mensaje al conjunto de la sociedad, porque sienten que su propia actividad se está quedando aislada en medio del ruido y la confusión.

La innovación bebe de muchas más fuentes. Por supuesto, de la I+D, pero también de la innovación social, la innovación del territorio, de la propia innovación creativa de los trabajadores: incluso en el proceso de producir se distingue una dinámica de innovación. En la generación del gemelo digital de la factoría, como saben bien los especialistas, se considera ya indispensable implicar a los empleados ubicados en planta, porque son los únicos capaces de anticipar cuáles son los problemas que van a surgir para resolverlos de antemano.

Hoy no se puede pensar en un proceso lineal, sino en un proceso cooperativo en el que todos los actores vamos a poner al servicio de las ideas lo mejor de cada uno, me dice también Francisco Marín. Así se articulan los grandes hubs de conocimiento del mundo, en los directorios colocados junto a las puertas de acceso a los nuevos rascacielos del campus del MIT aparecen nombres de empresas y a través de las ventanas se adivina el trasiego: batas blancas en la oficina.

La secretaria general de la patronal del metal, Femeval, Empar Martínez, ha estado presente en los recientes eventos sobre el enorme potencial del sector de la microelectrónica en la Comunitat Valenciana, capaz de definir el futuro de la transmisión de información a ultraalta velocidad en los data centers, el radar láser del automóvil autónomo o los wearables de salud.

Y es ahí donde encuentro un enorme punto de conexión entre sectores, centros de investigación, sector público y sociedad: en el ámbito de la salud. Estamos huérfanos de un aglutinador de toda la ingente innovación que se está activando en la Comunitat Valenciana para anticipar enfermedades, mediante el diagnóstico inteligente, y para hacer realidad la medicina personalizada. ¿Por qué esperar a que Texas Instruments tome participación en una spin off local para que pueda fabricar su dispositivo?

Una buena oportunidad para el Ejecutivo de Carlos Mazón. Un nicho en el que tenemos la posibilidad de aprovechar la enorme energía que transmite el sector de la microelectrónica, con su liderazgo en fotónica. ¿Quizás el Centro de Investigación Príncipe Felipe (habría que cambiar probablemente ya el nombre)? Apostemos por la cadena de valor en el sector de las ciencias de la vida.

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