la galería josé de la mano reúne 40 piezas y cartas

El 'flechazo' creativo entre Oteiza y Manolo Gil

1/09/2022 - 

VALÈNCIA. “Este verano es para mí un verano esperanzador. Ayer cumplí 32 años (una edad impúdica según tú)”. Así reza una de tantas cartas enviadas por el artista valenciano Manolo Gil a quien cambiaría por completo su destino: Jorge de Oteiza. Fechada el 23 de junio de 1957, la misiva se enmarca en un momento más que excitante para el creador, con dos exposiciones en el horizonte y un cambio de rumbo artístico del que se siente más seguro que nunca. “Es difícil pero hermoso, diablos [...] Estoy contento porque parto de la esencia de la pintura: el color [...] El Color, Jorge, es tan ascético como la Forma. La adecuación de todas las cosas del cuadro es lo que engendra la sobriedad o la riqueza. ¡Ah! Estoy contento, Jorge”. El coqueteo con la abstracción pasaba a ser un noviazgo de pleno derecho, lo que suponía una ruptura con la figuración que nunca habría sucedido de no haberse dado ese 'flechazo' con Oteiza, a quien conoció apenas un año atrás. Su carrera, sin embargo, se vio truncada pocas semanas después.

Manolo Gil moría de manera repentina el 31 de agosto de 1957, en ese verano de los impúdicos 32 años.

Su conexión con el artista vasco, fugaz en el tiempo y truncada por el destino, marcó un momento en la historia de arte de mitad del siglo XX, un momento del que todavía quedan piezas por desvelar. Así pues, la conexión Gil-Oteiza se completa ahora con el proyecto artístico impulsado por el galerista alicantino José de la Mano, cuyo espacio expositivo se ubica en Madrid, y el comisario Jon Echevarría, quienes han tratado de completar el puzzle de este “affaire creativo” a partir de un buen número de obras abstractas firmadas por Gil, una investigación que ha desvelado, además, varias cartas dirigidas por el valenciano a Oteiza, que se suman a las redactadas por el vasco ya identificadas por la Fundación Oteiza de Alzuza (Navarra). 

La galería reúne alrededor de cuarenta piezas realizadas en el transcurso de un año, su último año de vida, una producción que completa la historia de Manolo Gil, una historia que se ha ido recuperando por partes, con algunos hitos destacados como las exposiciones que le dedicó el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM): una en 1995, tras la donación de un conjunto de obras al museo por parte de la viuda del pintor, la también artista Jacinta Gil; y otra en 2006, en relación con Rafael Pérez Contel

Foto: Cortesía de la galería José de la Mano.

“Esta exposición, Manolo Gil [1957] … en la estela de Oteiza, es uno de los grandes descubrimientos de la historia de nuestra galería, por la trascendencia del artista y, sobre todo, por la belleza e interés de la investigación que plantea este original creador”, explica Alberto Manrique, codirector de la galería. La muestra, que abrirá sus puertas el próximo 8 de septiembre, reúne más de 40 trabajos que corresponden a sus series Estudios de formas y Cartillas de figuras regulares, collages de pequeño formato con un marcado carácter experimental, donde estudia las relaciones plásticas y espaciales de diferentes elementos formales sobre el plano. “La mayor parte de esta investigación queda en papel y no trasciende al lienzo y es lo que aquí presentamos. Por su temprana muerte, estos trabajos son un inmejorable testimonio de la gran potencialidad de este artista de no haber fallecido”, apunta Manrique.

Aunque su prematura muerte truncó su futuro como renovador del arte español, la trayectoria del valenciano Manolo Gil marcó sin duda su tiempo. Dio sus primeros pasos con el Grupo Z, consolidándose en la escena cultural con reconocimientos como la tercera medalla de grabado en la Exposición Nacional de Bellas Artes o la primera en la Exposición Bienal de Arte del Reino de Valencia, así como distintas becas que le permitieron desarrollarse en países como Estados Unidos, Francia o Gran Bretaña. Fue clave su inclusión en el mítico Grupo Parpalló, cuya exposición inaugural acogió el Ateneo Mercantil, donde Gil había pintado dos imponentes frescos. “Su arte es el resultado de la sublimación a través de lo esencial. A pesar de la vasta cultura artística, Gil desde el inicio decide caminar por una senda personal”, recordaba en 2018 el crítico de arte Joaquín Guzmán.

Fue precisamente en la misma línea cronológica en la que se impulsó el Grupo Parpalló que Gil conoció al escultor vasco, cuando ambos fueron invitados, junto con otros artistas, a realizar una serie de murales en la Universidad Laboral de Tarragona. De ese encuentro nace una amistad que muy pronto se convierte en algo más profundo, algo que se ve reflejado, entre otros documentos, en las cartas que ahora recupera la galería José de la Mano. Este encuentro remueve por completo al valenciano, que abandona definitivamente la representación figurativa y comienza a indagar en una nueva forma de crear, un punto de inflexión del que ahora conocemos un poco más. 

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