SILVIA TENA PUBLICA UN ESTUDIO DE 1940 A 1980

El franquismo y su 'boicot' al arte: así vivió Castellón los años de dictadura

13/02/2022 - 

CASTELLÓ. El escritor y político valenciano Jesús Huguet llegó a acuñar la casa de Manuel Safont como un "refugio en tiempos difíciles". Y es que a pesar de vivir en plena dictadura franquista, el pintor y ceramista castellonense ejerció en muchas ocasiones como anfitrión de un grupo de inquietos que anhelaban la libertad artística, y también ideológica, que se respiraba en otras partes de Europa. El matrimonio Safont acogía a personalidades tan destacadas como Josep Renau o intelectuales de la talla de Joan Fuster o Vicent Pitarch. Unos encuentros de los que acabarían naciendo iniciativas como Amics del Museu, revistas como Panderola y proyectos expositivos como el de La Saleta y sus eventos en torno al 'Arte castellonense de hoy', que llegó a abarcar hasta ocho ediciones (1972-1983). 

Safont era refugio, y también resistencia, ya que en 1968 creó el Museo de Cerámica de Onda y animó a numerosos artistas para que aportasen piezas a los fondos del ente. Algo que con el tiempo se tradujo en un prestigio personal y en inspiración para las nuevas generaciones de artistas que vieron en él una especie de ideólogo. "Un amplio número de artistas nacidos en los cuarenta comenzaron a producir sus obras tocados por ese ambiente de anhelos de libertad y democracia", explica Silvia Tena Beltrán, doctora en Historia de Arte.

Pero, antes de que esta apertura llegará a la provincia, fueron muchos los años en los que la sociedad padeció una especie de aislamiento cultural propiciado por la dictadura. Lo recuerda y explica Silvia Tena en su libro Abstracción pictórica y cultura artística en Castellón bajo el franquismo (1940-1980). Un estudio que, centrado pues en esta corriente artística, ha sido editado por la Universitat Jaume I y cuenta con el prólogo de otra figura destacada de la época como es Wences Rambla.

"La anomalía social y política de la época afectó considerablemente a nuestros artistas que, no obstante, especialmente los más atrevidos, se arriesgaron a repudiar el imaginario oficial para aventurarse en una búsqueda- y una lectura que harían propia- de lo que entonces estaba teniendo lugar en diversos puntos de Europa", apunta Rambla en el prólogo de la obra. Sin embargo, el pintor apunta: "Castelló que en ese tiempo era una sociedad de origen agrícola, como el resto de valencianos, no estaba en disposición de despegar rápidamente". Pocas eran las oportunidades que les llegaba a los jóvenes en la década de los 40, un tiempo que si por algo se caracterizó fue por el control de los discursos creativos y por la tardía llegada de las corrientes europeas. 

Lo repite una y otra vez Silvia Tena Beltrán en su libro: "La abstracción en Castellón es un fenómeno que llega tarde". No será hasta mediados de los sesenta que se puede hablar de abstracción propiamente dicha en el panorama plástico castellonense. Una variante artística que, como tantas otras cosas, llegó con retraso frente a lo que ocurría en otras ciudades también de España, como Madrid o Barcelona. 

Aun así, en su publicación, la doctora recuerda hitos como el de 1963 cuando se inaugura el I Salón de Pintura Contemporánea, patrocinado por la Diputación de Castellón, y donde pudieron mostrar sus trabajos artistas que empezaban a desarrollar la abstracción como Rosendo Esteller o Fernando Peiró Coronado. También, salas y galerías como Estilo empiezan a hacerse presentes. Si bien, como citan ambos académicos, lo más habitual era que los artistas expusieran sus obras en los salones del Casino Antiguo, la Caja de Ahorros o la Diputación Provincial. "En la década de los sesenta la autora se centra a fondo en lo que los artistas castellonenses son capaces de realizar, afrontando y reinterpretando los istmos artísticos de la época", señala Rambla. 

Esa mayor libertad que se respiraba en la provincia propició la aparición, también, de la todavía en pie galería Cànem en los setenta. Una década que, por el final del franquismo y la etapa de la transición, fue la más activa y brillante. Tena destaca en su libro la enorme función de Safont, de José Agost y sus creaciones abstracto-gestuales, pero también del mismo Rambla que a través de las obras Cadascú a la seva (1972), Montón humano bajo luna ahuevada y asiática (1973) o Plurisignificativo barroca (1976) "habló sin tapujos del inconformismo político y social y a la vez lanzaba un grito de protesta ante las arbitrariedades de Régimen". Por su parte, esa misma década, el crítico de arte Vicente Aguilera Cerni impulsa el Museo de Arte Contemporáneo de Vilafamés, un innovador espacio que traería aires nuevos al panorama plástico de Castellón. 

"A partir de 1969 y los inicios de los setenta, el lenguaje de la abstracción se abre paso definitivamente entre la oferta artística de una manera mucho más sistemática y sostenida. Es una fecha clave en la evolución de la pintura castellonense: Rambla, Peiró y Esteller llegan a sendas síntesis abstractas", apunta la doctora en Historia del Arte. Aunque el verdadero punto álgido se dará entre 1971 y 1975 cuando "José Córdoba realizó enormes murales plagados de maderas, grava, arenas y otros materiales; mientras que Peiró llegó a la síntesis total en sus colour fields a la manera de Rothko, y tanto Manolo Safont como José Agost alcanzan texturas y matices increíbles gracias a los drippings." Además, en 1973 se programó por primera vez en una sala comercial de Castellón una muestra de obra gráfica de artistas contemporáneos como Tapies, Mir, Coll, Manolo Gil o Vassarely.

Tena explica aún así que se trataba de una abstracción, sobre todo la de filiación informalista, que "no tuvo nada de exploratorio", ya que nació y creció en un contexto donde lo más importante para la mayoría de creadores, gestores y críticos, era evitar el conflicto. "De ahí que, en parte, lo único que se exploró fueron las formas, las texturas y los cromatismos". 

No son pocos los datos que el libro nos descubre a lo largo de sus páginas, pero si algo queda claro es que el franquismo acabó creando una vanguardia conservadora que costó mucho desmontar. Si se logró en los setenta un cierto aperturismo fue porque como, la misma señala, la sociedad no era la misma a finales de los cincuenta ni tampoco la crítica artística, que a los setenta. "Sin duda, Aguilera ejerció de revulsivo e imán para una serie de posicionamientos plásticos y estéticos y en torno a él, una serie de personalidades forjarían de una manera indirecta, un gusto, unas opciones plásticas y una cierta ''oficialización'' de lo moderno en Castellón". Así pues, fue fundamental para el avance de la época, el contacto que muchos artistas mantuvieron con el exterior. Por ejemplo, Esteller en sus estancias en Dusseldorf mantendría contacto con Harry Tuttas o Michael Lungwitz.

Eso sí, Tena advierte de una enorme paradoja que se produjo en la provincia: "Cuando en la primera mitad de los setenta Castellón, por fin, parecía ‘ponerse al día’ sumándose al carro de la modernidad y la abstracción lograba ser un hecho consumado entre artistas, galeristas, sociedad y críticos, en el fondo caía sin saberlo en un arte ‘oficializado’, alentado y hasta propugnado por el propio régimen franquista que veía en el informalismo su salvoconducto hacia su normalización internacional. [...]"

Por eso, es importante detenerse en cada relato que plantea la experta en el libro. "Silvia Tena ha investigado, cotejado y desarrollado implacablemente un riguroso y argumentado relato de todo ello, llenando así un hueco en la historiografía de arte castellonense que ya pedía a gritos que se solventará en positivo, y permitiera seguirlo a través de una prosa clara y contundente", manifiesta Rambla. Un estudio que nos obliga a atravesar los momentos de censura y silencio vividos mayoritariamente en los 40, para seguir por la modernidad 'a medias' que se instala en los 50, hasta llegar hasta los 70

 

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