Se han hecho muchas campañas electorales centradas en la agenda oculta del oponente y singularmente, han sido un recurso que ha utilizado la izquierda española para alertar de lo que supondría un gobierno de la derecha. Del spot del dóberman al debate televisado en el cual Alfredo Pérez Rubalcaba detallaba los recortes que haría Mariano Rajoy si alcanzaba la presidencia. Advertencia en la que, por cierto, pecó de prudente.
Pero la necesidad de esta agenda oculta se basaba en una premisa; la mayoría no votaría a aquellos partidos que propusieran algo que les perjudica. Y es que siempre parece razonable partir de la idea de que la gente no vota contra si misma. Por eso, si alguna medida era contraria a los intereses de la mayoría, ocultaban esa parte de su programa. Se entiende que una trabajadora o un trabajador no tendría incentivos a votar a una persona que prometiera no actualizar el Salario Mínimo o que un pensionista no lo haría por quienes les aseguraran que con sus reformas iban a perder poder adquisitivo. Por eso, aunque es difícil mirar la serie estadística y no darse cuenta de que, efectivamente, eso estaba escrito en su agenda, nunca te lo propusieron abiertamente.
Claro, también parece lógico pensar que hay personas que votan desde la defensa de su propio interés. Podemos pensar que es egoísta o insolidario, pero si quienes más tienen apoyan medidas para enriquecerse aún más sólo estarán haciendo lo que el mercado predice que deben hacer. Aunque es verdad que dentro del tantas veces citado consenso constitucional aparece inequívocamente la voluntad de que una situación de privilegio comporte también una responsabilidad colectiva. Como lo es que los impuestos progresivos forman parte de nuestros pilares democráticos tanto como la unidad territorial. Nuestra Constitución no es neutral en materia socioeconómica, aunque haya quien se empeñe en reducir esa parte a la anécdota.
Y es que estas presunciones lógicas, aunque superadas por los hechos, están en la base de que las clases trabajadoras fueran fundamentales en los procesos de democratización. Se habla y se escribe mucho sobre la revolución de los valores liberales, pero sin obrerismo no habría democracia. Democracia significaba separación de poderes y Estado de Derecho, pero también el acceso a la igualdad por parte de una mayoría que podía hacerse valer a través de su voto. Se podía asumir que quienes más tuvieran no apoyaran esa pretensión y votaran a formaciones contrarias a la redistribución, pero serían siempre franca minoría. La realidad es que, además, mostraron más empatía o inteligencia y los contratos sociales predominaron sobre el enfrentamiento, al menos durante la época dorada de la democratización y los Estados del Bienestar europeos.
No obstante, hay algunos momentos en los que ni la inteligencia colectiva, ni la necesidad de una agenda oculta aparecen por ninguna parte. Hay momentos en los que se pueden producir o pretender grandes involuciones o contrarrevoluciones a cara descubierta. Es decir, en los que se intenta convencer a alguien de que lo más beneficioso para él es apoyar algo que claramente le perjudica. Lo hizo Thatcher con sus espeluznantes símiles médicos sobre el tratamiento doloroso que había que aplicar a los británicos. Una revisitación del culto al dolor, tantas veces utilizado para justificar la permanencia del statu quo. Y se hace ahora, sin tantos artificios lingüísticos, ejerciendo un nuevo populismo fiscal. Con el mínimo esfuerzo de barniz técnico se lanzan propuestas que no aguantan una mínima revisión y que han fracasado, sin excepción, a lo largo del tiempo.
Yo aún estoy sorprendido de la alegría con la que se ha dicho; voy a bajarle los impuestos a los más ricos. Pero, sobre todo, con que esa propuesta no haya conllevado, más en esta situación de dificultad, una crítica casi unánime en cualquier medio de comunicación y el conjunto de la opinión pública. Mientras las familias asumen subidas de precios, se está tratando de negociar un pacto de rentas a costa del poder adquisitivo inmediato y se están teniendo que poner en marcha medidas sociales e intervenciones extraordinarias en el mercado, incluso desde la, hasta la fecha, ortodoxa Comisión Europea, hay alguien que ha levantado la bandera por quienes ni sienten, ni padecen estos problemas.
Claro que esto siempre fue un objetivo programático. Entre que los tipos máximos a los que pagaban impuestos los más ricos en EE.UU. superaran el 90% hasta que hoy puedan ingeniárselas para pagar menos impuestos que un trabajador medio no es una casualidad; es un plan bien ejecutado. Pero si se lo hubieran contado abiertamente a la gente no habría sido tan sencillo hacerlo. Sin embargo, hoy un presidente autonómico puede decir que va a quitar impuestos a 17.000 personas, los que más tienen, a costa de los otros 7.983.000 y hacerse pasar por un estadista. Porque sí, los impuestos que otro no paga, sólo se pueden compensar de dos maneras con recortes del sector público o cobrándoselos al resto. Es absolutamente falso que una bajada de impuestos a los más ricos dinamice la economía o atraiga riqueza, está más que estudiado y acreditado. Y va contra toda lógica plantearlo como una medida de competitividad. Por qué si el plan, como han salido todos los barones autonómicos de la derecha, es extender esta medida a todos los territorios, ¿qué efecto de atracción va a existir cuando no haya impuesto de patrimonio en ninguna parte? Es una carrera hacía que paguen 0.
Y permitir que haya quien no pague impuestos, acorde a su situación patrimonial es tanto como permitirle escapar a la idea de ciudadanía. Si en el pasado acceder a un estatus de ciudadano o ciudadana era una aspiración, hoy la aspiración de quienes más tienen es precisamente escapar de él. Elevarse por encima a un espacio en el que lejos de la gente, no se hagan cargo de los momentos complicados, como el de ahora. Pero la pregunta no es por qué quieren ganar más y ganar en cualquier circunstancia, la pregunta es ¿dónde estarán intentando situar el centro de gravedad de la opinión política para hacernos pasar esto por moderado y un impuesto a quienes más tienen como una medida radical? Hoy quieren que le lancemos la pelota al moderado dóberman fiscal.