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SILLÓN OREJERO

El Príncipe Harry, un Paquirrín sin tatuajes

El libro de memorias del duque de Sussex muestra que la familia real británica no es más que un conjunto de personas que viven encerradas trapicheando información con los medios para intentar tener un mínimo de control de su imagen. Una atmósfera claustrofóbica que saltó por los aires cuando, supuestamente, el autor de este libro decidió ir por libre

30/01/2023 - 

VALÈNCIA. Una de las ventajas de la era de la información, el siglo XXI o como quiera llamarlo, es que cada ciudadano puede crear su propia burbuja y vivir aislado de las manifestaciones artísticas e incluso de las noticias de lo que no le interesa. De esta manera, en una misma familia, una generación puede seguir los problemas de Kiko Rivera, Paquirrín, con Isabel Pantoja, su madre, otra generación puede fruncir el ceño con la penúltima de Clint Eastwood y comprarse reediciones en vinilo de discos que quiere fingir que fueron sus favoritos antes de Internet y, una tercera generación, estar a sus streamers. Puede que las tres generaciones desayunen juntas todos los días, hablen y cotilleen, pero sin que sus respectivas esferas de intereses entren en contacto. Los moralistas de la cultura sufren ante esta fragmentación, pero muchos no saben por qué, en caso contrario no serían moralistas de la cultura. 

Dicho todo esto, antecedentes. Kiko Rivera ha repudiado a su madre. Ha dicho de todo sobre ella públicamente en un espectáculo bochornoso que, sin embargo, ha captado la atención de miles de espectadores. ¿Por qué? Por dinero. ¿Por dinero merece la pena rebajarse así? Él sabrá. Igual luego la tonadillera y él cuentan juntos los billetes en un sótano después de cada programa y se toman unos pelotis programando las siguientes declaraciones. 

Desconozco si la Casa Real británica ha sido cegada por el brillo del clan de Cantora, pero la noticia del siglo que acaba de llegar Buckingham Palace podrá estar muy perfumada, pero es tres cuartos de lo mismo. La tienen en seiscientas páginas en el libro En la sombra (Plaza & Janés, 2023). Eso sí, para entender lo que ha pasado hay que esforzarse un poco más que en un Sálvame cualquiera. Harry, duque de Sussex, padre y filántropo, se ha apartado con gran escándalo de su familia, de la cual había sido subrepticiamente expulsado en una trama que habría que elevarla al nivel de complejidad de una gala del concurso Gran Hermano

En el volumen da su versión sobre este espectacular suceso, pero créanme, hay detalles que se quedan más grabados que su problemas domésticos. Por ejemplo, Harry fue al Polo Norte a hacer cosas muy serias y muy importantes y, atención, se le congeló el pito. Cuando volvió a casa tenía el pito hipersensible. Un episodio parecido al de la novela Solar de su súbdito, el escritor Ian McEwan. El problema es que no podía hablar de eso con nadie porque se podía enterar la prensa. Sufrió la congelación del miembro en silencio. Yo ahora un par de veces que he visto su cara en televisión, he pensado automáticamente "se le congeló el pito". Y puede que así sea para el resto de mis días, pues la monarquía solo cobra sentido si es vitalicia. 

Para explicar la otra problemática, Harry, hombre ya de mediana edad que tiende a extenderse cuando habla, se remonta nada menos que a su infancia. Ahí hay detalles sobre la muerte de su madre, Diana, y la frialdad con la que la llevó su padre, Carlos. Llegó a un punto en el que pensó que su madre no estaba muerta, sino que se había escapado y andaría escondida. Todo en un contexto en el que su cariñoso mote familiar era "Repuesto". Toda su vida había sido concebida por si le pasaba algo a su hermano mayor, Guillermo, el heredero. 

Esto, que ya era un origen viciado, comenzó a torcerse todavía más por la relación de su padre con Camila. Los príncipes le dijeron a Carlos que la aceptaba, pero le pidieron que no se casara con ella. Sumado a que la inmensa mayoría del pueblo británico estaba de acuerdo con ellos, posiblemente nunca habrá habido una conspiración mayor para que dos personas no se casen, porque la reina Isabel también le prohibió al principio que lo hiciera, motivo por el que precisamente se inició todo este laberinto de relaciones tóxicas. 

Una atmósfera tan viciada porque no es que entre los miembros de la familia real haya que interpretar los silencios, es que, según revela En la sombra, cada uno tiene su jefe de prensa y todos los pormenores de la vida acaban siendo negociaciones entre estos empleados. Por ejemplo, uno de los principales reproches que le hacen a Camila es que evitase la publicación de una historia del hijo de su anterior matrimonio dándole a cambio a los medios una exclusiva sobre Guillermo y sus hijos. Y así, de forma cotidiana.

Esta situación llevó a Harry a probarlo todo cuando era joven, alcohol, setas, cocaína... y a tratar de enderezarse a continuación en el ejército, historia que ya ha sido bien aireada. La cuestión es que a la vuelta del cuartel cayó de nuevo en una depresión de la que se recuperó en África. Por fortuna, no leemos la frase "África es mi droga", pero por ahí van los tiros. 

El caso es que encontró el amor, le presentaron a la actriz natural de Los Angeles, Meghan Markle, y ella y no él lo dejó todo para estar a su lado. Este detalle es importante porque es literal. Se mudaron a un cottage de la casa real que era diminuto y graciosamente solo ella tenía liquidez para pagar billetes de avión, muebles y demás necesidades. A cambio, obtenía como premio que no podía salir de ahí alegremente para tener a la prensa bajo control. Estaba encerrada. 

Hasta ahí, una historia ordinaria de una persona que cae en las redes de una familia real. No vamos a dar ejemplos, pero los tenemos en casa. Después, surgieron celos entre ella y Keith Middleton. No solo derivados de codiciar a los mismos modistos y diseñadores, también culturales. Para una chica bien británica una chavala de LA era una escándalo andante. Se cita como desfachatez absoluta que un día pretendiera compartir con ella el pintalabios. 

Foto: AARON CHOWN

No obstante, el problema realmente grave es que fueron de nuevo a África a hacer cosas muy importantes y muy serias y allí todos los miembros de la familia real descubrieron que Meghan brillaba con luz propia en los medios de comunicación. Tanto Guillermo y su mujer, como su padre Carlos y Camila, todos, empezaron a recelar de ella lo que se tradujo, como se ha explicado, en que los jefes de prensa de cada uno de ellos empezaron a filtrar a la prensa todo lo que pillaban que pudiera dejarla en mal lugar. 

Ella cayó en depresión y con intentos de suicidio, lo cual no es de extrañar. Hay detalles inenarrables como que, cuando estaba de parto, le exigieron que diera a luz de una vez que la prensa se estaba impacientando. El resultado de tantas humillaciones es esta huida en la que están amortizando los torpedos que les tiran a su ex familia mientras que a él le han desprovisto hasta de las medallas que ganó en el ejército. 

Este libro forma parte de ese negocio del despecho, pero no podemos decir que haya seguido una estrategia brillante. En esas líneas se descubre a un pobre desgraciado con la mente dividida entre una educación machista y clasista hasta los huesos, y una rebeldía que le hace querer ser una persona normal, si es que eso existe. Mientras tanto, su hermano, el heredero, queda como un cuadriculado que se toma muy en serio a sí mismo y no ha dudado cuando ha tenido que partirle la cara, un tipo furioso e impulsivo. El resto, monigotes encerrados en palacio que, ya que tienen que vivir en esas condiciones disfrutando de la ficción de que hay algo especial en ellos -de nuevo, vuelvo a citar el programa Gran Hermano y sus sin iguales concursantes- lo único que les queda es mandar ellos, llevar la voz cantante y que no se les cuele una actriz californiana a mangonear el tinglado fingiéndose despistada. En fin, que es acabar el libro y pensar: una buena guerra es lo que hace falta. 

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