Nani Moretti estrena una emocionante y divertidísima película que reflexiona sobre el futuro del cine y del mundo
VALÈNCIA. Giovanni, un conocido director italiano, se prepara para rodar su nuevo proyecto, una película sobre el líder comunista Palmiro Togliatti en el llamado “Otoño húngaro de 1956”, cuando el Partido Comunista Italiano se convirtió en el único en toda Europa que apoyaba la insurrección de los húngaros contra la Unión Soviética. Pero todo parece ir en contra suyo y de su nueva aventura: a nadie le interesa demasiado una película ambientada en la Roma comunista del siglo pasado, su productor francés se declara insolvente y tienen que suspender el rodaje, Netflix le propone financiar el proyecto a cambio de que se pliegue a sus condiciones, y en medio, su esposa (y también su productora) planea dejarlo. Esta es la historia que cuenta El sol del futuro, la nueva película de Nanni Moretti, presentada en la Sección Oficial del último Festival de Cannes y que llega a los cines españoles este viernes 15 de septiembre.
En la senda de Caro Diario (reestrenada en salas recientemente), Moretti vuelve a hacer de sí mismo para reflexionar sobre las cosas que parecen importarle en la vida: el amor, el futuro del cine y del mundo. A través de un claro paralelismo entre la utopía comunista y la del cine de autor en un sistema cada vez más dominado por las plataformas, El sol del futuro habla de las derivas neoliberales de la sociedad, la desmemoria de la juventud (“¿hubo comunistas en Italia?”, pregunta al inicio un joven del equipo de la película), el peligro de extinción de ese cine independiente ante el auge del streaming, la desaparición de una manera de hacer y entender el cine, la pérdida de esperanza en el porvenir, la soledad de una generación y la necesidad de creer y aferrarse a algo ante esa desesperanza y esa soledad.
Como la vida, la historia que cuenta la película es triste y a la vez hermosa, tiene un punto nihilista y de melancolía por un mundo que se va y a la vez de ilusión ante las posibilidades que el futuro puede abrir, como en un fin de fiesta, donde aún todo puede suceder. Pero como en anteriores películas de Moretti, lo extraordinario de El sol del futuro es cómo se cuenta esa historia, su amable sencillez y ligereza, la ternura y la ironía con la que el director narra e interpreta a su alter ego, su inconfundible personalidad y sentido del humor, su capacidad de crear situaciones y personajes verdaderamente hilarantes y que también nos resultan cercanos. Ese protagonista desconcertado ante el sinsentido y la estupidez que lo rodea es un cascarrabias maniático y egocéntrico, empeñado en dar lecciones morales a los demás a riesgo de quedarse solo, pero Moretti tiene la virtud de hacérnoslo entrañable, que a pesar de sus neuras nos resulte simpático, que nos preocupe su devenir, que deseemos que le vaya bien aunque lo tenga difícil, pero sobre todo, que nos riamos con él.
Con ello, una de las mejores cosas del filme son algunos de sus divertidísimos diálogos, especialmente, el de la secuencia dedicada a Netflix (cuando una de sus directivas le dice al director protagonista que a su película “le falta un momento what the fuck”), en las que Moretti se desespera ante la desobediencia de su actriz principal o cuando decide parar todo un rodaje ajeno para aleccionar a su director. Las canciones que la acompañan –desde Noemi a Aretha Franklin- también nos dejan momentos emocionantes, como la memorable secuencia en la que todo el equipo baila al ritmo de Voglio Vederti Danzare, de Franco Battiato (número que Moretti trató de reproducir en el estreno en Cannes). La película tiene también así algo de homenaje a esas canciones que han marcado y acompañado a su director y que forman parte de la educación y la memoria sentimental de una generación.
El sol del futuro es una bella y conmovedora carta de amor al cine, a un cine a contracorriente, a una manera de entenderlo, a un cine hecho por el placer de contar una historia y que los espectadores se emocionen con ella, pero sobre todo, una película divertidísima que merece ser disfrutada en una sala oscura.
Se estrena la película con la que Jacques Audiard sorprendió en Cannes, un narcomusical queer por el que la española Karla Sofía Gascón se convirtió en la primera mujer trans en ser premiada en el festival
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto