En estas relevantes páginas, se menciona reiteradamente que no había clase obrera entre los punks, los trabajadores estaban a otra cosa y en el campo se escuchaba fundamentalmente folk. No obstante, estudios académicos que han investigado el sustrato social del yugo-rock han encontrado que los más modernos, los que con más fuerza adoptaron las tendencias del exterior, eran los hijos de los trabajadores que se habían desplazado del campo a la ciudad. Los que ya no tenían un vínculo con el pueblo, pero no dominaban el cotarro como los señoritos de capital de provincia. Solo un grupo podía presumir de pertenecer a la clase trabajadora, explica, los croatas KUD Idioti. En el resto de la escena, solo dos o tres personas eran currantes.
Por citar un ejemplo de a qué nivel el punk era célebre entre los hijos de la clase dominante del socialismo, mencionar a Cvijetin Mijatovic. Natural de Bosnia, asumió la presidencia colectiva de Yugoslavia tras la muerte de Tito y sus dos hijas, Mira y Maja, eran punks. Sus fiestas en el barrio de los dirigentes en Belgrado, Dedinje, eran famosas. Se cuenta la anécdota de que en una ocasión el padre tuvo que pedirles que bajaran la música porque no podía escuchar al interlocutor que tenía al otro lado del teléfono: Leonidas Breznev.
Mito o media verdad, lo que sí que fue cierto es que las dos hermanas murieron de sobredosis en los 90, cuando todo se oscureció con la guerra. La generación que esperaba el cambio, como estaba ocurriendo en toda Europa, se encontró la claustrofobia y la involución. Tenían más fácil salir de su país, a ver a los Ramones en Udine, a Dead Kennedys en Gorizia o a Nirvana en Trieste, con el comunismo que después de la caída del telón de acero en el resto de Europa.
Esta generación, como decíamos el sábado, se declaró insumisa en cuanto vio que el conflicto tomaba cariz de guerra. Comentaban las chicas del grupo Boye que al principio pensaban que nadie se iba a tomar en serio todas las tonterías nacionalistas que circulaban por el ambiente, hasta que las enganchó la maquinaria mediática y la cosa empezó a ir en serio.
Esta gente salió escopetada del lugar y, reencontrados en Amsterdam, conociéndose muchos de conciertos o de la escena, seguían viéndose en fiestas. Helado te deja la sinceridad de los entrevistados cuando uno admite que estaban de esa guisa y de repente empezaron a ver la llegada de los "refugiados de verdad". Esto es, gente con hijos que había perdido su casa y prácticamente todo, que tenía que vérselas en un país del que desconocían todo y no les quedaba más remedio que empezar de cero.
En Yugoslavia solo hubo un percance por ser punks y duró unos días. Hay quien cree en este libro que posiblemente algún político pudo pensar que punk era un partido político. Especialmente, al escuchar que eran individualistas, medio anarquistas, que desafiaban al poder. El caso es que hubo redadas y algunos detenidos. Su crimen, llevar una esvástica. El problema es que era el logo de Dead Kennedys de "nazi punks fuck off" y estaba tachado. La policía no hilaba tan fino.
No obstante, para mi gusto, lo más relevante de este libro está en el aspecto tecnológico. La entrada de los sonidos de la Nueva Ola y el post-punk al país tuvo una motivación no tan cultural como tecnológica. El mérito era de los japoneses. Cuando pusieron en el mercado los sintetizadores Roland, los Korg 20 o la caja de ritmos Dr Rhythm, fue auténticamente revolucionario, porque incluso en la periferia yugoslava los chavales tenían dinero para comprárselas.
En Sarajevo fueron unos pasos por detrás que en Zagreb, Ljubliana o Belgrado, pero de su movimiento más punk, el Nuevo Primitivismo, surgió un programa de televisión que nada tenía que envidiar a Monty Python. Su nombre era Top Lista Nadrealista y no se cortaban ni una cala a la hora de mofarse del nacionalismo que estaba invadiendo la federación en sus años finales. Mi sketch favorito es Juegos de frontera, la escenificación de un torneo en el que los de "Nuestra República" tienen que competir a ver cuánto aguantan respirando el aire pestilente de "La república de ellos".
Al final el nacionalismo lo reduce todo a nosotros y ellos y es aquí, de nuevo, donde encontramos una diferencia sustancial con España. Si allí los jóvenes educados, modernos, que se movían en la contracultura, despreciaban el nacionalismo y te firmaban este sketch para toda la nación, lo curioso es observar en España cómo la gente del mismo perfil lo abraza, entra en su juego y está convencidísima de que la razón solo la tienen "los suyos", "los nuestros", "nosotros", los que tienen que unirse contra "ellos"; unirse a lo peor.