CASTELLÓ. “Nadie piensa en los niños”, decían madres y padres hace más de medio año por las obras que el artista Antoni Miró transportó hasta La Base, espacio expositivo que se alzaba por entonces en València para completar el mapa cultural de la ciudad. Sus esculturas, de cargado tinte sexual, estuvieron inspiradas en escenas eróticas representadas durante décadas en el arte grecolatino. Sin embargo, fue en septiembre de 2018 cuando causaron gran furor, en especial, por lo que los más pequeños pudiesen pensar. ¿Se traspasa continuamente la línea roja o nada más lejos de la realidad? Decidir qué es arte y qué no es, sin duda, un imperativo categórico en la actualidad. El último en someterse a este juicio ha sido el artista urbano Escif por su intervención en un colegio de Castelló. “Mande a tapar la mancha del Bernat Artola, por favor”, pedía este domingo una mujer al concejal de Educación, Enric Porcar, mediante Facebook.
Trasladar el arte urbano hasta espacios públicos está de moda. Fue a finales del año pasado cuando Castelló adjudicaba ocho paredes del distrito Oeste de la ciudad a diferentes artistas locales para que dejasen allí su ‘mancha’. Una propuesta artística que se cocinaría mano a mano con sus vecinos para “dignificar” el paisaje metropolitano haciendo uso de la pintura mural. Paralelamente, bajo la iniciativa Pintaescola 12 artistes, 12 escoles, diferentes creadores ayudarían a vestir las blancas fachadas de 30 escuelas a través de sus creaciones. La última tanda ha ido de la mano de Escif, Fasim, Musa-Harrybones, Wendy, Ozzy y Toner. Y ya se esperan otras seis de Demsky, Smithe, Mankey, Fatima de Juan, Gracia de Juan y Yksuhc Juan, que coparán nuevos centros educativos del 8 al 12 de abril. No obstante, una nueva “polémica” sobre arte, y niños de por medio, ha brotado este fin de semana.
Hay quienes ven una mano y un dinosaurio; otros ven una mancha negra. Pero, antes de descifrar qué es lo que ha querido dibujar Escif en el Colegio Bernat Artola, retrocedamos. El artista valenciano, licenciado en Bellas artes y especialista en arte urbano, acostumbra a intervenir murales dentro y fuera de España desde que empezase a rodar por las calles de su ciudad en los 90. De hecho, en marzo fue seleccionado por el ayuntamiento de París para participar en Embellir París (embellecer Paris), una propuesta lanzada por el gobierno de la capital francesa para poner en valor algunos de los lugares abandonados de la ciudad y desde la cual el valenciano intervendrá dos grandes murales. Ah, y fue seleccionado por delante de otros 700 creadores de todo el mundo. Pues bien, lo que más le atrajo a Escif, ya por sus inicios, fue lo poderosa que resulta esta herramienta para retratar “lo que no se ve”. Este es de hecho su modus operandi y lo que ha tratado de reflejar, de nuevo, en la pared de la escuela que le tocó intervenir en Castelló. No se trata de sus inquietudes artísticas, son las de los propios alumnos las que se ponen en jaque. Nadie podría decir ante eso que “no se piensa en los niños”. Ahora bien, parece ser que esta afirmación viene cargada de matices.
El muralista propuso hacer un taller con algunos alumnos de último curso. Una versión moderna del teléfono roto, ese juego en el que uno empieza diciendo “bolígrafo” mediante un susurro a otro jugador y este, sin embargo, entiende que la palabra a adivinar era “macarrones con queso”. En este caso, los mensajes eran palabras que el autor había seleccionado previamente para los niños, tales como dinosaurio, el gato Felix, un elefante dumbo, bailarines o una mano saludando, entre otras. Así, los estudiantes del Bernat Artola tenían que interpretar el dibujo de su compañero en uno posterior. Una secuencia que se repetía cinco o seis veces, de tal forma que las imágenes originales irían mutando filtradas por la imaginación de cada niño. Tras este proceso, Escif era el encargado de seguir la serie en dos paredes del colegio. Su elección, según ha señalado en un comunicado, no era tampoco al uso; se adaptaba a las características del espacio, dando lugar a una mano saludando al exterior y a un dinosaurio en el patio del juego. Lo que no esperaba el creativo era que esta didáctica práctica iba suscitar tanta controversia.
El propio artista es consciente de que las paredes “no son bonitas, ni contemplativas ni decorativas”. Pero son parte de un proceso en el que los protagonistas han sido ellos, los niños. ¿Queremos entonces pensar en estos o en la ‘belleza’ más estética? El portal del concejal Enric Porcar se llenaba anteayer de opiniones que calificaban como “burla” esta propuesta, por encima de otras de mayor agrado. Una de las madres manifestaba rotundamente: “No todo es arte, no todo vale”. Pero, ¿quién decide qué lo es? El mismo Escif no quería hacer "arte", tal como alega: “No es una pintura, es la voz de un niño que habla. Sus palabras no son eruditas, ni grandilocuentas, ni intelectuales y sin embargo contienen la esencia vital de aquello que todavía no llegó a corromperse. Dejemos que los niños hablen porque sus palabras esconden las verdades incómodas de todo lo que no queremos ver”. Con ello, el valenciano, no conforme con la polémica, asume la responsabilidad total de su obra y manifiesta que si se decide borrar o modificar la pintura propuesta, estará conforme con ceder la retribución económica que debía haber percibido por su trabajo, para que así el colegio encuentre una “mejor solución con la que se identifiquen”.
Como veíamos al principio del texto, este caso no es para nada aislado. En la misma València, las Fallas Innovadoras luchan año tras año contra comentarios que consideran que eso que muestran en sus calles “no son Fallas”. Mientras que los artistas que están detrás defienden obras experimentales que destacan por su carga social y por “ir más allá” de la tradición o de los grandes monumentos. Así pues, una de las últimas polémicas y bien sonada ha sido la del grafitero Pichiavo y su intervención en el Centre del Carme. Tras crear una pintura de mil metros cuadrados en el claustro renacentista, hay quienes mostraron su enfado e incluso se animaron a “denunciar” al artista por poder “dañar” el patrimonio de un edificio declarado Bien de interés Cultural. En relación, el director del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, José Luis Pérez Pont, alegó que ni se incumplía la ley ni había peligro, porque la superficie intervenida ya estaba pintada desde antes.
Por lo que hace a Castelló, el concejal de Educación, Enric Porcar, exige "máximo respecto" hacía Escif y asegura que se encuentra "totalmente satisfecho" con su trabajo y el taller que realizó con los alumnos. Eso sí, según ha comunicado a Castellón Plaza, la próxima semana se reunirá con los padres y madres de la escuela para tratar de encontrar una solución o una alternativa para "embellecer aún más" el Bernat Artola. "El lema era la educación como una herramienta potente para cambiar el mundo, así que estoy muy contento. Pero es cierto que no negaré que cuando lo vi por primera vez no sabía si era lo que queríamos. Aunque cada vez me gusta más porque es muy singular y da personalidad a la escuela, entiendo que quizá no era lo que esperaban tampoco las familias. Igualmente, me encuentro en deuda con esta escuela porque se ha reformado recientemente y ha quedado totalmente gris. Si bien dentro tiene colores, la fachada no", explica el edil.
Sin saber cuál será la próxima disputa acerca de qué es arte y qué no, o qué debería ser considera como tal, al menos en el marco social, Escif dejaba en su comunicado una interesante reflexión para el futuro: “Existen dos modelos de Cultura. La que aleja al espectador de su realidad, véase contemplativa. La que acerca al espectador a su realidad, véase meditativa. La primera nos ayuda a entretenernos. La segunda nos ayuda a reflexionar. Así pues en el arte encontraremos una tendencia más decorativa que nos permite olvidarnos de nuestros problemas y otra más reflexiva que nos permite entender y afrontar nuestros problemas. Ninguna es mejor o peor. Cada una tiene su momento y su lugar de ser.”