Las voces y escritos que se han ido produciendo con mayor intensidad desde los comienzos del siglo XXI han debatido sobre si hay solución para recomponer la situación del enjambre territorial al que venimos asistiendo en los últimos tiempos, pero que dura más de dos siglos. El asunto está en si seguimos arrastrándolo, conllevándolo, o si se ha llegado a un punto en que necesitamos darle una u otra salida que vaya más allá de calmar el ambiente de enfrentamiento La polémica se centra entre unidad y plurinacionalidad con sus matices correspondientes: ¿España es una nación única o conviven en ella diversas naciones con unas identidades diferenciadas en mayor o menor medida?
Entre los plurinacionalistas existen tendencias claramente soberanistas que pretenden constituir estados independientes, o en todo caso llegar a una España Confederal, o Federal con el reconocimiento de las distintas naciones/estados que posean no solo autonomía legislativa sino capacidad de autodeterminación si así lo consideran sus ciudadanos. Todo ello adobado con la defensa de una lengua propia que debe ser hegemónica y una historia diferenciada generadora de unas instituciones eliminadas en función de una unidad ficticia en pos de la defensa de una nación y un estado únicos. Sin entrar en la dificultad de definir exactamente el concepto de nación, Cataluña y Euskadi serían las dos más representativas por su mayor fuerza política y social, pero también Galicia. Otros territorios presentan disidencias internas sobre sus identidades como la Comunidad Valenciana o Navarra, y sin que se esté a salvo del surgimiento de otros nacionalismos, ahora impensables.
La descentralización, con las trasferencias asumidas por las Autonomías de la Constitución de 1978, no parece servir ya como solución para las que se declaran naciones diferenciadas. Para catalanes, y vascos, y también en parte para gallegos, sus entidades nacionales, subsumidas en Autonomías, no son iguales a las de Extremadura, La Rioja, Andalucía o cualquieras otras constituidas. Defienden que sus nacionalismos poseen la misma intensidad que el nacionalismo español. Y por tanto la única solución es la conformación de una España plurinacionalidad recalcando que, en todo caso, es una nación de naciones como sentenció un republicano leones exiliado, Anselmo Carretero, (“Las nacionalidades españolas”, México, 1948), muy destacado en el relato nacionalista. Otros, en cambio, interpretan que solo utilizó el genitivo superlativo al igual que los Evangelios señalan al “Rey de Reyes”, y la Biblia afirma en el Eclesiastés “vanidad de vanidades”, sin que ello represente que existan otras figuras comparables a Cristo, o unas vanidades diferentes a la de creer que somos eternos, como tampoco que España sea un conjunto de naciones. Solo es una manera literaria de reforzar con un aumentativo una nación única.
Desde otra perspectiva se sustenta la unidad nacional de España que impide fraccionarse en varias naciones como viene exigido en la vigente Constitución. Cualquier modificación de esa base supone romper un Estado con una tradición histórica construida desde la Edad Moderna y solidificada en el siglo XIX que se ha mantenido a pesar de episodios convulsos que han intentado fraccionarla o romperla (carlismo, federalismo, cantonalismo y republicanismo independentista) Puede admitirse las realidades lingüísticas, las diferencias culturales existentes en su seno y para ello la actual Constitución contempla el título VIII la posibilidad de construir Autonomías con transferencias exclusivas y compartidas con el Estado. Es admisible el término “nacionalidades” con la misma categoría que “regiones” porque todos los españoles tienen los mismos derechos y deberes, y no caben diferencias territoriales. España es, por tanto, una nación plural pero única que tiene un Estado que a su vez se estructura en Comunidades autónomas pero mantiene la unidad.
Todo ello ha provocado una bibliografía intensa y unos debate políticos y filosóficos interminable que ya tiene más de un siglo de vigencia. Desde la metafísica ¿Qué es España? a la banalidad sarcástica de “España es una unidad de cuartelillos de la guardia civil en lo universal” unificada principalmente a través de la Liga de futbol, se dirimen las preguntas y respuestas en infinidad de análisis que se traducen en interminables disputas. En determinadas coyunturas, como la actual, se acentúan. Puede que continue la “conllevansa” y se mantenga en una permanente tensión, más o menos intensa, otros años más sin cambios, o se hagan algunos puntuales. Pero puede también que haya un momento en que el tema explote (como ha ocurrido en otros territorios) porque ya no sea posible mantener un estatus quo circunstancial o un silencio del problema.
Hoy por hoy resulta imposible aunar ambas alternativas. O una derrota a la otra, o se plantea, si es posible alcanzar algún consenso, al menos un siglo más, que sirva para encausar otros problemas de convivencia política global (la hidrología, la financiación, la coordinación sanitaria, el medio ambiente…) Tal vez, el primer paso sería La Gran Coalición, con la que una mayoría está teóricamente de acuerdo, pero ni siquiera es capaz de firmar mayoritariamente una propuesta que caldee el ambiente para llegar a la misma, excusándose en que con los actuales lideres de ambos partidos (PP y PSOE) es imposible llegar a acuerdos. (www.lagrancoalición.org).