La geografía mediterránea, en cuyo centro se encuentran tanto España como Argelia, tiene un potencial de riqueza no sólo para los países de la región, sino para el mundo entero, y ello por su riqueza humana, económica, social y cultural. Sin embargo, esta geografía también conlleva serios riesgos de seguridad en términos de conflictos sobrevenidos y amenazantes.
En tal contexto, donde las oportunidades y amenazas alimentadas por el dinamismo que emana de la globalización, la comunidad internacional (europea) debe realizar esfuerzos más activos y efectivos para resolver las disputas existentes y prevenir posibles conflictos en los que el máximo perjudicado es el pueblo.
Considerados como los países directamente afectados por todo lo acontecido últimamente en esta región, España y Argelia deberían sentir con fuerza la necesidad de prevenir los conflictos y realizar intensos esfuerzos para que se establezca un entorno de paz y estabilidad duraderas y que la prosperidad, que tanto anhelan sus respectivos pueblos, se vuelva a establecer en la región. No cabe duda de que tanto Argelia como España han seguido una política exterior más dinámica en esta dirección en las últimas décadas. Para ello, han conseguido y demostrado ser capaces de colocar la cooperación y el diálogo sobre bases sólidas en la región Mediterránea. En el marco de la importancia que los dos socios amigos otorgan a la diplomacia preventiva, siempre han creído en la solución pacífica de controversias.
Llegados a este punto, ambos países (socios potenciales) deberían poner el enfoque en el hecho de que la diplomacia preventiva es el método más efectivo y económico en términos de solución de disputas, pero también en el hecho de que la reducción de disputas y conflictos potenciales contribuye directamente al desarrollo de dos países vecinos, socios y hasta ahora, hermanos. En otras palabras, fortalecer los cimientos del diálogo y la estabilidad social en la región facilitará el entorno de cooperación sobre la base del beneficio mutuo que España y Argelia debería instaurar en su vecindad más cercana, y con ello contribuir al desarrollo no sólo de estos dos países sino del conjunto de la región.
Por otro lado, si las causas subyacentes del conflicto no se pueden determinar y prevenir de manera oportuna, las crisis emergentes requerirán medidas mucho más costosas y prolongadas para la región y la comunidad internacional, y cada conflicto también puede desencadenar una nueva tensión. Una tensión, unánimemente, rechazada por todos/as los/as españoles/as y argelinos/as.
Nos consta que cada conflicto tiene sus propias dinámicas y condiciones, por lo que los esfuerzos de la mediación deben ser dirigidos con flexibilidad, evitando la uniformidad y respetando las diferencias. Sin embargo, no debe olvidarse que la diplomacia preventiva tiene ciertas reglas de oro y que hay ciertos principios que deben respetarse, sea cual sea la naturaleza de la disputa. Por ejemplo, para que un actor se convierta en un/a mediador/a exitoso/a, debe conocer todas las dinámicas del conflicto y ser capaz de mostrar el compromiso a largo plazo que se requiere para una solución permanente desde el principio. Asimismo, es necesario que el/a mediador/a sea capaz de presentar una estrategia flexible pero basada en valores desde el inicio del proceso y pueda presentar una visión común a las partes afectadas.
Ante semejante panorama y para que las oportunidades prevalezcan sobre los riesgos y con el fin de proteger el Pacto de la Vecindad entre dos socios potenciales visto amenazado estas últimas semanas, se recomienda echar mano de la buena práctica y beneficios de la Mediación. A juicio de la ex ministra de Justicia, Pilar Llop, que favorece el uso de la mediación frente a la vía judicial, “Se trata de un cambio de la cultura del litigio hacia la cultura del acuerdo”.
Animados/as por esta cultura del acuerdo, a los/as ciudadanos/as de ambos países sólo nos queda creer que nuestros respectivos gobiernos lograrán, más temprano que tarde, encontrar una solución a la disputa sobrevenida y con ello conseguir volver a la normalidad.
Naïma Benaicha Ziani es profesora de Estudios Árabes e Islámicos
de la Universidad de Alicante