CASTELLÓ. Ayer amaneció un día capicúa, el veintidós del mes dos del año dos mil veintidós. Un día destemplado, extraño, sin frío ni calor. Los primeros sonidos de la radio cabalgaban entre la jodida situación de Ucrania y más algarabía insoportable e indecente en el PP. De repente, los sonidos y mensajes aullaron como si fueran un grito ahogado de tristeza, de dolor. Ha muerto Josep Martí Gómez, el gran periodista del mejor periodismo. El ídolo, el maestro, el querido amigo, el morellano que regresó con su gran corazón abierto a la vida y a la historia morellana.
Hemos conversado muchas veces, en las tardes y noches morellanas, bajo los porches de la plaza, sobre el periodismo, sobre la política y el poder, esa esfera que consideraba compleja y jodida, sobre la precariedad laboral del periodismo joven, sobre la deriva empresarial que iba dejando de proteger y fomentar el buen periodismo y a los buenos profesionales.
A Martí Gómez le dolía el deterioro de las redacciones periodísticas y el desánimo de los jóvenes periodistas. Mucho. Para quienes comenzamos a ejercer el periodismo en los años ochenta, él era uno de nuestros referentes importantes. Formaba parte del gran periodismo de calle, del oficio responsable y entregado a contar la vida de las personas, esa profesión que él consideraba un sacerdocio. Y es verdad.
Paralelamente, y lógicamente, Josep Martí Gómez era un defensor del periodismo local, el más próximo, el que conecta directamente con las noticias y sus protagonistas. Recordaba con mucho afecto su paso por el periódico Mediterráneo, aquellos viajes arriba y abajo, desde Barcelona a Castelló o a Madrid. Para Martí Gómez existía esa belleza y grandeza profesional que se produce cuando entrevistas a una persona o cuentas lo qué ha pasado en la vida de esa persona. Esa empatía que nos implica, con toda la honestidad, en las situaciones de los otros, buscando una bondad o ese signo humano que nos afecte como periodistas.
Es el lado más humano de esta profesión. Y el más veraz. Colaboró durante mucho tiempo, grabando sus artículos semanales, en Els Ports Radio de Morella. Y seguía transmitiendo sus mensajes, a través de Twitter, en la publicación semanal morellana Notícies. Autor de varios libros, impulsor de la web La Lamentable, entre una larga trayectoria que merece otro artículo.
Querido Josep, seguiremos conversando en las tardes y noches del bar Canyero, junto a Olga, sentado en tu silla, esa silla que lleva tu nombre impreso desde hace años, en esa terraza morellana y eterna que tanto nos ha escuchado. Ese lugar mágico donde escucharte era seguir aprendiendo sobre el mejor periodismo y sobre el gran valor de tantas palabras que se escriben o que no se dicen. Y, a tu lado, siempre Elena, querida Elena, mirándote con esa luz y esa sonrisa crítica, amorosa... contestando a tus historias desde el tierno espacio familiar de quien convive toda una vida con el periodismo…