Tras el silencio del verano vuelvo a Noticias de Oriente con ganas renovadas y con nuevas historias sobre esta fascinante y decisiva región del mundo. No he podido resistirme a un título medio chistoso si bien esta historia es ciertamente de pocas bromas. Además, como veremos, tiene un cierto regusto de dejà vu porque nos hace, de forma inevitable, remontarnos a nuestra desastrosa crisis inmobiliaria de hace más de una década con la que se dan demasiadas e inquietantes coincidencias. Todo tiene, eso sí, ese sabor chino tan distintivo caracterizado por las cifras millonarias, las dinámicas subterráneas y el posible impacto de lo que sucede en la segunda potencia económica mundial en el resto del mundo.
Empecemos por el principio, ¿qué es Evergrande? Evergrande Real Estate es una promotora inmobiliaria que forma parte de Evergrande Group, un conglomerado chino cuyo actividad esencial es la inmobiliaria pero que también tiene presencia en sectores como la alimentación, la energía, internet e incluso la manifactura de coches eléctricos (parece que están en proceso de producción de un vehículo eléctrico que tendría que haber visto ya la luz pero que se retrasa, y dadas las circunstancias, puede que de forma indefinida, en salir al mercado). Fue fundada por un líder carismático llamado Xu Jiayin en 1996. Xu Jiayin es de origines muy humildes, huérfano y consiguió superar una infancia de miseria y privaciones. Fue víctima en 1958 de la desastrosa política de Mao Zedong de industrialización acelerada que se conoce con el nombre del Gran Salto Adelante y que provocó la muerte por hambruna de más de veinte millones de chinos (la mayor escabechina de la historia en tiempos de paz). Su vida tiene coincidencias con la de numerosos millonarios chinos creadores de imperios con los pies de barro. Algunos de ellos aparecen en el estimulante libro de Evan Osnos corresponsal del New Yorker publicado en 2014 y titulado The Age of Ambition: Chasing Fortune, Truth, and Faith in the New China que es de lectura obligada para quien quiera entender la China actual.
Los ingredientes de su éxito son recurrentes: una mezcla de voluntad inquebrantable para imponerse en un determinado sector económico (en el caso de Xu Jiayin, el inmobiliario) junto con la inevitable cercanía al poder político que el Partido Comunista encarna. Es decir ambición y guanxi (una palabra necesaria para hacer negocios en China con la que nos referimos a algo tan vaporoso pero determinante que son los contactos, conexiones, influencia). Xu Jiayin se convirtió en el hombre más rico de China derrocando en 2017 a Jack Ma fundador de Ali Baba, coloso del comercio electrónico. Forbes llego a valorar la fortuna de Xu Jiayin en más de 38.000 millones de euros. Otra nota destacada, además de la pasión por los yates de gran eslora y las marcas de lujo occidentales, es el interés de Xu Jiayin por el futbol a través del equipo Guanzhou Evergrande, que ha fichado a numerosos jugadores internacionales (algunos del Atlético de Madrid). Y el Guanzhou Evergrande que a su vez no solo creó la escuela de futbol más grande del mundo con un coste de 185 millones de dólares sino que también ha promovido la construcción del estadio de futbol más grande del mundo igualmente, con evocadora forma de flor de loto, con capacidad de 100.000 espectadores y por un coste de 1.700 millones de dólares.
En este sentido, el crecimiento de Evergrande ha sido posible por el increíble boom inmobiliario y constructor que ha tenido lugar en China durante los últimos 20 años. El hecho de que conseguir sacar a numerosas capas de la población de la pobreza tuvo como consecuencia que la demanda de productos residenciales se disparase. Evergrande afirmaba con indisimulado orgullo que tenía más de 1.300 proyectos inmobiliarios en marcha en más de 280 ciudades a través de China. En consecuencia, su importancia económica es enorme al emplear a 200.000 personas de forma directa y generar de forma indirecta cerca de 3,8 millones de trabajos.
Y ¿cómo se ha financiado la actividad inmobiliaria de Evergrande? A través de una deuda desbocada (y este dato empieza a resultarnos peligrosamente familiar) que ha alcanzado en la actualidad los 300.000 millones de dólares cantidad que equivale a cerca del 2% del PIB chino. Por lo tanto, esta deuda astronómica acumulada por Evergrande para financiar su crecimiento ha generado una carga financiera a la que el conglomerado es incapaz de atender en la actualidad colocándole ante el precipicio de la insolvencia y la liquidación. Esta situación fue del dominio público a principios de septiembre de 2021 cuando Evergrande reveló en un expediente de la bolsa de Hong Kong que estaba encontrando dificultades para encontrar compradores para alguno de sus activos residenciales. A partir de este momento se dispararon todas las alarmas. Aunque el detonante de esta situación podemos situarlo en el verano de 2020 con las (oportunas) medidas adoptadas por el gobierno chino para tratar de mitigar y de limitar el excesivo endeudamiento que afectaba a varias empresas no solo privadas si no también públicas (las célebres SOE’s o State Owned Entreprises) así como para sanear el demasiado efervescente mercado inmobiliario. Estas medidas motivaron que Evergrande recurriese a la venta de activos con el razonable propósito de captar fondos y reducir su deuda. Lamentablemente se produjo la tormenta perfecta a través del impacto negativo de la covid-19, el incremento de la presión gubernamental y su pérdida de valor en bolsa. Y el motivo estructural más relevante que apuntan algunos analistas: el inicio en la actualidad de un declive sostenido de la demanda de producto residencial en China.
Con todo esto, ¿qué se puede hacer para evitar el colapso? La situación es grave por los vencimientos a los que tiene que enfrentarse a muy corto plazo (83.500 millones de dólares en intereses vencidos muy recientemente). Solo cabe la intervención estatal. Y Pekín, a pesar de haberse mostrado inicialmente dubitativo en este proceso, hará lo que tenga que hacer porque es consciente del riesgo que puede implicar la quiebra de Evergrande para la economía china. Por lo tanto, el whatever it takes to save Evergrande está en marcha. En efecto, el desplome de Evergrande puede producir una ola de contagios arrastrando no solo al resto de empresas del sector inmobilario si no a la economía china en particular y la economía mundial en general. Esta obviamente es una situación totalmente indeseada por las autoridades chinas. Por el momento, y esto es el jueves pasado, Evergrande ha cumplido con su deuda en yuanes si bien no ha aclarado si podrá proceder al pago de sus bonos denominados en dólares.
A pesar que en algunos medios se ha apuntado ciertos paralelismos entre la caída de Lehman Brothers y la de Evergrande, no parece que globalmente los efectos vayan a ser similares. A corto plazo, su impacto se ha visto reflejados en cierta inquietud a la baja en los mercados bursátiles internacionales pero la confianza en la intervención del gobierno chino está evitando el pánico, al menos de momento. Además, el ciclo económico, tras la pandemia, parece encontrarse en un momento de recuperación que tendería a diluir esta situación. Sin embargo, la crisis de Evergrande sí que es ilustrativa de algunas de las carencias del capitalismo chino: su falta de transparencia y control, la interrelación siempre opaca entre los intereses privados y los intereses públicos. Es cierto que las medidas adoptadas por Pekín en verano de 2020 iban en la dirección adecuada aunque quizás ya era demasiado tarde.
La preocupación del mercado por el gigante de la promoción inmobiliaria china, que está altamente endeudado, ha ido en aumento con el paso de las semanas