VALÈNCIA (EFE/María López). Con cuatro mayorías absolutas a sus espaldas en Galicia, Alberto Núñez Feijóo está convencido de que será presidente del Gobierno de España y de que podrá desterrar el fantasma de Vox para gestionar en solitario, digan lo que digan los sondeos.
Porque Núñez Feijóo (Os Peares, Ourense, 1961) se reivindica moderado e incluso aburrido, pero no renuncia a la épica.
En su debut como candidato del PP a las generales ha versionado su primer lema electoral -de "Chegou o momento" a Es el momento"- para superar a las encuestas, que en 2009 no anticiparon su primera mayoría absoluta y ahora ponen en duda su meta de una "mayoría suficiente".
Hace un año dejó la Xunta para ir al rescate de su partido, hace dos meses se apuntó la victoria de las elecciones autonómicas y municipales y ante el 23J pide que los españoles se unan bajo las siglas del PP para poner a un "chaval nacido en una aldea" en La Moncloa.
A su despacho de Génova llegó por aclamación, como el mesías al que se encomendaron todos los populares para cerrar la crisis entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. Y para dar el empaque necesario para vencer a Pedro Sánchez. Cuatro años hicieron falta para que Feijóo cogiese ese tren, que dejó pasar en 2018, cuando todos le esperaban.
En Madrid se ha tenido que enfrentar a las expectativas que desde Galicia había despertado en la política nacional y a un PSOE que ha buscado desmontar su imagen de gestor, reformista y de centro subrayando sus equivocaciones y contradicciones.
Para hacerle mella los socialistas han recurrido a su mayor polémica, las fotos de Feijóo con el narco Marcial Dorado en un barco, tomadas a mediados de los 90, cuando su entonces amigo era contrabandista de tabaco, y difundidas en 2013.
En el punto de mira ha estado además su relación con Vox. Porque pese a sus críticas al populismo y el extremismo desde Galicia, ha sido en su etapa como líder en la que el PP ha roto el tabú de meter al partido de Santiago Abascal en el Gobierno. Primero en Castilla y León y después en la Comunitat Valenciana y en Extremadura.
La incógnita es si lo hará en el Consejo de Ministros. Feijóo dice que intentará evitarlo, pide el voto útil y recuerda las mayorías absolutas del PP en Andalucía o Madrid -con él a los mandos-, los pactos con otros partidos o el rol del PSOE, al que pide que gobierne el más votado.
En su etapa como líder de la oposición, con escaño en el Senado, Feijóo ha desplegado un juego de equilibrios. Ha recuperado la relación con Vox -se abstuvo en su moción de censura- y pide entenderse con el PSOE, con el que no ha logrado ningún pacto. En lo programático, combina el aval a la ley de plazos del aborto y a la reforma laboral -ambas rechazadas por el PP- con la promesa de derogar el sanchismo.
En su afán por conquistar a todo el espectro político ha confesado que votó a Felipe González, cuyo cambio político en 1982 llama a emular desde el campo contrario.
Al frente del PP, Feijóo ha dado acomodo a los discursos más moderados, como el de Juanma Moreno, y los más ideológicos, como el de Isabel Díaz Ayuso, y ha reunido a las dos almas de partido, José María Aznar y Mariano Rajoy, en un mismo escenario.
Y lo ha hecho con una autoridad indiscutida, heredera de la que logró en Galicia, su mismo núcleo duro, que se ha mudado con él, y un control férreo de la información sobre sus decisiones. Con él los barones han recuperado su autonomía, sin perder de vista que le deben lealtad.
A las urnas Feijóo somete además una trayectoria de tres décadas de gestión, que se aleja de la política actual, nutrida de cargos provenientes de las juventudes, ya que al PP no se afilió hasta pasados los 40.
Licenciado en derecho, Feijóo abandonó su sueño de ser juez por el despido de su padre y opositó al cuerpo superior de funcionarios de Galicia, donde ascendió de la mano del popular José Manuel Romay Beccaría hasta lograr un puesto técnico de designación política en la sanidad gallega.
Desde ahí dio el salto al Gobierno de Aznar, para dirigir el Insalud y Correos. A Galicia regresó con la crisis del Prestige, por la renuncia del delfín de Manuel Fraga, Xosé Cuíña.
Tras ser conselleiro de Infraestructuras y vicepresidente primero, sucedió a Fraga al frente del PP gallego en 2006. Y con una oposición dura contra el bipartito del PSdG y el BNG devolvió al PP al poder.
A su primera mayoría absoluta, en 2009, le sumó otras tres, igualando a su predecesor, Fraga, al que ahora podría superar si logra que por segunda vez un gallego gobierne España.
Para lograrlo, Feijóo se ha presentado ante los españoles como alguien que "no es perfecto", pero sí "normal". Ha acudido con su pareja y su madre a las calles de su aldea, relatado que lo que más le divierte es jugar con su hijo, de seis años, y confesado una de sus asignaturas pendientes: no sabe inglés.