VALÈNCIA. “Enfrentarme al cuadro en blanco me estresa bastante. Me agobia no saber qué pintar. Y vuelvo una y otra vez a la pregunta de ¿qué hago? La imagen tiene mucho peso en la pintura. Estos bocetos son un planteamiento para ver qué elementos me interesan. El paisaje es un poco huida.”
Abre el bloc y pasa páginas hasta que encuentra el esbozo: un paisaje abstracto formado por manchas. Si te detienes a mirarlas vas detectando formas: un árbol, una montaña, una nube. Gema repasa el dibujo con el dedo y señala los elementos que lo componen. El bloc A3 cubre todas sus piernas y parte del pequeño sofá en el que se sienta, es el único mueble a salvo de manchas, todo lo demás en el estudio tiene trazaS de óleo o acrílico. Gema Quiles comparte espacio con Daniel Dobarco, Alex Gambín y Juan de Morenilla. Juan ahora no está, Alex y Daniel hablan sobre sus trabajos mientras se lían otro cigarro.
“Estos dibujos son para una expo que estoy preparando en Las Aulas de Castellón, dentro de la programación de la feria Marte. El año pasado la hizo Lucia Mora y el anterior Victoria Iranzo.”
Gema no suele empezar sus obras boceteando, pero, últimamente tiene muchas ideas y prefiere volcarlas en apuntes. Su libreta se ha convertido en una colección de formas, planteamientos y proyecciones. Va pasando las páginas y se ve que esos croquis no son para un solo cuadro, sino una colección de materiales que acaban reunidos en una pieza y dispersos por otras.
Para la próxima exposición lo que le interesa es la construcción del espacio, entrar dentro de un paisaje, no tanto, hacer una pintura autónoma. Por esta razón, para este nuevo proyecto, construye un universo de formas que se comprenden dentro de un paisaje y que luego se amplían en otros cuadros.
“Cuando pienso en un paisaje, pienso en un campo abierto, en como el paisaje no deja de ser la relación entre el fuera y el dentro de ese campo. Eso me permite darme ciertas libertades y en cierto modo eso es placentero. También pensaba hoy, mientras reflexionaba en el porque de haber llegado a estas pinturas, en que durante la carrera odiaba el paisaje. El paisaje era algo secundario; acabar haciendo lo que odiaba me da cierto gusto”.
La artista descompone el paisaje en campos semánticos que le permiten seguir con otras piezas.
El cielo, por ejemplo, funciona como excusa para hacer pruebas con el elemento de las nubes, para probar otras técnicas y ponerlas en relación con el trato material que le dará al cielo. Lo mismo pasa con los árboles o las montañas.
“Viene un poco del huir de la forma, aunque vuelvo a ella de manera más sintética como si fuera un juego de pictogramas. Reduzco el árbol a una forma y partir de ese momento el árbol es así. Repito mucho el mismo elemento hasta que lo siento propio. En estas piezas hay un componente de construcción de un universo simbólico”.
En el primer paisaje, árboles, nubes o montañas se ven como manchas. La pintora después de reducirlos a una forma sintética, los recoge y los lleva a otro soporte. En este transcurso el elemento tiende a volverse más grande y por ello a tener otro tratamiento plástico. En el cambio de escala Gema no amplia sus herramientas. “La construcción de mis piezas no es tanto pensar la imagen final, a mí lo que me interesa es la pintura y la materia, la construcción desde el gesto pequeño que se repite, simétrico”.
El árbol se ha reducido a una imagen sintética, una mancha mínima verde, aunque si te acercas la mancha está construida a base de pinceladas pequeñas que se repiten.“Tiene algo de tortura. La verdad es que podría trabajar con pinceles más grandes. Pero creo que así estoy más tiempo con la pieza, acabar formatos grandes, con tanto tiempo, me gusta. Es interesante pensar que mientras doy muchas pinceladas pequeñas dentro de un árbol estoy haciendo muchos árboles dentro del árbol. Aunque no lo pienso así mientras lo hago, esto es una lectura muy a posteriori”.
Cuando Gema pinta se acerca mucho a la pieza. “Me tiendo a cerrar, me gusta ponerme muy delante. Y al final me toca tirarme para atrás. Me gusta mucho el rastro que deja el pincel, me gusta seguirlo muy de cerca tanto que a veces no veo lo que estoy haciendo. Es involuntario.
Es interesante pensar que se acerca mucho y se pierde en el gesto mínimo mientras construye algo más grande. De repente se olvida de la imagen total para perderse en los detalles reducidos. Al final hay una pérdida en un interior que el espectador, sino se acerca, no percibirá.
La pintura tiene mucho de la repetición del gesto. En el caso de la obra de Gema Quiles hay una búsqueda de la repetición: en el gesto y en lo simbólico. Si bien, en la serie que prepara para Las Aulas, las formas elegidas son una repetición constante de los elementos de un paisaje abstracto, en su trabajo también hay cierto goce en la reiteración de los movimientos. “El hecho de la repetición per sé y como la somatizamos me interesa. Pero también la potencia de apropiación que tiene la repetición, cuanto más repites algo más tuyo lo haces”.
Sin embargo, para la artista la repetición no es la reproducción exacta de algo. La repetición siempre trae consigo diferencia y variación.“En el caso de mis obras no es el mismo árbol todo el rato, por ejemplo. Estás repitiendo una fórmula pero nunca es igual. En este boceto me interesaba la concatenación de formas repetidas, pero evidentemente, el árbol va cambiando aunque a primera vista parezca la misma cosa. En lo mínimo veo más posibilidades de variación que en lo máximo”.