CASTELLÓ. Decía en su cuenta de Twitter Esteban González Pons que a los políticos se les exige ser como al resto de mundanos, pero se les "machaca" cuando intentan serlo. Sus palabras hacen referencia a Ellas, su primera novela, y a sus ganas de hablar del sexo y del amor, ahora como escritor. Una extraña combinación con la que quiere "poner de actualidad el romanticismo".
Tras una vida gris, Jaime Monzón toma la decisión irrevocable de suicidarse y en ese trance recuerda las mujeres que han marcado su vida. Para dotarle de mayor veracidad, el eurodiputado popular escoge además València como telón de fondo, una ciudad -la suya- que aparecerá marcada por tres fechas: el verano de 1973, el “fastuoso” 2006 y “el triste” 2016. "Lo que aquí se revela será causa de escándalo", asegura Pons, quien también dedica dos capítulos a Benicàssim y a su playas.
-Un eurodiputado haciendo gira para presentar su libro. ¿Está siendo más amable hablar de literatura que de política?
-Me está costando que el personaje del autor no tape al personaje de la novela y me está sucediendo que por ser político se habla más de mí que de mi libro. No hay apenas preguntas sobre literatura.
-En las redes sociales ya le han llegado las primeras críticas por su forma de narrar las escenas de sexo explícito. En su defensa ha sosteniendo que a los políticos "se os exige que seáis como todos y se os machaca cuando lo intentáis. ¿Piensa que las críticas le llegan solo por ser quien es?
-Sí. Las primeras críticas que me vinieron en Twitter fue por utilizar la palabra coño, que está en el diccionario y al alcance de cualquiera. Si no fuera político nadie se habría escandalizado de que yo dijera 'coño'. Pero como soy político ha habido algunas mojigatas y mojigatos que han puesto el grito en el cielo. No tiene sentido que no podamos hablar de sexo, parece que un político cuando escribe una novela de amor esté obligado a hacerlo sin sexo. En la mía hay sexo y sexo explícito, porque también hay amor.
-Quizá tampoco una primera novela hubiera tenido tanta exposición de no ser un político, ¿no cree?
-Es verdad, pero también por el hecho de ser quien soy la gente ya tiene una idea preconcebida de mí y espera que haga determinadas cosas. En ese sentido, el libro les va a sorprender. Aun así no es lo más arriesgado que he hecho en mi vida. Antes de publicar una novela ya publiqué poesía y en esta te expones mucho más que en la prosa.
-En el prólogo del libro aclara que su novela se dirige a un público de entre 40 y 60 años. ¿No encaja su forma de entender el amor con la de los más jóvenes?
-No, pero me gustaría que los jóvenes lo leyeran, porque descubrirán la forma en la que sus padres entendemos el amor. Aun así, no me dirijo a los que nacieron entre los 60 y los 70, solo escribo sobre ellos. Mi protagonista es una metáfora de todo lo que nos ha sucedido a la generación de los adolescentes de la transición, que tuvimos que esperar a que nuestros padres se fueran para llegar a ser algo y cuando ellos se fueron resultó que nuestros hijos y hermanos pequeños eran más simpáticos, más graciosos y estaban mejor preparados. La generación de los nacidos en los 60 y 70 somos una generación abultada y perdida.
"La Isla de las tentaciones es un reflejo de que el amor ha dejado de ser un sentimiento de moda"
-Quizá estos no se envíen cartas- como resaltaba en otra entrevista- y lo más romántico que hagan sea devolverse un like en Instagram. ¿No puede ser que sencillamente el amor romántico está transformándose? ¿Por qué teme que esto ocurra?
-Temo que el romanticismo se está perdiendo, pero creo que volverá, porque es consustancial al amor. Y por lo tanto, al ser humano. En nuestra época enviábamos y recibíamos con frecuencia cartas de amor, yo he escrito muchas desde la mili. Ahora, ese tipo de literatura ha desparecido. El gran debate que tienen los jóvenes es si hay que borrar de Instagram las fotos sin camiseta de su ex después de romper.
-¿Es La isla de las tentaciones el reflejo de las relaciones actuales?
-La Islas de las tentaciones es un reflejo de que el amor ha dejado de ser un sentimiento de moda para dejar paso a los sentimientos que corren por las cloacas: la infidelidad, el olvido o las relaciones sexuales sin amor. Yo defiendo los sentimientos, rompo una lanza en favor del amor eterno y creo que, aunque el tópico diga lo contrario, los jóvenes de hoy creen en el amor tanto como creíamos sus padres.
-Define la suya como una generación "pasarela" entre Dios e Internet. ¿Ya no queda fe?
-La fe es algo personal, pero lo que sí es cierto es que a mi generación se la educó como si Dios estuviera mirando todo lo que hacíamos en nuestro dormitorio. Nos hemos hecho mayores y ahora el único que mira todo lo que hacemos es Internet. A mi generación la educación sexual nos la dio un cura, una persona que por definición jamás ha utilizado el sexo y jamás lo va a utilizar. Es como si nos enseñara a conducir un peatón. Después, cuando las cosas cambiaron y los curas dieron un paso atrás, mi generación se topó de bruces con el sida, cuando no había manera de controlarlo y cuando era mortal. Nosotros no tuvimos un aterrizaje suave. Los chicos creíamos que para poder besar a una chica primero había que pedirle salir y lo malo es que después de haberlo hecho nos parecía que todo lo demás venía dado. Por su parte, a las chicas se las educó como si fueran a ser libres y cuando se casaron descubrieron que a sus hermanos, como a sus maridos, no les habían enseñado a hacerse la cama ni a limpiarse los calzoncillos. Mi generación es una generación puente, entre el pasado y el presente. Estamos perdidos en el mundo de hoy y necesitados de alguien que nos tenga un poco de cariño.
¿Son las relaciones de ahora más libres o menos?
-Son infinitamente más libres. El mayor favor al amor se lo ha hecho el feminismo. Gracias a él las relaciones amorosas son entre iguales. Antes si una relación era en pie de igualdad es porque el varón condescencia a que la mujer fuera igual; ahora el varón no tiene que hacer ningún favor, porque las dos personas, con independencia del genero que tengan, pueden ser felices. La paradoja es que hoy el amor está menos valorado, aunque sea más libre.
-Muchos políticos se quejan de Twitter. Pero, ¿qué sería de la política moderna sin esta red social?
-No existiría política moderna sin Internet, pero lo de Twitter es casi un fenómeno español. En el resto de Europa la red que más mueve la política es Facebook. No se si sería mejor o peor, pero lo que tenemos que tratar es de que exista política de verdad en las redes sociales. Es decir, el reto no es hacer desaparecer las redes sociales para que la política vuelva a ser como antes, eso es imposible. El reto es que con las redes sociales, seamos capaces de hacer la buena política que en algún momento hicimos antes.
-¿Por qué piensa que la relación entre cultura y política es inviable?
-La política perjudica a la cultura, siempre trata de aprovecharse de ella. Por su naturaleza, la política no puede ser inocente y la cultura cuando se deja proteger acaba corrompida. Esta debe ser siempre libre y crítica con el poder y eso es imposible si recibe sus subvenciones y si depende de ella para sobrevivir. Por eso creo que hay que ayudarle pero separarla de la influencia del poder. Yo como escritor intento mantenerme lo más alejado posible de los políticos.
-¿Eso significa que debe ser la gran olvidada de los presupuestos?
-La cultura debería estar presente en los presupuestos, eso sin lugar a dudas, pero me refiero a algo más. A que cuando el poder subvenciona la cultura siempre intenta manipularla y cuando la cultura necesita de los presupuestos para sobrevivir, siempre se acaba dejando manipular.
-Ellas también habla de las segundas oportunidades. ¿Se la dará usted mismo escribiendo más libros?
-Sí. Me daré la oportunidad de escribir una nueva novela y si publico suficientes espero que mi puerta giratoria como político no me dirija hacia la empresa privada ni hacía ningún lobby sino hacía la literatura.
-¿Qué expectativas había tras su debut?
-Me gustaría conseguir tres cosas. Ante todo descubrir a muchos jóvenes el romanticismo, pero también quiero que sirva para hacer un examen de autocrítica de València y de la Comundad Valenciana, exactamente de los años de la burbuja inmobiliaria. Ha llegado el momento de empezar a mirar hacia atrás y examinar lo qué hicimos bien y lo que hicimos mal. Y tercero, y más importante, he querido hacer una metáfora de la generación a la que pertenezco, que podríamos llamar 'Príncipe Carlos'. Esperábamos siempre que la reina se muriera y no se murió, y cuando se hace vieja resulta que nuestro hijo se ha hecho más simpático que nosotros. Me gustaría que Ellas fuera recordada como la novela que retrata a los niños del 'baby boom'; aquellos que nos pasamos la vida colgados del barco de Chanquete.
-¿Se atreverá en sus novelas futuras a hablar de la actualidad?
-La próxima aspiro a que sea un thriller político.
-En otras entrevistas dijo que no quería escribir de lo que escriben todos los políticos, es decir, de un thriller. ¿Se suma finalmente?
-Lo he dicho mal. Los políticos acostumbran a hacer novelas de misterio. Yo a lo que aspiro es a escribir una ficción política.
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