De mapas y carteles a clubs de lectura sobre asuntos etnográficos, las entidades valencianas doblan su apuesta para convertirse en espacios de referencia en los que ejercitar el músculo del recuerdo y la identidad grupal
VALÈNCIA. ¿Es posible que en pleno año 2022 todavía quede un ser humano sobre la faz de este espeluznante planeta que piense que las bibliotecas son únicamente un almacén de libros? ¿Quizás todavía haya una parte de la población que crea que la única función de estas entidades es el préstamo de obras encuadernadas? Desde Castellón Plaza tenemos (algo de) fe en la humanidad y queremos pensar que todo hijo de vecino tiene ya grabada a fuego en la corteza cerebral la idea de que estos espacios son un escenario para todo tipo de actividades que acercan el conocimiento a la ciudadanía. Entre ese chisporroteante revoltijo de iniciativas, hay una corriente que cada vez va ganando más terreno en el ecosistema de las bibliotecas valencianas: la difusión y promoción de la cultura popular. Ya sea recogiendo material sobre las fiestas de un municipio o fomentando clubs de lectura que abordan asuntos etnográficos, las bibliotecas de nuestro territorio agitan sus emblemas en tanto que guardianas de la memoria colectiva.
Este empeño ha cogido carrerilla recientemente gracias al lanzamiento de BiblioPOP, marca paraguas impulsada por L’ETNO que engloba a las bibliotecas comprometidas con las costumbres de estos lares e implicadas en la realización de proyectos que toman el saber autóctono como eje vertebrador. Así, se busca fomentar un mayor intercambio de materiales entre las entidades adheridas y abrir otros caminos de diálogo a ritmo de tradición comunitaria.
Pero, ¿de qué hablan las bibliotecas cuando hablan de raíces y cultura popular? En el caso de Algemesí, el gran empeño ha sido nutrir sus instalaciones de un fondo local rico y diverso que preserva el pasado y explica el presente. ¿La meta? Convertirse en un enclave de referencia para cualquiera que desee conocer en profundidad las entrañas de su geografía. “Algemesí es un pueblo con mucha actividad creativa, científica e investigadora. Esto se refleja en su patrimonio documental, que hay que preservar y difundir. Es una de nuestras funciones y tareas intrínsecas, forma parte de nuestra razón de ser. No podemos recopilarlo todo, pero sí una muestra representativa de lo que está pasando en cada momento. Esta información potencia la vinculación del ciudadano con el entorno y la comunidad a la que pertenece y ayuda a recibir a los recién llegados”, explican desde el centro.
La suya es una tarea sin final delimitado, eterna: “como la vida local no para, toda la colección documental que genera tampoco lo hace. Es un fondo en continua expansión. La tarea se complica más cuando a la documentación en papel hay que sumarle lo que se genera en internet. Requiere tiempo y personal. Al final, se trata de una biblioteca paralela dentro de la colección general. Hace falta de especialización para gestionar el fondo, hay que conocer bien la comunidad donde convivimos”,
Así, este registro alberga todo tipo de producciones. Quienes se asomen a él, encontrarán, entre otros muchos ingredientes, carteles, material cartográfico, informes, folletos, manuscritos, incunables, registros sonoros y multimedia, fotografías, postales, documentos de asociaciones... Pausa para coger aire. Bien. Seguimos. También en este inventario conviven objetos de merchandising (abanicos, tazas, pulseras promocionales, bolsas...), catálogos comerciales y documentación electoral. Como bola extra, acogen también las bibliotecas personales de figuras de referencia en el pueblo. Y no acaba aquí la empresa, sino que toma también carices digitales: “comenzamos el proyecto de un archivo de webs, inexistente en otro pueblo valenciano, centrado en recopilar páginas relacionadas con el municipio”.
Por su parte, Potries se ha convertido en anfitrión de la Festa Valor, una velada protagonizada por las rondallas de Enric Valor que contó con la narración oral de Almudena Francés y Victor Labrado y con el acompañamiento musical de Pau Barberà. “Es una fiesta para todos los públicos, que puede gustar a todos y además pone en valor no solo la figura de Enric Valor, sino también toda la cultura que él fue recopilando. En Potries ya llevábamos un tiempo apostando por actividades relacionadas con el patrimonio valenciano y esta iniciativa encajaba perfectamente en esa línea de trabajo. Se trata de fomentar la lectura desde ámbitos distintos, aprovechando todos los momentos que tengamos. En las siguientes ediciones, me gustaría poder ampliar la Festa y abrirla a otros públicos”, apunta Borja Fuster, responsable de la entidad.
En ese paraje, el aguijón de la curiosidad cumplió con éxito su misión: “al día siguiente, varios vecinos vinieron a pedir prestados algunos de los volúmenes de las rondallas de Valor. Haber escuchado esas historias les estimuló a leer otras parecidas e incluso me propusieron que adquiriéramos para los fondos de la biblioteca otros tomos. Mucha gente solo está al día de las novedades editoriales y se han sorprendido de que tuviéramos ciertos relatos que llevaban años publicados”, sostiene Fuster.
Más allá de ejercitar el músculo del recuerdo, apostar por el patrimonio y las señas propias ayuda a que cada biblioteca consolide su identidad, a que se moldee una personalidad única y exuberante. Como señalan desde Algemesí, este movimiento estratégico, aporta a la institución “pertenencia a un territorio, a una gente, a unas costumbres. Le aporta riqueza, carácter, raíces. Cada biblioteca pública municipal es única como cada municipio lo es”. “La idiosincrasia del pueblo se ve reflejada ahí, en ella se pueden consultar sus peculiaridades. Se trata de contenidos que, de otra forma, se perderían. En el caso de las grandes ciudades, ese modelo se puede ver en la biblioteca de cada barrio”, comenta Pilar Sánchez Chulià, bibliotecaria en Aldaia.
En el mismo sentido, Bárbara Gascó, bibliotecaria en L’Eliana, defiende que un hecho diferenciador de estos centros es su sección local “que en cada centro es única. La biblioteca tiene que ser un referente en esos contenidos, tiene que facilitar el acceso al fondo y difundirlo”. Por otra parte, tener una identidad propia hace que estas entidades sean “más conocidas, utilizadas y valoradas”, subrayan Vicen Mulet Ferer y Silvia Leyda Fornés, responsables de la Biblioteca Carme Miquel de Gata de Gorgos.
Precisamente esa es nuestra siguiente parada en este itinerario en el que confluyen el afán bibliófilo y la historiografía de proximidad. Y es que, una de las actividades seleccionadas en Gata de Gorgos para explorar las tramoyas de la cultura popular es la celebración de un Club de Lectura en torno al libro Fadrines. El procés de no casar-se en la societat tradicional valenciana. “Apostamos por esta actividad porque nos parece un tema que en las mujeres siempre ha estado mal visto. Queríamos profundizar en él para dar visibilidad a todas esas mujeres que antes estaban estigmatizadas en los pueblos por esta circunstancia. Antiguamente, a una mujer que no tenía novio o parecía que no se iba a casar se le decía ‘Te quedarás para vestir santos’; expresiones como esta menospreciaban a la mujer por el simple hecho de no tener un hombre a su lado”, explican.
¿Y qué pasa con Aldaia?, pregunta alguien por la calle. Pues el anhelo por atesorar las peculiaridades del municipio ha cristalizado en un vínculo firme y duradero con sus fallas. “Nos dedicamos a conservar la memoria del pueblo y esa memoria son también sus fallas. Cada año, la fallera mayor y el presidente de cada falla del pueblo vienen y nos traen su llibret. Con esas piezas organizamos una exposición para que la gente pueda conocer esas obras, porque si no, como mucho conoces el llibret de tu barrio, pero no el del resto de entidades falleras. Junto a esas obras, mostramos también una selección de libros relacionados: títulos sobre la creación de los monumentos, la indumentaria, los artistas falleros, la gastronomía valenciana… Con solo sacarlos de los estantes, consigues que la gente se interese por ellos y quiera llevárselos a casa”, apunta Sánchez Chulià.
También hay fallas que les han donado su archivo fotográfico “para que lo podamos conservar. Gracias a este vínculo tenemos un material que de otra manera sería muy difícil conseguir y, para ellos, es una garantía de que no se va a perder y lo van a poder consultar siempre que lo necesiten”. No solo de llibrets vive el ansia bibliotecaria, así que también han realizado “charlas sobre indumentaria, fomentamos que se hagan el carnet de la biblioteca, ayudamos con nuestros fondos en la redacción de relatos y hemos montado una exposición con los asuntos que las fallas han criticado a lo largo de los años”, resalta.
“En el día a día no se le da mucha relevancia a la cultural tradicional, pero hay momentos en los que alguien tiene necesidad de consultar un material concreto y ahí se dan cuenta de que hace falta que alguien lo haya conservado y clasificado, comprenden que la labor de la biblioteca es trascendente. De hecho, si hay un contenido que no tenemos nosotros, ya no saben dónde buscarlo, porque somos la memoria de la colectividad. Son materiales, como los programas de fiestas, que no se venden, así que son muy difíciles de conseguir cuando pasan unos años. Muchas veces la gente los ha tenido por casa y al final los ha acabado tirando. Estos contenidos vinculados a actos efímeros se van perdiendo”, indica la bibliotecaria de Aldaia.
En el caso de l’Eliana, su cometido en cuanto al patrimonio autóctono se está desarrollando surcando los firmamentos 2.0 de la Wikipedia. Así, en 2016 lanzaron Wikiproyecto l'Eliana: historia local en Wikipedia, una iniciativa “de creación de artículos de nuestra historia en Wikipedia para los que la biblioteca proporciona bibliografía. Para esta actividad contamos con del Centre d'Estudis Local de l'Eliana (CEL). En 2019, pusimos en marcha el Wiki Loves Folk l'Eliana: durante las Fiestas Patronales los participantes fotografiaban los diferentes actos y después se subían a Wikimedia Commons, el repositorio multimedia de Wikipedia. Y en septiembre de este año retomamos las actividades wikipedistas con una wikimaratón sobre nuestras deportistas, rindiendo homenaje al equipo de balonmano femenino el Osito l'Eliana que en 1997 consiguió la Copa de Europa”, explica Gascó.
Pero recrearse en la propia identidad no implica cultivar el aislamiento, sino todo lo contrario. Las singularidades de cercanía adquieren mayor brillo cuando el trabajo se conjuga en red, cuando se alienta la suma de ángulos. “Para gestionar el patrimonio documental ya no se puede trabajar en solitario, hay que pensar en trabajo colaborativo y transversal con otras instituciones y asociaciones para crear sinergias, no duplicar colecciones, ni recursos ni tareas”, destacan desde Algemesí. Es ahí donde BiblioPOP despierta más complicidades:“debemos reivindicar nuestras raíces, lengua, costumbres y el saber popular y darlas a conocer. Solo conociendo el pasado podemos hacer un buen futuro. Solo si las nuevas generaciones conocen sus raíces podrán hacerlas suyas y contribuir a que continúen vivas. No se nos ocurre ninguna institución mejor que las bibliotecas, mediante BiblioPOP, para esta labor porque disponemos de las herramientas y conocimientos para poder preservar y poner a disposición de la comunidad este patrimonio”.
No sabemos cuál es la pregunta, pero si se trata de ejercitar el músculo del recuerdo y hacer espeleología en las raíces de proximidad, la respuesta está en una biblioteca.
El incumplimiento detectado se refiere tanto a recursos y cualificación del personal como a recursos materiales y funciones que se realizan en las bibliotecas