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LA LIBRERÍA 

Guillem Santacruz: "Europa siempre ha tenido conciencia de su propio final"

Novelista y colaborador en medios como Público, donde escribe sobre literatura y filosofía, el autor catalán ha sido ganador del vigesimosexto Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla

21/03/2022 - 

VALÈNCIA. Existen problemas irresolubles, o al menos, irresolubles para las capacidades humanas, aunque el optimismo curioso que nos sacó parcialmente de las tinieblas nos empuje a encarar la búsqueda del conocimiento con heroico arrojo: estos problemas, creemos, tienen que ver con aquello que no somos, y que por tanto, no es inconcebible comprender, por ejemplo: el infinito. Comprendemos la idea de lo que es el infinito, pero el infinito, ¿qué es? ¿Existe lo infinito? ¿En calidad de qué existe? Desde nuestra finitud, algo así queda extraordinariamente fuera de nuestro alcance. En estos días de guerra omnicanal tenemos que vérnoslas más de lo habitual con el eco constante de la muerte, y no solo de la muerte: también con la amenaza del final, pero el de todos. ¿De veras estamos hablando de una Tercera Guerra Mundial? ¿Eso no era algo que le pasaba a otros? A estas alturas de la película humana, en realidad, no sorprendería en exceso que avistásemos una flota extraterrestre camino de la Tierra. En pocos meses hemos recordado que las cosas, como se suele decir, pueden escalar muy rápido.

Eso de morir es algo bastante incomprensible, pese a ser de lo más común. No hay nada tan común, de hecho. Lo hacen los seres humanos y también los animales y las plantas, y en general, todo lo que vive (o eso creemos). Sin embargo, nos cuesta horrores imaginarnos cómo funciona, es decir: nos empeñamos en encontrarle una continuidad, porque si no, no hay forma. ¿Yo me voy a apagar y ya está? ¿Y qué pensaré justo después? Es como aquello del big bang: ¿y qué había antes? ¿Por qué hay algo en lugar de nada? Incluso quien apela a una mano creadora, vale: ¿y quién creó a la mano creadora? Nadie, ya estaba. Bueno, eso es igual que lo del big bang. Son muchas las dudas. La ciencia nos ayuda a obtener respuestas, y en el propio espíritu de la ciencia se encuentra una fuente cuya naturaleza la mayoría de la gente desconoce, y a la que tampoco se le da la importancia que merece. En el propio centro de las ciencias se encuentran las matemáticas, la herramienta definitiva del Homo sapiens. ¿Cuáles son sus límites, qué podrían llegar a revelarnos? Guillem Santacruz, ganador de la vigesimosexta edición del Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla, ha imaginado qué sucedería, en el plano personal, si de pronto cayésemos en la cuenta de que hemos accedido al libro de la vida y la muerte haciendo uso de la llave del dios de las matemáticas. La conjetura de Reiner, que publica Algaida, es un libro apasionante, muy bien escrito, muy lúcido, que maneja la ciencia, el humanismo o la mitología con gran talento, cosiendo lo uno con lo otro en un relato que una vez se empieza, no se puede soltar. A propósito de su libro, que además contiene la sombra de la Europa de las grandes guerras, hemos hablado con el autor:

-¿Qué dirías que es la muerte?
-La muerte tan solo dura un instante. En realidad, cuando hablamos de la muerte nos estamos refiriendo a lo que ocurre después de la muerte. Es un misterio sin respuesta, igual que cuando nos preguntamos por que existé el mundo cuando podría no hacerlo. Sobre la muerte no puede decirse nada, pero nuestra especie es indisociable de la cultura, el arte, la literatura y la conversación.

-¿Y Europa, qué es?
-En el fondo, no es más que una idea. Así se refiere George Steiner en un breve ensayo sobre nuestro continente. Europa, para mí, es la literatura, la filosofía, el arte, el pensamiento abierto y moderno. Es un hilo que va de Grecia hasta la actualidad, más una comunidad universal de valores que un territorio de naciones separadas. La realidad, por mala suerte, es bien distinta si observamos lo que está ocurriendo en Ucrania.

-¿Cómo es la relación entre Europa y la muerte? ¿Cómo parece que será?
-Europa siempre ha tenido conciencia de su propio final. Es una mentalidad apocalíptica que, más que confirmarse, ha servido para continuar alimentando su tradición. Lo cierto es que si algo caracteriza a Europa es su capacidad para seguir transformándose. En el fondo, si la cultura europea tiene algún valor es por su capacidad de abrirse a la diversidad e integrar lo que es diferente. Un europeo es políglota y viajero.

-En tu libro se habla de enigmas [permíteme la imprecisión en cuanto a terminología matemática] irresolubles. ¿Se puede entender el no ser desde el ser? Nunca no hemos sido.
-Para responder a esta pregunta no poseo más que el lenguaje y las novelas. Tengo la impresión de que mientras leemos una novela existimos de una forma distinta a como lo hacemos en cualquier otra circunstancia. Nuestra mente toma una forma especial y gana comprensión sobre temas inalcanzables en condiciones normales. Las palabras, por acumulación, consiguen crear un efecto de trascendencia que, por breves momentos, consiguen iluminar las zonas oscuras de la existencia. Los espacios que entonces se abren son muy bastos y quedan en nuestra memoria más como intuiciones que como conceptos.

-¿Será cierto eso que se afirma en tus páginas, que cualquier razonamiento empieza de la imaginación?
-La separación entre razón y fantasía es radicalmente impostada. La imaginación, cuando se canaliza mediante el lenguaje, se convierte en un indicio de verdad. Lo que ocurre es que las novelas, en lugar de presentar lo verdadero tal como es, lo transforman en símbolo y alegoría. La fantasía no son solo los sueños y lo oculto, sino la representación de lo real. En este sentido, sería muy útil leer con atención a Baltasar Gracián cuando se refiere a la idea de ingenio.

-¿Podrán las matemáticas [y la lógica], que no son exactamente ciencia, sino lo que está en el corazón de todas ellas, ayudarnos algún día a entender ese gran misterio que es el final?
-La lógica y las matemáticas, por su forma de ser, parecen quedar fijadas fuera del tiempo: sus verdades, una vez se demuestran, no pueden someterse a ningún cambio. Esta característica, que las deja fuera del tiempo, por lo menos de nuestra percepción del tiempo, es lo que las acerca a la idea de muerte, que también se sitúa más allá del tiempo. Lo interesante es que, al contrario de la muerte, la lógica y las matemáticas sí que se manifiestan en nuestro mundo.

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