BRUSELAS. “Raros son esos tiempos felices en los que se puede pensar lo que se quiere y decir lo que se piensa”. Esta frase de Cornelio Tácito, senador y cónsul en el año 97, Gobernador de Asia, podríamos suscribirla en este momento de la historia, casi dos mil años después. Y esta frase es la que nos viene a recordar “Los silencios de la libertad”, el último libro de Guillermo Altares, periodista y pensador, si es que ambas palabras pudieran estar unidas. En su libro, Altares evoca pensamientos y vivencias de sus viajes como corresponsal para El País por Europa, sus guerras y sus postguerras. Sus idas y venidas se reflejan también en una zigzagueo por la historia, de Atenas a Roma y a Berlín, vuelta a Atenas y, de nuevo en Auschwitz… Como si de un ruleta se tratara, Guillermo Altares le da vueltas a una Europa que se tambalea a las puertas de una guerra que se descifra interminable.
-“Veo en “Los silencios de la libertad” pensamientos y reflexiones, idas y venidas por nuestra historia y por nuestra vida interior, como ciudadanos europeos y como herederos de la democracia.
-En el momento en el que estamos, la democracia es un camino que tenemos que recorrer. En realidad, me decía un amigo que es verdad, que el libro habla mucho del pasado. De hecho empieza con la democracia ateniense hace 25 siglos hasta el presidente húngaro Viktor Orban. Sí, pero yo creo que siempre estás hablando del presente y, efectivamente, creo que él. El libro nace de una preocupación por el presente, cuando me pregunto hasta qué punto la democracia es resistente. Pienso en la fragilidad de la democracia, los peligros que corre y que no nos podemos sentir seguros. O bien, podemos poner los pies de encima de la mesa y decir todo se acabó. O hay que seguirla manteniendo, cuidando y trabajando por ella. Y para ello utilizo el pasado, para reflexionar y tratar de pensar sobre el presente y los peligros que la democracia corre en estos momentos.
-Por eso las visitas constantes a la Grecia clásica, a Roma, a nuestros pensadores…, yendo y viniendo en todo momento.
-Bueno, eso es lo que me ha costado a la hora de escribir y, sobretodo, de reescribir. Porque una de las ideas es que hay relaciones mucho más profundas de lo que podemos pensar con nuestro pasado, que cosas que nosotros creemos nuevas en el fondo no lo son. Por ejemplo, descubrí justamente trabajando para este libro que la Atenas clásica, o sea, la Atenas democrática, sufrió dos golpes de Estado y después del segundo se hizo la primera amnistía de la historia, cuando nosotros todavía estamos debatiendo sobre la amnistía de la Transición.
-¿Se hizo mejor aquélla Transición que la nuestra? ¿Se apeló al olvido?
-Se hizo bien o se hizo mal. Pero cuando se acaba la dictadura, los griegos deciden olvidar los crímenes del pasado. Y todas las personas que no hayan cometido crímenes de sangre, simplemente, no podrán ser perseguidas por las cosas que hicieron. NI por su apoyo a una dictadura, a una dictadura militar y un golpe de Estado. Y es muy interesante porque ellos dicen: “¿Cómo vamos a construir el futuro? ¿Basándonos en el pasado y peleándonos? No, recordándolo todo. Por otro lado, claro, a la vez tampoco puedes perdonarlo todo, ni todo el mundo se comporta igual. De ahí esos nuevos problemas que nosotros hemos tenido y creo que ahora tienen todas las sociedades que han salido de una dictadura, actualmente la nuestra, y que ya se planteaban en la Grecia clásica hace 2.025 años.
-En una Europa lidiando para parar una guerra vecina, ¿cuáles serían esos problemas? ¿Dónde estaría el enemigo?
-Hay muchos países donde está gobernando la derecha y ya es notable un preocupante crecimiento en ideas como la xenofobia. El racismo en Europa es creciente en los dos países europeos donde la democracia yo creo que está en peligro, como ha señalado la Comisión Europea, y que son Hungría y Polonia. Realmente, la Unión Europea está poniendo en marcha todos los mecanismos que tiene en su mano para frenar ese deterioro del Estado de Derecho, lo cual no quiere decir que desde la izquierda también haya ataques contra la democracia. Hay una diferencia y es que la ultraderecha está llegando al poder en muchos países y la ultra izquierda, no. Y cuando ha llegado, como ocurrió en España con Podemos, no ha habido ningún problema, digamos, grave no. En cambio, sí que hay muchos países donde está gobernando la derecha.
-¿Cuándo comenzó a pensar este libro? ¿Antes o después de la guerra?
-Llevo cinco años con él, pero la la guerra me obligó a reescribir algunas cosas, no sólo la guerra. Pero me ayudaron las conversaciones con amigos que habían sido enviados especiales en Ucrania y que cubrieron la matanza de Bucha. Y me decían que lo más impresionante es que Bucha podríamos ser nosotros, personas normales con su vida, y que una mañana se despiertan y todo está ocupado por los rusos que empiezan a matar gente y a dejar los cadáveres tirados en la calle. La advertencia y la sensación de impunidad de que mato a alguien y lo dejo tirado es muy impresionante. Y eso le ocurrió a gente que creía vivir de forma normal, que no pensaban que, de repente, los ruso iban a poder entrar. Una cosa que me pone de los nervios es esa especie de ambivalencia ante lo que está ocurriendo en Ucrania.
-En esta Europa y en tiempos de guerra, donde se castiga la equidistancia, ¿hay peligro de que se conduzca a la sociedad hacia el pensamiento único?
-Yo soy equidistante respecto a determinados temas en que se posiciona mucha gente tanto de izquierda como de derecha, porque nos puede llevar a un pensamiento inmovilista respecto a lo que tenga que venir. Respecto a Ucrania, a la que estamos ayudando incluso con armas, no se puede realizar una crítica desde el pacifismo. ¿Ser pacifista es enfrentarte o es cruzarte de brazos? ¿O puede haber un tipo de pacifismo que incluya armar a Ucrania para defenderse de Rusia? Lo que sí creo es que hay un momento en que hay una agresión y que esa agresión se tiene que parar o estaríamos en peligro todos. Estamos en contra de la carrera de armamentos, pero claro, luego llega la vida real.
-¿Estamos ayudando a desangrarse a Ucrania?
-Estamos ayudando a Ucrania a defenderse. Por otro lado, es evidente que la entrada de material bélico alarga la guerra. Pero la otra opción, que es la que no quieren los ucranios y por eso han pedido ayuda al mundo, es vivir sometidos a una ocupación militar. En la guerra de los Balcanes nos quedamos de brazos cruzados, diciendo “esto no va conmigo”. Ahora Europa interviene. Porque antes de los bombardeos de la OTAN contra Belgrado, cuando se descubre la matanza de Srebenica, se bombardean las defensas, las piezas de artillería con las que Serbia atacaba Sarajevo. Es la primera vez que cazas de la OTAN bombardean el espacio Europeo. Y, claro, la pregunta es ¿por qué no se intervino antes? ¿Y por qué Europa permitió esa matanza? Porque habría significado la Tercera Guerra Mundial. He recorrido muchas posguerras y te das cuenta de lo que cuesta recomponer un país después de una guerra. De hecho, Bosnia sigue siendo un país pegado con tiritas y con dos comunidades que se siguen mirando con recelo.
-Llega a Valencia con este libro en el Día de Europa y justo después del advenimiento de la ultraderecha en Chile. Parece una premonición…
-Digamos que hay una principal preocupación que recorre el libro y que a mí me preocupa mucho. Y es la subida de la ultraderecha y su normalización. La derecha está llevando la delantera en muchos países del mundo y vemos cómo cosas que parecían intolerables e imposibles se van normalizando. Francia es el ejemplo más claro. La primera vez que el Frente Nacional pasa a la segunda vuelta en las elecciones francesas en el año 2002, se creó un escándalo enorme y fue con el padre, Jean-Marie Le Pen. Hubo una movilización masiva porque no se podía permitir. El 90% de los franceses votaron a Chirac y, muchos de ellos, eran personas que habían votado toda su vida a la izquierda radical. Entonces, ¿cuándo se ha normalizado que el Frente Nacional pase a segunda vuelta? En España, no había ultraderecha o estaba escondida. Ahora ha crecido un partido que pone en peligro muchos de los valores en los que se basa una sociedad democrática.
-¿“Los silencios de la libertad” pasan por China?
-China está muy presente en el libro y es una de las grandes preocupaciones. Porque durante muchos años se pensó que, una vez que China entrase en la economía de mercado, acabaría por convertirse en una democracia. Pero, no. Y Estados Unidos también está presente, aunque no creo que sea un país donde la democracia esté pendiente de un hilo. Sin embargo, nunca pensamos que fuera posible algo como el asalto al Capitolio… Pero China preocupa, porque es una dictadura tecnológica, con reconocimiento facial y con campos de concentración. Es el control de la sociedad y del individuo, cosas que Orwell intuyó que podrían pasar. No sabemos hasta dónde llegarán con la Inteligencia Artificial, pero es la nueva guerra. Esto de los tanques que van por ahí dando vueltas por Ucrania, esto es una tontería. Esto es el siglo pasado, ¿no? No tiene sentido. La verdadera guerra comenzará cuando se caiga la red eléctrica y los servidores de internet, y se ataque con drones. Es uno de los misterios de la guerra de Ucrania, ¿por qué no han utilizado más ataques informáticos masivos… Se cree que Ucrania se ha defendido bastante bien porque tiene ayuda norteamericana para repeler los ataques informáticos. Pero tendría que ser una guerra de drones. Aunque tampoco lo cuentan y porque los Estados tienen sus propios cortafuegos. Son las infraestructuras críticas, claro, pero al final, en Ucrania hay una guerra del siglo pasado.
-La verdad es la primera víctima en una guerra. La gente, en esta sociedad de loa información, no sebo discernir de lo que es información, opinión o fake news. Cada vez se radical y se polariza más. ¿Estamos a las puertas de una involución democrática?
-El problema es la juventud. Los medios de comunicación tradicionales como televisión, radio, etcétera no los escuchan. También están indefensos y cautivos ante todo lo que les entra por esta pantallita o la otra -señala el teléfono y el ordenador-. Sin tener criterio para saber qué es información y qué es propaganda. Por eso hablo de la democracia ateniense. Está claro que yo estudié filosofía, además de periodismo, y que en filosofía no existe la verdad, sino que es una cosa epistemológica. Después, la vida real existe y nosotros estamos en la realidad material. Pero hay sociedades, como Estados Unidos, en las que la verdad se ha roto, como la verdad alternativa de Trump. Y eso es una ruptura muy profunda en la sociedad, porque una cosa es que nosotros estamos de acuerdo en lo que es y en los problemas que luego diferentes ideologías traten de enfrentarse a sus problemas de manera diferente. Y otra cosa es negar la existencia de sus problemas o vivir en un mundo donde la realidad es otra, donde no estamos ni siquiera de acuerdo en lo que no es.
-Me sigue preocupando el no aceptar lo que se ve, de la ciencia, de los hechos científicos demostrados. E incluso de dudar de la democracia, especialmente en la gente joven, que ha denostado la Transición.
-Eso ocurrió con la pandemia, que no se creyeron el virus y las vacunas. Pero yo soy creyente, no sé si es la palabra. Pero sí creo que la prueba de que la Transición funcionó es que vivimos en una democracia. Se hizo lo que se pudo. Hubo un momento en que ETA mataba todos los días, hubo un golpe de Estado y durante unas horas no se supo lo que iba a pasar. Pero, no sólo los políticos sino la inmensa mayoría de la sociedad española estuvo de acuerdo en que se debía avanzar y se avanzó hasta construir una democracia sólida. Para mí, la Transición fue un éxito. Y la Constitución del 78, basada en un consenso de las fuerzas políticas, no creo que se lograra hoy. Por eso es importante conocer la historia.
-Ese último pensamiento remite a una frase que sería el resumen de su libro: los pueblos deben conocer su historia para evitar repetirla.
-Sí, es importante conocer la historia y lo que se hizo bien y lo que se hizo mal. Hubo un tiempo en la historia de la Europa del siglo XX en los que hubo momenos grandes de libertad que se perdieron, como la República de Weimar. Y que dieron paso a Hitler y a la guerra. No demos nada por garantizado. No pensemos que las libertades están garantizadas, sino que debemos luchar por ellas.
Candaya publica esta historia que se proyecta desde un volumen de relatos para convertirse en la narración íntima de la búsqueda de una casa a la que poder volver