El otro día comentaba con un compañero que alguien tenía pendiente reflexionar sobre si la Comunitat Valenciana se estaba germanizando. Las inversiones industriales de grandes compañías, entre ellas y a la cabeza la alemana Volkswagen, la decisión de la multinacional Ford de fabricar sus modelos en Almussafes en lugar de hacerlo en su planta de Saarlouis en El Sarre, que supone la diferencia entre mantener o no miles de puestos de trabajo en nuestra provincia, o la elección de València como sede del programa universitario de emprendimiento más exitoso de Europa, el CDTM, originario de Munich.
Pero la realidad es que, hasta en sus sombras del pasado reciente, la Comunitat Valenciana podía definirse desde el prisma alemán. Precisamente de esa ciudad, de la que adoptamos este programa universitario, era Hans Magnus Enzensberger. El ensayista, uno de mis autores favoritos, escribió un pequeño libro titulado La balada de Al Capone para analizar no sólo la relación entre mafia y capitalismo, sino también el porqué de la popularidad del mafioso. Cómo aquellos que, a todas luces, están aprovechándose del delito pueden ser apoyados e incluso admirados por los que son, en su inmensa mayoría, perjudicados por esas acciones. El porqué del poder y del gobierno, democrático o no, de los corruptos y su pervivencia a través del deseo de formar parte del beneficio explicaba para él que permitieran y sustentaran esta estructura.
Para él no es el miedo lo que explica el fenómeno, sino la aspiración. Que se lo digan a Berlusconi o al Partido Popular de la Comunitat Valenciana. A los Zaplana o Camps del ‘levante feliz’ o la Fórmula 1, que mientras la autonomía se empobrecía paulatinamente respecto al resto de España dudo que leyeran el libro que, sin saberlo, protagonizaban. Era el emborrachamiento colectivo, el deseo y esa mentira aspiracional.
De hecho, como si nuestra historia política estuviera redactada por un guionista de HBO, el paradigmático caso de corrupción también llevaba nombre alemán; Gürtel. Como traducción del apellido de Francisco Correa, uno de los cabecillas de la trama, al que el otro Francisco (Camps) le gritaba ‘me estás jodiendo la vida’ hace unas semanas en los tribunales.
Hoy esa Comunitat Valenciana que, de forma premonitoria, reflejó tan bien en 1998 el escritor muniqués ha dado paso a otra que, de forma consciente, ha decidido mirarse en el reflejo que hasta ahora habíamos atribuido a la tantas veces puesta de ejemplo de éxito económico Alemania; formación, reindustrialización y diálogo social. Lo que se traduce como valor añadido, productividad y salarios más altos. Pero como el mismo autor escribió, en su último artículo publicado por El País, ´que se sepa, nadie, ni siquiera un suizo o un sueco, puede librarse del bagaje histórico que lleva consigo´.
Por eso sólo los protagonistas o herederos de quienes capitanearon aquella época se atreverían a levantar la mano en defensa de ese pasado. Porque en ese bagaje histórico formaron su ser político y como todos saben la base de la nostalgia no es el recuerdo real del pasado, sino de lo bien que nos sentíamos en ese pasado. Y ellos se sentían estupendamente.
Por eso, a los valencianos y valencianas nos plantean una bifurcación de respuesta tan obvia. La decisión entre pasado y futuro.
La pregunta a resolver y de la que tratan estas elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, ya la adelantó el 'president' y puede expresarse en alemán.
¿Gürtel o Volskswagen?