el interior de las cosas / OPINIÓN

Hace demasiado frío

7/12/2020 - 

 Cada 6 de diciembre, desde hace 42 años, conmemoramos la Constitución. Son muchos años y este país ha ido mudando la piel ciudadana. La reforma constitucional se hace necesaria. No somos los mismos de 1978. En un día como el de este domingo, además, nos enteramos de más trapicheos y presuntos delitos fiscales de aquel Rey que vendió su gesto como ‘artífice de la Transición’. El mismo 6 de diciembre sabemos que su trayectoria como jefe del Estado no fue nada ejemplar. Y ahí queda su legado generacional y genético. Sabiendo la ciudadanía que nos despertamos cada día pagando impuestos en el primer café, en el uso del transporte, en la compra alimentaria, en el ocio y en el descanso. Ciudadanía responsable frente a un monarca que legitimó responsabilidad y prestigio en la Transición y que ahora es un enemigo público.

"Cada 6 de diciembre, desde hace 42 años, conmemoramos la Constitución. Son muchos años y este país ha ido mudando la piel ciudadana".


Cosas del 6 de Diciembre. En Castelló hemos vivido la responsabilidad ciudadana, representada en la corporación municipal del Ayuntamiento, conmemorando el Día de la Constitución con la simbología de un hermoso volteo general de las campanas de El Fadrí. Mientras, este acto democrático ha estado rodeado y sitiado por una convocatoria de Vox, no autorizada, que ha ocupado la vía pública. La dignidad de la alcaldesa de Castelló y las concejalas y concejales de la corporación municipal eran la imagen que contrasta con el ruido y la intransigencia que rodeaba la Plaça Major de Castelló.

España se está rompiendo. No queremos un gobierno social comunista, de filoetarras, de separatistas. Estamos sufriendo la amenaza de la desaparición de España, que ya está rota. Advertimos de que esto no va a quedar así. Tenemos que actuar. Tremendo. Me quedé a escucharles. Eran las palabras de una joven con megafonía, rodeada de decenas de gente acumulada sin distancia de seguridad en una concentración no autorizada. No son nadie, efectivamente. Pero dan miedo. Produce tristeza este lenguaje del odio y del rencor de jóvenes que no parecen saber nada del devenir de este país, ni de su historia ni de su cultura.

Mientras escuchaba tanto esperpento, sentí que soy una de las fusiladas. Igual que lo sentimos el resto de 26 millones de personas amenazadas por cuatro militares descarriados, de café, copa y puro en un chat. Puede parecer una frivolidad sin importancia. Pero no es así. Vox, como una serpiente venenosa, está reptando en los cuerpos militares y en las fuerzas de seguridad del Estado. Miro, desconcertada, a la gente concentrada. En Castellón nos conocemos casi todos. No entiendes que puedan defender el fascismo, la xenofobia, homofobia, el racismo. Observo y veo caras conocidas. Y tengo miedo.

"La dignidad de la Alcaldesa de Castelló y las concejalas y concejales de la Corporación Municipal eran la imagen que contrasta con el ruido y la intransigencia que rodeaba la Plaça Major de Castelló". 


Recuerdo la Transición vivida en un barrio militar de Madrid, donde hoy, según sondeos por manzanas urbanas de la ciudad, se concentra demasiado voto ultraderechista. Este tipo de militares nunca han sido nostálgicos, siempre han sido fascistas, a pesar de que las Fuerzas Armadas sean ahora algo digno para la democracia. En este país hay quien no quiere democracia, ni diversidad ni pluralidad. Son los generales y los fascistas de siempre, como en cualquier novela de los genios escritores de una América Latina que bien puede escribir su pasado y su presente en medio de dictaduras sangrientas. El populismo de Vox y de la derecha nos sitúa en un presente surrealista. Y da miedo. Están penetrando en las grietas de una sociedad decaída y en crisis.

Hace frío en Castelló. Un frío que va más allá del calendario climatológico. Este domingo, la ciudad me pareció triste y silenciosa. Sin sentir que el primer puente de diciembre marca la rutina anímica de montar un belén en las casas e iluminar los rincones domésticos. Quizás tenga que ver con que mi perro Panxo y yo aún no hemos decidido cómo montar la maceta navideña y cómo ordenar la cantidad de adornos friki que adquirimos hace un par de años para que las fechas navideñas sean otra historia. Porque decidimos hace un tiempo acaparar todo aquello que emitiera luces intermitentes y de diferentes colores. Abetos de colores, vírgenes, santos y ángeles… Y montamos una especie de “retaule” festivo que vamos coordinando por encima de los cuatro muebles que tenemos. Por las noches, la casa asemeja una feria del esperpento, pero nos encanta tanta alegría descompasada. Y el martes, como manda la tradición de mi casa, será el día del despliegue de nuestras luces.

"Mientras escuchaba tanto esperpento, sentí que soy una de las fusiladas. Igual que lo sentimos el resto de 26 millones de personas amenazadas por cuatro militares descarriados, de café, copa y puro en un chat".

Hace frío. Han llegado los primeros copos de nieve. Este primer puente festivo de diciembre era el tiempo en el que mis dos pequeños y yo nos adentrábamos en la Alameda de Morella buscando unas hierbas, unas piñas de pino, algunas piedras… y nos dedicábamos a preparar nuestro particular belén. Quería que mis hijos sintieran lo que yo sentí con un padre que interpretaba aquellos belenes de mi infancia. Cada año, una figura nueva comprada en la Plaza Mayor de Madrid, con tiempo gélido y con el miedo nervioso de perderte cómo se perdió Chencho en aquel lugar de aquella película que nos hizo llorar tanto en aquel tiempo tan gris, La Gran Familia. Mis hermanos y yo nos aferrábamos a la mano de mi padre, pensando que nos perderíamos como Chencho. Acabábamos aquella vuelta de plaza con una figura en los bolsillos. Una más para un belén que crecía y ante el que mi padre inventaba historias fantásticas y nada convencionales.

El 8 de diciembre preparábamos una especie de paisaje de papel. Mis hijos disponían piedras, piñas y viejas maderas musgosas. Luego enloquecíamos con la caja de elementos navideños. Pero nada era lo que parecía. Nuestro belén tenía demasiados playmobil, además de planificar que el niñojesús era secuestrado el primer día, preparando la infraestructura necesaria para que Indiana Jones rescatara la figura escondida. También hacíamos desaparecer a pastores y a su rebaño. Lo único respetado era que los Reyes Magos avanzaran un paso cada día hasta llegar al portal.

Este puente de diciembre era, además, el tiempo de preparar les pilotes de Nadal. Nunca aprendí a hacerlas, aunque el sabor y textura me acompaña en recuerdos amargos, en momentos tiernos. Era el anuncio de la llegada de días navideños para la familia, para el recogimiento en medio del frío morellano, de la nieve que marcaba el hielo de los días. Los primeros días de diciembre anunciaban la llegada del largo invierno que se vive, y que viví, entre murallas y el majestuoso océano de montañas de Els Ports. Un tiempo profundo y un frío cálido.

Cada día, un paso. Cada día, un movimiento. Estamos viviendo una trampa navideña que no debería generar los espejismos que venden los gobernantes. No queremos una Navidad de “alegría responsable”. La mayoría queremos sobrevivir. Queremos que termine esta pesadilla. Y hasta que no termine, la ciudadanía está siendo más madura que las decisiones que se adoptan.

"Con el calor de mis nietos, y sus pequeños dedos y enormes ojos, vamos a soñar el mejor belén de los tiempos. Este año derribaremos los muros de tanto autoritarismo. Porque los playmobil ya están preparados para combatir toda ignominia."

El antiguo alumnado de la Universitat Jaume I ha organizado el día 17 de diciembre un taller online Navidad en la distancia, cómo vencer la nostalgia. El contenido es muy bello y especial, dedicado a quienes van a vivir en soledad estas fechas navideñas. Es verdad que estas navidades estarán presididas en mesas de soledad, sin que pase nada. No hay más remedio.

Ya he preparado las desordenadas bolsas de adornos navideños. Panxo revolotea pensando que vamos a celebrar algo. Y es verdad. Mis pequeños Aimar y Biel merecen saber su legado familiar de la Navidad, esos belenes personalizados y adecuados a la realidad del momento, esos Reyes que llegaban a Madrid primero, antes de asentarse en Morella, porque nunca nos gustó la tradición anglosajona. Ahora sabrán que los reyes de Castelló hacen un alto en el camino para llegar a Morella el 5 de enero. Con el calor de mis nietos, y sus pequeños dedos y enormes ojos, vamos a soñar el mejor belén de los tiempos. Este año derribaremos los muros de tanto autoritarismo. Porque los playmobil ya están preparados para combatir toda ignominia.

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