ALICANTE. Como cualquier ciudadano de a pie me preocupa y mucho el cambio climático. Pero como asesor financiero me siento obligado, y no solo por la regulación que bienvenida sea, a promover productos financieros que responden a las cada vez a las mayores exigencias medioambientales por parte de los clientes.
El objetivo está claro: entre todos tenemos que mejorar y utilizar las 'herramientas' que tenemos a nuestro alcance. El simple hecho de ahorrar en el consumo del agua, energía o el reciclaje que ya hacemos en casa están ya adoptadas e implementadas en nuestro día a día. Desde hace un tiempo los inversores están cada vez más concienciados y demandan productos o carteras de inversión que cumplen ciertos requisitos medioambientales.
Las emisiones de gases de efecto invernadero, que provienen de la producción de energía, representan históricamente el factor que más impacta en el cambio climático. Esta producción de energía ha aumentado sustancialmente para hacer frente al continuo crecimiento de la demanda global por lo que los diferentes países o zonas económicas han implementado medidas y políticas para reducir los efectos nocivos en el cambio climático.
En el siguiente gráfico podemos ver la distribución histórica del consumo energética según la fuente de producción. Claramente se ve la predominancia y la gran dependencia del carbón hasta la II Guerra Mundial como fuente casi única de energía, pero a partir de 1950 la tendencia de consumo cambia. El consumo de energía aumenta exponencialmente y domina ahora tres fuentes: el carbón, el petróleo y el gas, representando cada uno de ellos un tercio del consumo de energía a nivel mundial.
La Unión Europea (UE) se ha comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40 % antes de 2030, y en al menos un 80 % para 2050. Esto requerirá una transición de la dependencia de los combustibles fósiles a las fuentes de energía renovables, y en particular una reducción en la generación de energía a partir del carbón como podemos ver en el siguiente gráfico.
El consumo de carbón desde los años 90 ha disminuido gradualmente en los países de la UE con unos resultados prometedores. En 2021 se consiguió que el consumo de carbón de la UE se situara en 160 millones de toneladas (-59% si comparamos con 1990).
Según Eurostat en 2020, los combustibles fósiles sólidos (carbón) continuaron la tendencia a la baja de años anteriores y participación en el mix energético de la UE apenas representa el 10% en 2020, mientras en 1990 era del 25,7%. El menor consumo de carbón en Europa es el resultado del cambio en las fuentes de energía hacia el gas natural y las energías renovables para la producción de electricidad.
Por supuesto, dentro de la UE hay países en los que esta transición es más dificultosa y suponen un reto a la política medioambiental europea. Por ejemplo, Polonia y Chequia por su alta dependencia necesitan ayudas para llevar a cabo una transición hacia fuentes de energía más verdes. A día de hoy, en Polonia el carbón representa alrededor del 74% de la producción eléctrica total.
Hay que descarbonizar la economía, pero aportando alternativas reales para reforzar la continuidad de obtención de energía, estabilidad económica y social, y por supuesto los aspectos medioambientales. A nivel nacional, el Gobierno aprobó la Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo (ELP 2050) que permitirá reducir un 90% las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a 2050 con respecto a 1990.
La idea detrás de porque hay que invertir en productos financieros que promueven esta transición está siendo muy bien recibida por los inversores. Hay un convencimiento de que las economías que cumplen las políticas medioambientales para reducir las emisiones de carbono, que persiguen la neutralidad climática, que hacen un uso eficiente de sus recursos podrán obtener mejores resultados en las tasas de crecimiento y de empleo al mismo tiempo que abordan los efectos del cambio climático y otros desafíos medioambientales.
Para poder medir los efectos de este tipo de inversión dentro de las carteras de inversión de nuestros clientes necesitamos una escala o índice. Existen varios índices que nos interesan para analizar si estos productos aportan las rentabilidades que prometen.
The PwC Net Zero Economy representa la tasa de descarbonización a nivel global, con un enfoque en el G20, a través de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía. Otro muy utilizado es el The Tortoise Recycling Decarbonization UCITS Index, cuyo objetivo es seguir a empresas de todo el mundo que participan en tecnologías de conversión de residuos en energía y reciclaje como parte de la mega tendencia global de descarbonización. Las existencias incluidas se filtran según criterios ESG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo).
Como productos financieros podemos citar los siguientes productos que abordan esta temática. El universo invertible de este tipo de producto aumenta continuamente, dado el interés por parte de los inversores.
En cualquier caso, hay que analizar la cabida dentro de una cartera de inversión de este tipo de producto ya que el riesgo puede ser más elevado. Para ello póngase en contacto con su asesor financiero quien le podrá recomendar la solución óptima para su perfil de riesgo como inversor.
René Bauch es asesor financiero de la EAF alicantina gCapital Wealth Management, EAF que asesora el fondo Gestión Boutique gCapital Total Market (ES0116831050). Puede contactar con el autor para solventar cualquier duda o interesarse por los servicios de gestión patrimonial de gCapital escribiendo a bauch.rene@gcapital.es o info@gcapital.es