MADRID (EP). El candidato de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid y líder de la formación morada, Pablo Iglesias, abandona la política activa tras fracasar en su objetivo para derrocar a la derecha e impedir que PP y Vox sumaran mayoría.
Además y aunque ha logrado mejorar moderadamente los resultados de su formación, ha concluido que su figura impide a la izquierda sumar en unos comicios con una movilización histórica, al servir como un "chivo expiatorio" que moviliza a "lo peor" de la sociedad. En consecuencia, no tomará su acta de diputado, pese a que dijo que aceptaría el puesto en el que le situarán los ciudadanos, y deja el futuro grupo parlamentario en manos de la número dos de su lista, la coportavoz Isa Serra.
Una renuncia que se produce tras ser verse relegado a un papel irrelevante en la política madrileña y superado por Más Madrid y la candidata Mónica García, que retoma el testigo de Íñigo Errejón como fuerza emergente en el arco de la izquierda y llegando a dar el ansiado 'sorpasso' al PSOE que perseguia desde la gestación de Podemos.
Casi con el 100% escrutado, la candidatura abanderada por Iglesias ha logrado el 7,2% del voto emitido votos (259 124 sufragios) y un total de 10 diputados provisionales, que mejoran los resultados respecto a los datos de mayo de 2019, cuando su espacio político cosechó el 5,6% del voto y siete parlamentarios regionales.
No obstante queda lejos de los resultados de 2015, en plena efervescencia por su irrupción en el panorama político, cuando Podemos obtuvo un total de 591.697 votos (el 18,64%) y 27 diputados, si bien en un contexto en el que aún no existía Más Madrid y en el que IU concurrió por separado pero no obtuvo representación institucional.
Pese a esa mejoría, Unidas Podemos queda en quinto lugar en la Asamblea de Madrid, por detrás de Vox y sin opciones de impedir la victoria de la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, y su reelección, que era su objetivo primordial al aspirar a ser determinante para fraguar un gobierno de coalición socialista.
Además, en el ala progresista ve como el descalabro del PSOE es aprovechado por Más Madrid con el efecto 'Mónica García, la auténtica revelación de estas elecciones, que sorpassa a los socialistas y cosecha más del doble de votos que Unidas Podemos con 609.540 sufragios (el 17%) y 24 escaños en la cámara madrileña.
Y es que precisamente la escisión gestada por Errejón deja tocado a los morados, máxime cuando Más Madrid rechazó su oferta de candidatura conjunta para reforzar el mensaje de unidad de la izquierda y dejar superadas las disputas pasadas.
El exvicepresidente anunció el 15 de marzo de forma sorpresiva dejaba su cargo en el Gobierno para presentarse como candidato a los comicios madrileños, en pleno 'terremoto político' ante la fracasada moción de censura en la región de Murcia y el adelanto electoral decretado por la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso.
Un movimiento que se calificó como audaz en el seno de la formación morada que situaba los comicios también en clave nacional, reafirmaba apuesta por desbancar a la principal líder regional crítica con el Ejecutivo central e impedir en el rearme de la derecha en Madrid
Aunque también tenía una clave interna y era garantizar la presencia de Unidas Podemos en la Asamblea, entredicho en los sondeos previos a su salto a la contienda madrileña, un objetivo que ha conseguido.
Sin embargo, también aspiraba a abrir un nuevo ciclo alcista, cuya guinda era formar parte del Ejecutivo, que rompiera la tendencia de caída electoral que arrastra el espacio político desde 2019, tanto en el plano autonómico como nacional, que no ha alcanzado.
Pero su salto a la contienda electoral del PSOE también contribuyó a gestar un relevo tranquilo, que venía barajándose desde hace meses, en el liderazgo de Unidas Podemos en el Gobierno en favor de Yolanda Díaz.
No obstante, su marcha abre ahora también el proceso de dar entrada a nuevos liderazgos también en el plano orgánico del partido, algo que no estaba previsto dado que, antes de los resultados de las elecciones, había transmitido que su mandato como secretario general de Podemos era hasta 2023.
Iglesias decidió arriesgar su posición política y fió todo a una movilización masiva de los barrios del sur y municipios de la periferia madrileña para intentar el vuelco político, al entender que ahí residía una mayoría de izquierda pero tendente a la abstención, frente a los bastiones electorales del PP.
Una tesis que, a tenor de los resultados, ha quedado refutada al teñirse de azul el mapa de municipios de la Comunidad, pese a registrarse también modestos incrementos en estos enclaves del cinturón rojo para su lista.
Su mensaje de plantear los comicios como "una defensa de la democracia" ante el avance del "fascismo y la extrema derecha", que parecía evocar una antítesis del lema popular 'comunismo o libertad', no ha penetrado en un electorado que se ha movilizado de una forma histórica.
Y a pesar de que focalizó el "riesgo para la democracia" que suponía el avance de la derecha y la posible alianza con Vox, él mismo ha reconocido que su figura genera un efecto movilizador contrario a los intereses de la izquierda, pese a sus llamadas a llenar las urnas de "dignidad" para conformar un gobierno "decente" y combatir el "blanqueamiento" de la extrema derecha.
Además, el escenario de tres candidaturas progresistas, dado que su caladero se orientó en el votante más a la izquierda de este espectro político (a los que dirigió sus principales propuestas) que no ha sido lo suficientemente abundante para ensanchar más su base electoral, una transversalidad que sí ha logrado Más Madrid.
Tampoco ha resultado exitosa su confrontación a Ayuso ante la gestión del Covid-19, sobre todo a raíz de la situación de las residencias en la primera ola y de los polémicos protocolos sobre el tratamiento de mayores con la enfermedad, a la que no ha erosionado pese a responsabilizarla de los peores datos del país en contagios, fallecidos y hospitalizados.
Pese a que hizo bandera de su contribución a una gestión de la crisis del Covid diferente, incluso antagónica a la Ayuso, el exvicepresidente no ha rentabilizado su paso por el Ejecutivo central y el despliegue del 'escudo social', las ayudas directas al pequeño comercio, su impulso para acelerar la puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital o el mecanismo de los ERTE para proteger el empleo.
En la cuestión social tampoco ha sido una baza que haya podido imponer en la contienda madrileña pese erigirse como una némesis de la dirigente popular con su reforma fiscal para subir los impuestos a las rentas altas, regular el precio del alquiler, crear una Consejería específica de Feminismos, incrementar en 1.000 millones anuales a la educación, la apuesta por una banca pública o contratar 10.000 nuevos efectivos sanitarios.
La amarga noche electoral para Iglesias termina con una carrera política que ha transformado la política nacional y que, con su carisma político, salió al rescate de su partido en escenarios adversos, como los comicios de 2019.