MURCIA. Una muestra de la eficacia de las coberturas mediáticas masivas de una noticia, como fue el caso Arny, es que antes de sentarme a ver el documental de HBO sobre el juicio no tenía prácticamente ni idea de qué había pasado. Lo viví, lo tuve que ver en la tele cada día y leer en la prensa, pero mi memoria no llegaba para nada más allá de que hubo mucho lirili pero luego poco larala. Que se echaron las campanas al vuelo, pero no había caso, solo ganas de enmarronar a homosexuales famosos. Ese es el saldo del ventilador y megáfono: confusión. Antes de verlo, haciendo memoria me preguntaba ¿Pero por qué? ¿Para qué? ¿Quién? No tenía absolutamente nada claro y, lo mejor de todo, ahora sigo sin tenerlo del todo.
Porque este documental se limita a relatar lo ocurrido, que pudo tener un origen ciertamente turbio. Se han reunido los testimonios de los muy a su pesar principales protagonistas y, por supuesto, Javier Sardá o Pepe Navarro han preferido no hacer ninguna declaración, así se hace constar en los créditos finales. Pero eso es lo de menos, la cuestión es que no sabemos la razón por la que se montó ese caso de esta manera, solo hay hipótesis. ¿Fue un arreglo mafioso, una venganza por impagos, un caso de corrupción policial, todas las anteriores a la vez o, simplemente, una ida de olla de los testigos y a miembros de la judicatura? Aunque la inmensa mayoría de acusados fuera absuelta, hubo condenados que acabaron en la cárcel.
Lo que tenía más claro es la gracia que me hace esta línea de documentales. Se trata de ollones en los que los medios de comunicación, especialmente la televisión, como pudo ser el Caso Wanninkhof o el de Alcasser, jugaron un papel fundamental complicando su resolución, intoxicándola o induciendo a la confusión, y ahora se convierten en material para las plataformas que vienen a explotar lo contrario, el lamentable papel de los medios en los sucesos. Me pregunto si habrá algún redactor que ha participado en ambos fenómenos, el de calentar un caso desde los medios y, más adelante, en la madurez de su carrera, trabajar en un documental sobre el vergonzoso comportamiento de los medios en esos casos. Su persona tendría también un buen documental.
Dicho todo esto, la mención especial se la lleva el diario El Mundo. Aparece su ex corresponsal en Sevilla, Pedro Andrades, explicando que su periódico le daba la vuelta al enfoque de los reportajes que enviaba. Escribió, cuenta, una crónica sobre la vida nocturna de la ciudad, una urbe moderna, libertina y agitada, pero se la convirtieron en un reportaje sobre depravación. Le ocurrió con varias informaciones, hasta el punto de que el periodista se enfrentó a la dirección y tuvo que invocar la cláusula de conciencia. No volvió a escribir ahí.
Cabe preguntarse por qué ese interés en escandalizar con el caso en un medio de comunicación que entonces se tenía como respetable. Igual la pista está en artículos como este de El Correo de Andalucía donde se explicaba que el felipismo derivaba lógicamente en el caso Arny. Igual las elecciones municipales, celebradas en mayo de ese verano, que llevaron al PP por primera vez al ayuntamiento de Sevilla, tuvieran algo que ver. La hipótesis de que todo había sido fabricado para tapar el caso GAL, que se cita en el documental, tampoco se concilia muy bien con el hecho de que fuera El Mundo uno de los entusiastas de la alarma social.
Sobre ese particular, es sobrecogedor cómo prendió en aquel momento. La mezcla de famosos y una concepción peyorativa de la homosexualidad, que la confunde maliciosamente con la pederastia, fue un cóctel explosivo. Ya se sabe, los extranjeros van a venir a violar a nuestras mujeres y los homosexuales, a nuestros hijos. En un principio, podría imaginarse que a ese llamado solo acudieron chalaos de los que van a insultar a las puertas de los tribunales, pero tanto Gurruchaga como Jesús Vázquez hablan de haber sufrido conatos de linchamiento por pueblos de España. Eso es harina de otro costal, aunque basta leer las memorias de cualquier grupo de La Movida que tuviera mujeres en su formación para ver lo que se podían encontrar en las fiestas patronales.
También aparece otro fenómeno muy frecuente cuando hay purgas o grandes procesos derivados del moralismo, el autoritarismo o ambos. El "Algo habrán hecho". Tibu, manager de Gurruchaga, revela que tras pasar por el infierno del caso se quedó sin actuaciones. A Jesús Vázquez también le costó volver a trabajar. Jorge Cadaval ha dicho recientemente que para mucha gente sigue siendo un pederasta. Es decir, las secuelas del proceso fueron de por vida.
Este documental también se suma a la fiebre por los años 90. A la larga lista de crímenes citada, que se consideraban telebasura en las parrillas televisivas, pero calidad suprema cuando se resumen en documentales, hay que añadir series como La Ruta o el espectacular trabajo sobre Locomía de Jorge Laplace, lo de Jesús Gil, La liga de los hombres extraordinarios sobre los presidentes de fútbol de los 90, y las que están por llegar, como el biopic de Nacho Vidal, figura que se lanzó cuando la pornografía todavía tenía cierto halo de glamur en algunas de sus manifestaciones. Incluso ya no se habla de la heroína, sino del Madrid de la cocaína de los años 90 en series como El inmortal. Está visto que la nostalgia sigue un calendario cronológico con la misma precisión que una beata con el santoral. La cobertura es implacable y sistemática y va llenando los huecos como un magma que avanza sin oposición. En breve, los años 00 ¿Veremos a alguien dedicarle un documental a un foro? Me juego la vida a que a varios.