CASTELLÓ. "Dejar de trabajar en el festival me crea un vacío. No iré a Benicàssim en julio del año que viene, como sí hacía los últimos 25 años. Pero también es verdad que he sentido alivio, porque los últimos tiempos del FIB fueron todo el rato cuesta arriba. Hacíamos ver de puertas hacia afuera que el festival era de primera división, pero en realidad no lo era", confiesa Joan Vich, director artístico del macroevento desde 2005 y trabajador desde que se abriesen sus puertas en 1995. De hecho, el también músico empezó trabajando como camarero en la barra del festival, para más tarde ejercer como responsable de prensa hasta que ya se convirtió en booker del negocio. "El FIB sería lo que el Villarreal en el fútbol, no podemos al final competir contra el Real Madrid -o el Mad Cool- ni con el Barça -o el Primavera Sound- ya que no tenemos tanto dinero. Además, habría sido inviable", ha aseverado el responsable en la primera sesión de los 'Encuentros Musicales', un ciclo organizado por la Jaume I.
El Festival Internacional de Benicàssim celebraba el pasado mes de julio su 25 aniversario, un punto de inflexión en su recorrido, marcado en sus últimas ediciones por un cartel menos ambicioso, que se materializó con su puesta en venta y compra por parte de la promotora The Music Republic, responsable de otras citas de esta índole, tales como el Arenal Sound. Sus trabajadores que se temían que esto terminaría sucediendo no supieron de su certeza hasta el martes por la mañana, es decir, dos días después de que finalizara el festival. Una amarga noticia que se cobraba también a Maraworld, empresa organizadora del FIB desde los inicios. "Había gente que llevaba trabajando tres años, otros 15 y yo 25. Era una noticia dolorosa, pero desde que supimos que se vendía, les dije a todos que no podíamos hablar mal del festival. No sé qué van a hacer los nuevos propietarios, ni me voy a meter. El FIB es más grande que nosotros, siempre se ha ido gente y ha seguido. Muchos me dicen que el festival no es lo que era, pero nosotros mismos tampoco. Crecemos y cambiamos y el FIB será otro, pero seguirá siendo el FIB", ha sentenciado Vich.
Explica Joan Vich que a finales de los 80 había pocos músicos que se atrevían a salir de sus "cuevas". Era el final de la movida madrileña y lo que se escuchaba era Radio Futura. Sin embargo, los años de sequía llegaron entre el 87 y principios de los 90, cuando ninguna propuesta musical lograba satisfacer las ansias de un público más independiente. Por eso, según cuenta, "salimos toda una generación a la vez". En su caso como baterista de Dirty Boots. ¿Y cuál fue el papel del FIB en todo esto? Significó "la cristalización" de un tejido musical que permanecía hasta la fecha oculto. "Fue una manera de empezar a estructurarse de verdad. No solo éramos francotiradores románticos, había gente que realmente quería dedicarse a esto y quería hacerlo bien. Por eso, cuando la cosa funcionó, todos se aprovecharon de una industria que por fin se estableció".
El primer FIB no estaba ubicado junto a la N-340, sino en un velódromo donde muchos pensaban que aquello que se iba a gestar por entonces no iba a ser ni mucho menos el macroevento al que llegaría años después. Si bien se reunieron unas siete mil personas, la percepción que había entre los asistentes era que solo iban a acudir los "raritos" de pueblo a los que les gustaba esa música más vanguardista. Pero ya al año siguiente eran doce mil las personas captadas, de las cuales seis mil pertenecían a la edición anterior. El FIB pasó pronto a ser una cita "obligada" que ayudó a forjar la leyenda de la ciudad. "Aglutinó la energía de gente que tenía una inquietud particular. Por eso fue importante no solo a título artístico y económico, sino emocional", destaca el programador.
La primera gran explosión llegaba en el tercer año de vida cuando el FIB volvió a romper las reglas de lo establecido trayendo a sus conciertos un poco de música electrónica. Joan Vich recuerda que había gente que como símbolo de protesta se sentaba en el suelo durante los conciertos porque no querían esa música. Y esta ha sido, precisamente, una de las luchas constantes del festival con un sector que -a ojos del músico- "no entiende de evolución." "Ha habido veces que han tenido razón al quejarse como, por ejemplo, cuando trajimos a David Guetta, pero en general no. El año pasado estaba tentado de traer a J. Balvin pero no teníamos presupuesto. Sabes que hay una parte de tu público que se va a enfadar por ello, pero la gente que va a los festivales se va renovando continuamente y tienen una media de 25 años. Y sobre todo ahora que hay tanta competencia de festivales urbanos, uno no puede focalizarse solo en un público menos inquieto y mayor".
No obstante, el booker del FIB defiende que la cita benicense se caracterizó en todo momento por contar con un equipo al que le gustaba realmente la música. Una obviedad que, contrariamente, no se encuentra en todos estos macro conciertos. "Tratábamos muy bien a los cabezas de cartel y a los grupos pequeños. La gente lo notaba porque donde más se siente este respeto por la música es en las bambalinas".
La de este 2020 no será la primera vez que el FIB cambie de manos, pero sí es de las más significativas por la renovación total de su plantilla. Echando la vista atrás, muchos se preguntaran -a no ser que crean saberlo- cuál fue la época dorada del FIB y cuál de todos ha sido su mejor director. En su caso, Joan Vich tiene claro que Melvin Benn ha sido sin dudas "el mejor director", no solo porque tiene 23 festivales en su currículum, sino porque supo "escuchar al equipo y seguir su criterio". Su fallo fue, pese a ello, "la falta de atención" al FIB.
"Hay épocas muy distintas. No puedo pasar por alto el nombre de Luis Calvo, director de la primera edición e ideólogo que plantó la semilla de lo que es ahora el festival. Tampoco el de los hermanos Morán, que apechugaron y solventaron las deudas que había en el 97, convirtiendo el festival en lo que es. El único fallo para mi fue la venta a Vince Power en 2009. Era una persona con las ideas muy claras que no supo llevar a cabo. Durante tres o cuatro años el dinero que entraba salía para pagar sus deudas en otros festivales de Gran Bretaña", manifiesta el ex director creativo.
Por otra parte, echando la vista atrás, Vich no puede dejar pasar la oportunidad de hablar sobre el recinto de conciertos de Benicàssim. El espacio, que por fin pertenecerá al Ayuntamiento a partir del año que viene, ha supuesto un gran fastidio para la puesta en marcha de muchos festivales, debido a que la misma parcela pertenecía a 20 propietarios diferentes, con lo que el equipo había de negociar año tras año con cada uno de ellos. "Los propietarios cobraban mucho dinero. De hecho, el precio a pagar podía ser equivalente al de cualquier cabeza de cartel. La rentabilidad era muy baja", expone el booker, quien agrega que los problemas al construir el camping o el hecho de no tener un aeropuerto cerca o un tejido hotelero a la altura, han lastrado mucho este tipo de eventos en Benicàssim, evidenciando todavía más sus distanciamiento con otros eventos.
Aun así, el FIB siempre será recordado por lograr regalarnos actuaciones únicas como la que dio Amy Winehouse en 2007. "Es otra de las cosas de las que estoy orgulloso. La contraté por 50.000 euros en febrero y ese verano ya le pagaban 300.000. Fue como ver algo que iba a pasar mucho antes de que pasara. De hecho se nos quedó la carpa pequeña. Era el momento del que todo el mundo se enamoró de Amy", cuenta Vich, quien tiene como reto -año tras año- captar propuestas innovadoras para el circuito de conciertos nacional. "Me hubiera gustado traer a Prince, de hecho estuvimos a punto. Pero al final, el bajo presupuesto que teníamos nos limitó mucho. Los artistas se iban a otro lado porque se les pagaba, en ocasiones, el doble". Eso sí, a quien no se perdió el músico fue a Jon Spencer, para quien pidió incluso hacerse una foto. "Hay muchos conciertos que olvidé y tampoco era de ir a los camerinos a presentarme a los artistas para sacar pecho y decirles que les había contratado yo, pero con Spencer fue la excepción".
Entre anécdotas y leyendas, el que fue director artístico recuerda como montaje más compleja el gran show de Red Hot Chili Peppers. La banda estadounidense se desplazó hasta la ciudad de Castellón con un equipo de 70 personas, entre ellos su propio cocinero. "Es uno de los conciertos donde más he aprendido a gestionar en toda su enormidad", revela el músico, que también resalta el "complicado" nivel de producción que tuvo el concierto de este año de Lana del Rey.
Joan Vich nos pide para terminar que seamos buenos con el nuevo FIB. El que fuera su mente creativa durante toda su vida necesita que lo apoyemos porque, pese a todas las trabas ya mencionadas, es un "lujo" tener un evento de tales magnitudes en esta provincia. Un evento que, en efecto, bien podría encajar perfectamente en grandes ciudades como Madrid o Bilbao.
Todavía no se conoce mucho de la nueva era del festival. Únicamente que hay una encuesta con mucho hype para que el público deje claras sus preferencias y cuál quiere que sea el rumbo de este acontecimiento social. Por su parte, Joan Vich augura lo siguiente: "Los grupos internacionales grandes serán más grandes. Por lo tanto el cartel internacional será mejor en la parte de arriba. Y en la escena nacional creemos que tocaran los mismos músicos que hay en todos los festivales de Music Republic. Así, no se van a centrar tanto en descubrir nuevos pequeños grupos. Va a tener un foco más empresarial".