El ministro de Cultura, Miquel Iceta, considera "positivo" el resultado del primer año del Bono Cultural Joven creado por el Gobierno para que los 488.794 españoles que cumplían 18 años en 2022 recibieran una subvención de 400 euros para gastar en bienes y actividades culturales. Teniendo en cuenta que era un regalo de 400 euros y que 207.237 de esos jóvenes no lo han solicitado, aun habiéndose ampliado el plazo, uno diría que es más bien un fracaso. No un fracaso absoluto, pero un fracaso, porque el 42,4% de los potenciales beneficiarios no ha recibido la ayuda y casi 83 millones de euros se han quedado sin repartir.
Esos 83 millones los iban a ingresar algunas de las 2.500 empresas del sector cultural que se apuntaron al programa. Finalmente, son 112 millones de euros los que se han repartido en tarjetas monedero de 400 euros. Así, el objetivo de contribuir a dinamizar la industria cultural se queda también a medias. Recordemos que los 400 euros se pueden gastar durante un año de esta forma: 100 euros en productos físicos, como libros, prensa o discos; 100 euros en productos digitales, como prensa digital, podcast o videojuegos online, y 200 euros en artes escénicas: conciertos, teatro, ópera, cine, danza, museos…
Para acabar con los datos, hay que celebrar que en la Comunitat Valenciana la respuesta haya sido ligeramente mejor, al haber solicitado el bono el 60,7% de los 52.798 jóvenes con derecho a obtenerlo, frente al 57,6% de la media española. Con todo, 20.817 potenciales beneficiarios valencianos se han quedado sin la subvención.
Como de los fracasos se aprende, urge que Iceta dedique una pequeña parte de esos 83 millones que se ha ahorrado a averiguar, vía encuesta en institutos y universidades, el motivo por el que más de 200.000 jóvenes, con la que está cayendo, no han recogido el regalo de 400 euros. Teresa Madueño ha hecho en Culturplaza un análisis al respecto, pero el ministerio cuenta con muchos más medios que este periódico para detectar dónde ha estado el fallo y corregirlo.
Por conversaciones con algunos '2004' –como se autodenominan– y con padres de esta quinta, diría que hay tres grandes motivos:
La mejor noticia sería que el único motivo fuera la dificultad para obtener el bono, porque si solo fuera eso, tendría solución. Los directamente afectados coinciden en que el proceso era "muy complicado" incluso para quienes saben todos los secretos del teléfono móvil. Siendo nativos digitales, los '2004' han tenido su bautismo de burocracia. ¡Bienvenidos al proceloso mundo de los adultos!
Para muestra un botón: aquí un tiktoker tratando de explicar a sus colegas cómo conseguirlo. El propio ministerio reconoció implícitamente esas dificultades en octubre, al ampliar 20 días el plazo de solicitud y habilitar las oficinas de Correos de toda España para quien lo quisiera tramitar presencialmente.
Lo de la burocracia como causa principal es bastante creíble, ya que es uno de los graves problemas que tiene España desde Larra. La digitalización no lo ha resuelto porque donde han quitado papeleo han añadido citas previas exiguas –para el abono gratuito de transporte a menores de 30 años daban cita previa para obtener la cita previa; muchos aún no lo tienen, un mes después de empezar la gratuidad–, certificados digitales, sistemas operativos actualizados y barreras para la gente mayor a la que toman por idiota, como los bancos.
Otro posible motivo de la incomparecencia juvenil, más preocupante que el primero, es que no les interese. Habrá de esos, seguro. Unos, porque sus familias tienen dinero suficiente como para que los niños se permitan el lujo de despreciar 400 euros, y más si vienen de Sánchez, que encima no ha incluido el fútbol ni las corridas de toros entre las actividades subvencionadas; otros, porque les vendría bien ese regalo pero no tanto como para perder el tiempo con el certificado digital y demás burocracia, y otros –o los mismos–, porque no les interesa lo más mínimo la cultura.
Por los primeros no hay de qué preocuparse, sobre los segundos cabe lamentar esa indolencia y de los ajenos a la cultura esperemos que no sean muchos y que lo que ocurra es que no tengan muy claro todo lo que abarca la cultura.
El tercer motivo, también preocupante pero resoluble para próximas ediciones –en 2023 se beneficiarán los nacidos en 2005– es que los dieciochoañeros y sus padres no se hayan enterado de que existe la ayuda. Puede que la campaña de divulgación del ministerio no haya sido la más adecuada. Es obvio que las voluntariosas ruedas de prensa de Iceta recorriendo España difícilmente llegan al grueso de la población adulta y en ningún caso alcanzan a los jóvenes de esa edad, que viven aún desconectados del mundo adulto. Hubo mensajes en Tik Tok con unos aburridos vídeos en la cuenta del Ministerio de Cultura, –10.800 seguidores– y seguramente más acciones publicitarias que no tuvieron el resultado deseado.
Se trata de jóvenes que están en un año crucial para sus vidas. Muchos de ellos acaban el Bachillerato y entran en un grado superior o se examinan de la EBAU y acceden a su primer año en la universidad. Si a eso añadimos las inclemencias emocionales propias de esa edad, es improbable que el Bono Cultural Joven esté entre sus prioridades. Además, el plazo para solicitarlo tampoco parece el más propicio: se abrió el 25 de julio, en plenas vacaciones, y se cerró el 31 de octubre tras ampliarse 15 días.
De ahí que fuera importante orientarles, darles instrucciones, animarles, como en tantas otras cosas. Pero, ¿quién se ha ocupado? ¿Ha pedido el ministerio la colaboración de ayuntamientos y Comunidades Autónomas que tienen casi todas las competencias en materia de educación, cultura y juventud?
La ineficacia administrativa tiene que ver, en este sentido, con la búsqueda de protagonismo del Gobierno de Sánchez frente a las CCAA, una constante durante toda la legislatura que ha lastrado políticas cruciales para España como la gestión de la pandemia, que fue un desastre con el mando único de Salvador Illa y mejoró cuando se compartió con las CCAA, o la administración de los fondos Next Generation. La estructura del Gobierno central es muy limitada cuando hablamos de competencias transferidas. Del Bono Cultural Joven se ha ocupado el ministerio y tiene pinta de que no ha dado bola a nadie más, no fueran otros a ponerse la medalla.
Sabemos que algunos ayuntamientos se pusieron las pilas para que ningún joven del pueblo se quedara sin la ayuda, pero no ha sido algo generalizado porque el resultado habría sido otro. A la vista de los datos por CCAA, todo indica que unas se han preocupado más que otras por hacer llegar la iniciativa a la quinta de 2004. La Rioja y Madrid encabezan el ranking con más del 65% de sus jóvenes apuntados, mientras Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla no llegan al 40%. La Cataluña de Iceta está por debajo del 50%.
Dice el ministro de Cultura que la edición de 2023 saldrá mejor. Peor es difícil.