La canícula, tiempo en que Sirius, la estrella más brillante de la constelación del Can Mayor, aparece junto con el Sol y que antiguamente coincidía con la época más calurosa del año en el hemisferio norte. El pueblo egipcio pensaba que la combinación del Sol y Sirius era responsable del calor extremo durante la época estival. La canícula, tiempo en el que mi perro Pancho patea lentamente por el Parque Ribalta de Castelló, nos lleva y nos trae, apurando el poco oxigeno que depara el aire caluroso. La primera hora de ayer, domingo, en la ciudad poseía una temperatura insoportable. El calor extremo retenido durante el sábado era soporífico.
Pancho sobrevive tendido en el suelo, entre escasas corrientes de aire, el ventilador y el aire refrigerado. La mejor posición es buscar la dirección del aire, pero no soporta estos excesos del termómetro. El calor nos aísla de la vida social.
El calor extremo, asimismo, es síntoma de muerte, de destrucción.
Estos últimos días han sido trágicos y dolorosos. El verano, el mar en calma, la luna llena, transporta a centenares de personas africanas que huyen del terror, de las guerras, del hambre y de la más cruel miseria. Llegan a nuestras costas, sobre todo a Canarias. Y hay víctimas mortales, hay bebés muertos, sus madres y sus padres.
En este país continúa el maldito debate sobre el acogimiento de seres humanos, de menores no acompañados que, obligatoriamente, deberían ser protegidos por los gobiernos autonómicos de todo el territorio, así como por todas las administraciones públicas, Diputaciones y Ayuntamientos. No es posible dar la espalda a una necesidad humanitaria tan urgente, no es posible dar la espalda a los derechos internacionales de protección de la infancia. En Castelló, que es Ciudad Refugio, esperemos que el Ayuntamiento esté a la altura de cumplir con los Derechos Humanos.
La ruptura de la ultraderecha con su derecha oficial, con los gobiernos autonómicos por este tema es un escaparate maquillado para la huida del partido de Abascal que se está ubicando en el nuevo orden mundial del fascismo. Y lo preocupante es que el PP no se desmarca, no distingue ideologías. Mientras Vox sentencia y calumnia a la población inmigrante, la derecha oficial guarda silencio. No se distinguen. Y es grave.
Aquí, en Castelló, además, el portavoz municipal de Vox y concejal de ‘Seguridad’, ha presentado un “plan de choque” contra la inmigración ilegal. Una puesta en escena racista y fascista. Además, anticonstitucional. Ha presentado un plan que es una cacería de las personas inmigrantes. Ha anunciado que se va a revisar el Padrón Municipal para averiguar en qué situación se encuentran las personas migrantes en la ciudad. No es competencia municipal, pero nadie del gobierno del Ayuntamiento ha salido a desmentirlo.
La ultraderecha está sembrando la sociedad de odio, mentiras y confrontación. No es posible que el Ayuntamiento de Castelló anuncie un Plan de Seguridad contra la inmigración ilegal. No es posible que la presidenta ultra de Les Corts Valencianes, Llanos Massó, que no ha dimitido tras la ruptura de Vox con el Consell, diga que la delincuencia autonómica y local está relacionada con la población extranjera. No es posible.
Y, ahora, el Ayuntamiento de Castelló presenta un ‘plan’ que es una cacería de la persona inmigrante. Un vertido de odio sobre quienes no nacieron en esta tierra. Es inadmisible e insoportable. Es fascismo. Esperemos que el PP censure esta decisión y que rompa su pacto con Vox. Porque la ultraderecha está provocando que ese pacto se finiquite.
Mi vecina Carmen está a punto de preparar las maletas para sus vacaciones. Comienza con Madrid, su ciudad de nacimiento. Pasará unos días con su hermana del alma y algún nieto que allí reside. Después marchará al pueblo conquense de su padre, en la Serranía. Recuerda al felicidad de la infancia en el mes de agosto, cuando se había terminado la siega y había que aplastar las espigas en la era, sobre el trillo, en círculos, sobre la mula que era gloria bendita.
Aquellos recuerdos, me dice Carmen, te llevan a los mejores tomates del mundo, grandes, deformes, jugosos, carnosos; te llevan a las mejores sandías y melones, sumergidos en el agua del río, refrescados hasta el infinito y más allá, tal como dice hoy tanto friqui online. Mi vecina siempre me sorprende. Y me parto con sus comentarios.
Nunca olvidaré ese nerviosismo de la víspera del día que comienzan tus vacaciones, esa ilusión efímera que desboca en mil preparativos, en varias maletas con tu familia, en esos dos pequeños sin escuela, en aquellos libros de Vacaciones Santillana.... en intentar seguir rutinas imposibles, en cumplir a diario con el pacto del agua, en el mar o en la piscina, aunque priorizando el agua del mar como elemento preventivo de tantas enfermedades en el invierno, que mi padre siempre anunciaba, y, además, ante la propia extensiva y molesta psoriasis.
Las vacaciones consistían en disfrazar la rutina, mi hijo pequeño quería cenar en 'el jardín', que era una jardinera a la puerta de casa, esos bocadillos bajo el precioso cielo de Morella, esa ruptura de horarios del sueño de mis hijos para tumbarnos en la Alameda y contar el paso de las estrellas fugaces. Días y noches sin horarios, mediodías de aquel ‘aperitiu’ de patatas fritas y cuatro latas de conserva que transmitían la felicidad del momento. El ‘vermut’ de las vacaciones que se sigue cumpliendo. De hecho, mi perro Pancho se vuelve divertido y salta cuando pronuncias la palabra ‘Aperitiu’.
Mi vecina Carmen cocinó ayer una ensaladilla rusa fresca y sabrosa. Todo cocido en casa, que es lo importante. Mi segundo plato fueron dos piezas de salmón al horno con una capa generosa de alioli y azúcar. Maravillosa comida.
Ayer no brindamos con absenta. El calor nos tuvo aplastadas. Bebimos un sorbete de limón, siguiendo una magistral receta de Aure. La limonada de toda la vida.
Buena semana. Buena suerte.