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La economía del bien común, o cómo hacer las empresas más responsables con su entorno

La Asociación valenciana para el fomento de la economía del bien común asesorará al Balneario de la Vilavella, el espacio rural La Surera de Almedíjar y l'Horta cuina conscient de la Vall d'Uixó para adaptar su modelo de negocio a otro más respetuoso con la dignidad humana y más solidario y sostenible

26/07/2021 - 

CASTELLÓ. Una reunión de empresarios. La psicóloga pide que se levanten y anden por a sala. Cuando ella diga quién acude a trabajar cada día con ilusión, los que se sientan aludidos dejarán de andar... y prácticamente toda la sala se paraliza. Expresar las emociones es fundamental en la empresa y es una de las dinámicas que enseñan en la Asociación valenciana para el fomento de la economía del bien común. También cómo ser respetuoso con los trabajadores, los proveedores, comprar de manera ética o adoptar prácticas sostenibles.

Todo ello se plasma, año tras año, en una serie de encuentros. En la II Edició de la Xarxa de Turisme Sostenible de Castelló, enmarcada en esta red por la economía del bien común, este año participan tres empresas de la provincia: La Surera, de Almedíjar, el Balneario de la Vilavella y l'Horta cuina conscient, de la Vall d'Uixó.

El espacio de encuentros rurales La Surera de Almedíjar ha dado un vuelco a su actividad últimamente. Este pueblo de la Serra d'Espadà ha visto incrementar su población en 40 personas el último año. Fruto de esa sinergia, el albergue, en principio orientado al turismo rural en general, se está transformando en un núcleo donde recogen artistas que preparan espectáculos de circo. En esta línea de integración con el entorno, sus responsables también ofrecen rutas a los visitantes relacionadas con los oficios tradicionales del pueblo.

El Balneario de la Vilavella también pretende ser una empresa donde el bien común sea su modelo. Por eso, entre otras cosas, permiten a sus empleados que se curen sus dolencias en las mismas instalaciones donde trabajan. No muy lejos de allí, en la Vall de Uixó, está l'Horta cuina conscient. Ofrecen comida mediterránea y buen rollo por el mismo precio. En su filosofía de empresa apuestan por la materia prima de proximidad, que en ocasiones plantan ellos mismos o que compran a sus vecinos. Su producción eléctrica es 100% renovable y permiten la conciliación familiar a sus empleados.

Estos son algunos de los principios que inspiran el modelo de empresas de economía del bien común, un proyecto económico abierto promovido en 2010 por el economista austríaco Christian Felber que pretende implantar y desarrollar una alternativa a los mercados financieros actuales... y sostenible.

No solo pequeñas empresas

El movimiento ha ido extendiéndose y ya son multitud las empresas que han pasado las auditorías y han conseguido las 3 semillas que las distinguen como cumplidoras del modelo. Cartonajes La Plana, un gigante con más de 100 millones de facturación y con instalaciones en Onda y Betxí está comprometida con el bien común desde sus orígenes. Asimismo, en 2015 Cuinatur superó su balance y se dedica a promover una alimentación más saludable y ecológica en una gran parte de escuelas valencianas. 

Nicolás Barrera también es un exponente de cómo hacer responsable socialmente un proyecto. El Pou de Beca, en Vall d'Alba, es más que un restaurante de kilómetro cero. Se definen como un espacio cultural abierto para disfrutar de la naturaleza, las tradiciones y el entorno. En su cocina hay un chico paquistaní que ha encontrado su refugio mientras tramita su solicitud de asilo en España y deleita a los comensales con especialidades de su país. Entre otras el pan chapati amasado con harina de maíz molida en un Altura.

El restaurante Voramar de Benicàssim es uno de los referentes en integración de la sostenibilidad en la cadena de suministro. Uno de sus chefs, el colombiano Uber Gueche, cultiva sus propias plantas y elabora salmueras con sus excedentes. Aplican desde hace años un plan de reducción del consumo energético y de los recursos naturales. Tienen huertos propios y donan el 0,7% de sus beneficios a Acción contra el Hambre.

Todos ellos son claros ejemplos de economía circular, que invierte en un sistema alimentario capaz de resistir crisis futuras, que respeta a las personas y que sobre todo mantiene la ilusión por ir a trabajar cada día. Esa emoción que ha paralizado la sala cuando la psicóloga le ha pedido a los empresarios que expresaran lo que sentían.

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