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el interior de las cosas / OPINIÓN

La Habana, con el alma a flor de piel

18/11/2019 - 

Las ciudades son la vida de las personas que llenan sus paisajes. Personas habitadas de idas y venidas, de amores y odios. Gente hermanada, cohesionada. Las ciudades hablan de nosotros, y nosotros construimos y destruimos constantemente los lugares que nos acogen. En La Habana se cruzan los sentimientos como lo hacen los pasos cansados de sus habitantes. Desde el Vedado, Mirarar, Cerro, La Víbora o Lawton, donde podemos compartir y dolernos con la lucha sin tregua por una supervivencia al límite. Una madre espera, con sus tres pequeños hijos, en la enorme cola de una parada de autobús, trasladada por el desbordamiento urbano que ha supuesto el 500 cumpleaños de la fundación de la ciudad habanera. Una madre compra tres bocadillos de jamón y queso a sus hijos, pero antes de comerlos les quita el jamón cocido. Alguien comenta que los pequeños trozos de jamón serán, mezclados con arroz, la comida del día en una casa derrumbada. Así son las cosas. 

La Habana es una ciudad complicada, misteriosa, magnética. En cada esquina de sus calles hay cinco milenios de historia y puede sentirse el paso de tantas y tantas generaciones.  Es una ciudad, como muchas, que siente: Puede sentirse el dolor de La Habana, y también el amor que provoca. La capital cubana, pensada y sentida, fundada con piedras y palabras. Como decía el viernes Eduardo Torres Cuevas, director de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, esta ciudad son sus personas, como Leonardo Padura, que es el corazón y los sueños habaneros. El escritor y periodista compartió con un grupo de personas la presentación del libro La Habana nuestra de todos los días, con sus textos y con las impresionantes fotografías de Carlos Torres Cairo. Como sucede en esta ciudad de los prodigios, el libro no llegó a tiempo y no tendrá presencia física hasta la próxima Feria del Libro de La Habana. Torres Cairo es amigo del Flaco, el fotógrafo valenciano habanero José García Poveda que recorre estos días los paisajes urbanos de la ciudad caribeña. El Flaco es Cuba y sus rincones anímicos. 

Hemos volteado la Ceiba del Templete que recuerda la fundación de la ciudad para desear lo mejor a este pueblo superviviente, resistente de todos los bloqueos, propios y ajenos. Para desear lo mejor a todos los pueblos, incluido el nuestro

Acá, en Cuba, la vida transcurre con numerosos cambios, con una clase media ascendente y con varias clases pobres, medio pobres y demasiado pobres. Cada día, La Habana parece emerger y sumergirse simultáneamente, nacer y morir para volverse a reiniciar, a inventarse. Padura dice que La Habana se está convirtiendo en otra ciudad dentro de la misma ciudad. Porque el estado de ánimo de las ciudades es de vital importancia. El creador del policía habanero Mario Conde, nos ha contado que aquí el contenido anímico son los sonidos, olores y colores. “Mi Habana suena a música, huele a gas y su color es el azul intenso”. Este pueblo no sabe a ciencia cierta si esta pasión es un sueño, un alivio o una condena, Conde y Padura son dos nostálgicos que pasean con su carga de frustraciones por una ciudad con el alma a flor de piel. La Habana es historia, y drama, y ya lo dice Padura, “odio lo que es mío, lo que tanto amo”. El escritor, cuyos libros no se pueden adquirir en su ciudad, anunció una donación a la Biblioteca Nacional de Cuba de varios ejemplares “que tengo por mi casa de Mantilla, vengan a por ellos”. 

Al día siguiente de su 500 Aniversario, La Habana regresaba a su melancolía urbana y a sus sueños ciudadanos

Por otra parte, el artista y diseñador valenciano Francis Montesinos pasea este domingo por los paisajes habaneros para retener su luz y esencia, para impregnarse de una intensidad similar a las emociones mediterráneas. Montesinos ha triunfado en la Habana Vieja, participando en la semana Arte y Moda del Museo Nacional de Bellas Artes. Aquí el diseño es puro arte. Los jóvenes creadores son excelentes, a pesar de no contar con materias primas ni industria textil. No se detienen ni paralizan, son transgresores y vanguardistas, jóvenes a quienes les queda el arte como gran espacio para la expresión. Hay mucha crítica en sus trabajos, son espejos de una realidad insoportable y excesivamente larga. 

Junto a Montesinos ha viajado un grupo de cincuenta personas, valencianas, alicantinas y castellonenses, unidos por la estima hacia el diseñador y hacia la ciudad que los acoge. Un grupo que ha compartido con Xavier Mariscal, ilustre almassorí que acaba de presentar, en el paladar La Guarida, un libro de ilustraciones con textos del periodista Mauricio Vicent para homenajear a La Habana, la ciudad deseada y querida. El cumpleaños de esta ciudad ha sido una celebración de veinticuatro horas, cargada de solemnidad institucional, de presidentes de América Latina, con la reivindicación de Evo Morales, con el aclamado rechazo de promover las movilizaciones chilenas. Desde el norte han acusado al gobierno cubano de “incitar las revueltas”.  Un amigo cubano se mofa con estas historias, “no tenemos ni pa comer ni pa movernos, ni para nada, carajo, ¿cómo se hace que organicemos al pueblo chileno?”. El 500 Aniversario ha restaurado los edificios más emblemáticos, como el Capitolio, ha recuperado espacios históricos, han pintado de colores las principales calles, han sacado brillo a sus estatuas y han maquillado numerosos edificios, inaugurado hoteles de lujo, algún centro comercial como templos de un consumo inexistente entre el pueblo cubano. El día siguiente, ayer, domingo, La Habana regresaba a su melancolía urbana y a sus sueños ciudadanos. 

Las ciudades son la vida de las personas que llenan sus paisajes. Personas habitadas de idas y venidas, de amores y odios. Gente hermanada, cohesionada. Las ciudades hablan de nosotros, y nosotros construimos y destruimos constantemente los lugares que nos acogen

Hemos volteado la Ceiba del Templete que recuerda la fundación de la ciudad para desear lo mejor a este pueblo superviviente, resistente de todos los bloqueos, propios y ajenos. Para desear lo mejor a todos los pueblos, incluido el nuestro. Porque la historia son sus personas y sus hazañas, desde las denominadas ‘gloriosas’ hasta las pequeñas grandes cosas cotidianas. Las ciudades son el latido de quienes las habitan, aman, odian, añoran y sueñan. 

En la distancia las representaciones políticas españolas quedan suspendidas en el tiempo. Aquí todo está suspendido en el tiempo. El pueblo cubano espera un desenlace que nunca llega. Miran sin esperanza el futuro y reclaman no ser espectadores en silencio. Son un pueblo ilustrado, que sufre, vive y resuelve, que observa el devenir del mundo desde una isla que camina con pies de barro. Con el miedo en la mirada ante el aumento de la desigualdades sociales. Mientras, en la madre patria de los gallegos se abre un nuevo ciclo político que aquí miran con optimismo. Cómo bien escribe Fina Cardona-Bosch, en el país mediterráneo ha arrancado un nuevo teatrillo político, se ha levantando el telón para viejos y nuevos actores, para los espectadores de siempre, pasivos y activos. Unos nuevos títeres interesadamente manipulables campan también por los decorados reales sin demasiada transparencia, maniobran el panorama actual con consignas y movimientos estudiados. Parecen autómatas que nunca llegarán a holograma. Espectadores entre bambalinas, pendientes de los que suceda tras la apertura del telón. 

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