CASTELLÓ. Es la última revolución de internet. El sistema de inteligencia artificial (IA) generativa ChatGPT (capaz de crear textos a partir de órdenes en unos pocos segundos) abandera en su todavía corta vida una revolución tecnológica llamada a reorganizar y readaptar cualquier ámbito de la vida, incluida la educación. Más allá de su necesaria, y aclamada regulación, y de los dilemas éticos y sociales que abre, son más las voces que miran hacia las oportunidades que este tipo de herramientas abren para el aprendizaje, que hacia sus riesgos. Luces que, si no quieren dejar de serlo, deben alimentarse con formación y conocimiento.
Así lo está poniendo en práctica la Universitat Jaume I de Castelló, consciente de que la IA ha llegado para quedarse y, lo que es más, que ha de formar parte del sistema educativo. “Sí, sin lugar a dudas, debe introducirse en cualquier ámbito de conocimiento. Hoy en día, no podemos estar fomando a futuros titulados o tituladas en Administración de Empresas, Turismo, Derecho, Informática, Diseño, Traducción, Periodismo o Medicina, entre muchas otras disciplinas, sin tener nociones de IA generativas”, explica Francesc Esteve, profesor de Pedagogía y Didáctica de la UJI, experto en temas sobre tecnología educativa y actualmente delegado de la rectora para la Transformación Docente, la Comunicación y la Dirección del Gabinete. “Formación, competencia digital, renovación metodológica y tecnología emergente” resumen, a su juicio, los conceptos por los que debe transitar la convivencia entre la Universidad y la IA.
Esteve señala que la Jaume I se ha caracterizado desde sus orígenes por ser una universidad “tecnológicamente avanzada”. Creó en el año 2000 el Centro de Educación y Nuevas Tecnologías (CENT), le siguió en 2020 el Plan UJI Digital, que ha permitido intensificar la formación tecnológica del profesorado y el desarrollo las competencias digitales, y actualmente lidera un proyecto de formación en competencias digitales, en el que también participa el resto de universidades públicas valencianas. El punto y seguido en esta carrera de fondo lo ha puesto la publicación, a principios de año, de una guía básica sobre IA y ChatGPT, que explica de manera sencilla qué es, y qué consecuencias puede tener para la docencia o para la evaluación.
Este manual se centra sobre todo en pautas y consejos respecto a la evaluación del estudiantado, e incluye material adicional hecho por otros organismos y universidades, como UNESCO, el MIT, o la Universidad de Oxford, para ir alineados con las instituciones internacionales. La UJI, aun con su dinámica propia, su trayectoria y sus recursos, sigue así la senda abierta por el conjunto de universidades, que está abordando este tema -dice Esteve- desde “perspectivas muy similares”, con seminarios, webinars, nuevas guías sobre IA y educación o con la promoción y el intercambio de buenas prácticas.
“Si un trabajo lo puede redactar una Inteligencia Artificial, no es una buena prueba de evaluación. Idea: pedid a ChatGPT que redacte el trabajo y comprobáis si puede hacerlo bien o no”. Es uno de los primeros consejos que incluye el manual, que se ha difundido a todo el profesorado de la UJI, con el que se han realizado además seminarios internos de seguimiento de la tecnología. Ceñirse en los trabajos solicitados al alumnado a la más estricta actualidad -para que el rastreo de datos de ChatGPT no hile tan fino-, u optar por otros otros formatos que vayan más allá del documento de texto, y que incluyan por ejemplo vídeos, presentaciones, mapas conceptuales o infografías, son otros de los consejos para evaluar al estudiantado con ChatGPT en el horizonte.
“Todas estas iniciativas, ligadas a la formación y al acompañamiento, pueden dar herramientas al profesorado para hacer frente a estos nuevos retos”, indica Francesc Esteve, quien avanza que el próximo curso, en la UJI “se ofrecerá, gracias al proyecto ProDigital, formación sobre alfabetización informacional, ética digital, visualización de datos, algoritmos, propiedad intelectual o derechos digitales a los diferentes colectivos universitarios (PDI, PAS y estudiantes). Temas muy relacionados con la inteligencia artificial y el uso de tecnologías como ChatGPT”. En el caso del PAS y el PDI, se ofertarán como parte de su formación profesional y en el caso de los estudiantes, como una formación transversal, adicional a sus planes de estudio, que los estudiantes podrán cursar de manera gratuita y que se les reconocerá y certificará adicionalmente a sus estudios, con un sistema similar al marco europeo de lenguas (nivel A1, A2, B1, B2, C1 o C2).
¿Provocará ChatGPT, y por extensión cualquier herramienta de IA generativa, un cambio en la metodología de enseñanza? Francesc Esteve afirma que, como ha ocurrido en momentos anteriores “donde alguna tecnología ha producido una importante disrupción, siempre hay un grupo reducido de docentes, muy entusiastas, que adoptan estas tecnologías en su docencia. Y eso, en muchos casos, hace replantear sus prácticas docentes, las metodologías y los sistemas de evaluación”.
Cambios que serán más paulatinos en el caso del grupo de docentes, “normalmente la mayor parte del profesorado, que conoce o accede a este tipo de tecnologías un poco más tarde”. “Por ejemplo, en los años 2005-2010, muchos aprendimos en la universidad a hacer búsquedas avanzadas en Internet, haciendo uso de operadores booleanos. Posiblemente, hoy en día, muchos tendremos que aprender -o enseñar- a generar buenos prompts en herramientas como ChatGPT o Stable Diffusion”, indica el profesor, que reconoce que hay un pequeño grupo de docentes “que, o bien se resiste a cualquier cambio, muchas veces por miedo o desconocimiento, o directamente no llega a ser consciente del tema. Personalmente, creo que la introducción de la IA seguirá un recorrido similar”.
Esteve incide en que, más allá de la necesaria regulación, que ya se está debatiendo por gobiernos e instituciones internacionales, “a nivel educativo las IA generativas abren también un nuevo horizonte de posibilidades didácticas para la creación de contenidos (textuales y audiovisuales) y para el estímulo de la creatividad”. “Esto es posible que pueda ser percibido como un peligro. Como también la aparición de Internet, o simplemente de Wikipedia– supuso un cambio de paradigma y un riesgo para quien pretendía contener o poner límites a la compartición del conocimiento”.