CASTELLÓ. El pasado sábado, la Plaza Fadrell de Castelló se llenó de música. Cinco bandas de la ciudad realizaron un magnífico recital, rodeadas de público y de frío, con los tímidos destellos de un sol, por fin, de noviembre. Celebraban Santa Cecilia, la patrona de las y los músicos. Las cinco agrupaciones musicales contaban, además, con una mayor presencia de mujeres, con mucha diferencia con respecto a la Banda Municipal de Castelló. Esa mañana de primeros fríos del litoral mediterráneo fue bellísima, porque cuando la música toma la calle, la ciudad se convierte en un espacio de grandes vibraciones.
Hace unos cuantos años, la Plataforma internacional de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género desarrolló una acción conjunta con la Federación Valenciana de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana. La FVSMCV, con Josep Almeria de presidente, Pedro Rodríguez de vicepresidente, y Cristina del Valle, presidenta de la Plataforma, sellaron una colaboración para visibilizar y concienciar sobre la violencia machista.
Fue una intervención conjunta sin precedentes. El acuerdo llevó a la lectura de un Manifiesto, Propuestas desde la Cultura contra la Violencia de Género, en cada uno de los conciertos de las bandas de música de este pequeño país mediterráneo en las celebraciones de Santa Cecilia.
Han pasado veintidós años de aquella iniciativa y, hoy, tristemente, siguen vigentes su contenido y objetivos. En aquel momento, tanto la Plataforma como la FVSMCV contaron con el apoyo de nuestra añorada Carmen Alborch, que tanto nos estimuló, enseñó y compartió para que nunca cesáramos en la lucha contra la violencia machista, para defender siempre la vida y la felicidad de las mujeres.
Durante estos días se han producido diversos homenajes a Carmen Alborch, la amiga, confidente, la maestra, ese ser humano que tanto me acompañó. Yo quiero recordar ese mes de noviembre de 2010 en el que ella se implicó de lleno, en el que defendió que la cultura, la música, eran armas poderosas para combatir el terrorismo machista, para ser la voz de las mujeres asesinadas, de sus hijas, de sus hijos. Poner voz y música al dolor, la rabia, la impotencia, la indignación.
Se trataba de defender la igualdad y denunciar a través de la música y de la palabra esta violencia que cada año se cobra la vida de decenas de mujeres en nuestro país. Y que en este 2022 sigue asesinando sin piedad. Es tremendo.
Hoy seguimos reivindicando los mismos derechos, denunciando las mismas violaciones de los Derechos Humanos. Las mujeres siguen siendo asesinadas, maltratadas, física y psicológicamente, humilladas y apartadas de la sociedad, de todos los poderes. Claro que hemos avanzando en visibilizar esta lacra y la permanente desigualdad. Pero, ahora, todavía, los avances parecen depender de campañas de promoción institucional, del postureo de turno que sigue usando a las mujeres como banderas del progresismo y feminismo, como estandartes de desarrollo propio de tantas y tantos. Y no parece, -ojalá no sea así- existir nada más, jodidamente. Seguimos sumando cifras macabras y ascendentes de violencia machista y violencia vicaria.
Las feministas llevamos largos años luchando para que, de una vez por todas, los gobiernos actúen frente a este terrorismo, para que, de una vez por todas, entiendan que vivimos en una sociedad de machismo ambiental y estructural.
Efectivamente, afortunadamente, la visibilización de la violencia de género ha provocado una enorme actividad del 116, así como una mayor presentación de demandas. ¿Pero, qué demonios pasa cuando una demanda y otra, y otra, termina en muerte, en un laberinto jurídico que no salva vidas? ¿Cómo puede seguir pasando que las mujeres estén indefensas e impotentes ante un sistema que lleva décadas sin evolucionar? ¿Quién las protege a ellas y a sus hijas e hijos?
No obstante, a pesar de la dura realidad, los equipos de Igualdad y lucha contra la violencia de género de ayuntamientos, gobiernos autónomos y estatal, se dejan la piel para no abandonar a las mujeres, para apoyarlas, trabajando duro en prevención, en información, en asesoramiento psicológico, social y laboral. Pero, algo sigue fallando, algo sigue invadiendo todos los espacios, el machismo es como el aire que respiramos. El machismo sigue matando.
La Plataforma de Mujeres Artistas fue ponente en los primeros y últimos pasos de la Ley contra la Violencia de Género. Esta organización se creó tras el testimonio desgarrador de Ana Orantes en una televisión. Era la primera vez que una mujer denunciaba en público los malos tratos de su marido. Unos días después fue quemada viva por su verdugo, el padre de sus cinco hijos. En ese momento nació la Plataforma que ha contado con el apoyo constante de mi querida Raquel Orantes.
Era la primera vez que una mujer contaba en público la violencia constante de un marido, una experiencia que en este país sufrían miles y miles de mujeres, pero que se quedaba en el espacio íntimo, escondida bajo cada alfombra de casa casa. Aquel testimonio provocó que muchas mujeres se identificaran con Ana Orantes porque estaban pasando por el mismo infierno.
En los años ochenta, en Castelló, recuerdo casos de mujeres maltratadas que en aquellos momentos se atribuían a cuestiones domésticas. Recuerdo que acompañé a varias mujeres, algunas amigas, al Hospital General y a la Policía para denunciar malos tratos, físicos y psicológicos. Era imposible. Si había secuelas físicas, se hacían primeras curas, se redactaba un parte de urgencias y se llamaba al marido, y si eran psicológicas, no se hacía nada, no había señales externas. Las mujeres hemos sido siempre una especie distinta a los cánones que dicta la sociedad machista. Cuánta impotencia. Hoy continúa pasando en el ámbito judicial, todavía se dan muchos casos de alegatos de jueces, abogados y abogadas a mujeres tachándolas de inestables e irresponsables.
En Madrid, cuando me incorporé como responsable de Comunicación de la Plataforma de Mujeres Artistas, en 2008, la situación era similar. La diferencia es que un puñado de mujeres famosas, cantantes, actrices, escritoras y periodistas llevaban años acompañando a mujeres agredidas, acosadas, violadas, víctimas de maltrato físico y psicológico, a las urgencias de los hospitales madrileños. Algo estaba cambiando. Eran mujeres muertas de miedo y de ansiedad, sin protocolos, sin legislación. Son las mismas mujeres que hoy han conquistado protocolos, derechos y protección, pero que el sistema les sigue provocando miedo.
Este 25 de Noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género, sigue siendo urgente que tomemos las calles, que gritemos los nombres de las mujeres asesinadas, que reivindiquemos su memoria y sus vidas. Año tras año, década tras década, siglo tras siglo. Para que se hable de nosotras cuando estemos muertas.
Qué suene la música de la vida y Qué nadie desafine fue el hilo conductor del Manifiesto y de las imágenes, cortesía de EMI, y de la música, del grupo valenciano 'Capella de Ministrers' que conformaron aquel trabajo conjunto de la FSMCV y la Plataforma de Mujeres contra la Violencia de Género. Han pasado 22 años, pero, qué cosa tan terrible, sigue muy vigente.
Agradecer, de nuevo, la generosa colaboración y activismo de Josep Almería, Pedro Rodríguez, Juan Antonio Querol y Carles Magraner, Carmen del Valle, Dolores Pérez y Cristina del Valle.