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el interior de las cosas / OPINIÓN

La vida vivida

26/07/2021 - 

 Las montañas parecen más grandes. Los barrancos, más profundos. El Pont de La Bota es un pequeño destello que quedará en la memoria, con sus robustos arcos levantados en los primeros años del pasado siglo. La gran carretera sigue avanzando con un impresionante viaducto que se acerca al vértigo y a las nubes en movimiento de los montes de Vallivana. Las viejas curvas dormitarán bajo una prolongada recta que va a reducir la distancia entre pueblos y personas. Los parajes lucen verdes en este océano de montañas, con una vegetación que casi no recordaba. En el paso de Vallivana ya se percibe el olor de la estima, de las flores del campo, del romero y del espliego. La ciudad de piedra emerge desde el coll d'en Velleta, más bella que nunca, en su primera panorámica desde la ruta castellonense, y es, asimismo, la última imagen de Morella que despide la Rogativa cuando pierde de vista su punto de partida camino del santuario de Vallivana. 

Las torres de Sant Miquel parecen más esbeltas, casi tocando el cielo morellano. Las calles están llenas de gentes de mil lugares, gentes visitantes, turistas, personas ansiosas de movimiento, de vida viajera. Ha cambiado el paisaje urbano con nuevos comercios, una heladería, un colmado de productos de Els Ports, el Virtuach estudi, una agencia de viajes… Otros han traspasado sus negocios, otros han bajado la persiana. La vida hierve en la pequeña gran ciudad de la comarca. Las niñas y los niños han crecido, Sira, Xavi, Jan, Lucia, Aimar, Biel… corretean por  la calle, en la entrada de la Casa de la Vila, Cort del Justicia, Palau del Consell, Presó i Llotja, bajo la atenta mirada de los cuatro gegants de Morella. Mis dos pequeños niños provocan cientos de mariposas en el estómago, transmiten impulso vital y la ternura que acompaña los días. Olga mantiene vivo el espíritu Canyero, con sus mesas llenas de estima y encuentros. Con Susana, Marilén, Mary, Elena comentamos el paso del tiempo y cómo hemos cambiado, cómo hemos vivido la vida compartida. Tremendos recuerdos que, en estos momentos, cobran valiosos significados, como el sabor y la fuerza gastronómica de Mary en la Pizzeria. Las personas que estimas siguen creciendo anímicamente. Las vecinas y vecinos que tuviste son entrañables seres que perviven en el corazón. Y saludas a  las queridas Ange, Lourdes, a la madre de Rafa Riteta, a tantas y tantos seres estimados… Y felicitas que muchas amigas también han abandonado el tinte capilar, que lucimos rebeldes grises y blancos. Mientras, pasan por la plaça Andreu y Gloria. Más de un año sin abrazarnos. Cómo el paso del estimado Pere, y hablamos de Asunción, como el  calor del saludo de Mónica y María, y hablamos de Toña, como Lucia, Lola, Merche, Amparo, Marina… y nos abrazamos enmascaradas y vacunadas. 

Mujer en muro. Por Fernando Taborda

Cómo Inés y el alcalde Rhamsés que no se han perdido L’Aplec dels Ports, en Forcall, porque ellos nunca han dejado de formar parte de este encuentro comarcal que acaba de celebrar su XLII edición con un perfecto y necesario lema Resistència contra la indiferència. Una comarca siempre combativa. Jóvenes de Els Ports que han participado en este Aplec extraño, de cierre a medianoche, sin acampada, con accesos restringidos. De perdius i guatles en escabetx, de la buena cocina de Montseasí como de los aplecs, se ha hablado mucho este pasado fin de semana en Morella. Pili, Vicent, Marian, Carles, Rosa, Juan, Juanito… celebramos la noche del sábado y recordamos el movimiento vertiginoso que han sido nuestras vidas, nuestros recuerdos, aquellos aplecs que nos abrazaron hasta el infinito. Mientras, Lluís Meseguer se prepara para recoger a sus hijas en Forcall, en L’Aplec… Pasada la medianoche suena el toque de queda para la hostelería, y la maravillosa terraza del Hotel Rey Don Jaime, se va vaciando, nos vamos despidiendo, entregando un bona nit y un trozo de la memoria que convive entre nosotros, MJosé, Arrua, Carlos, Amparo, Jesu, Marivalli, Josep, Imma, Asunción.. Mientras, pasan per Les Calçades Vicent Torrent y Maite Benavent, de camino a la Llècua. Llegan fuertes abrazos, calor del bueno, reconfortante. Más de un año sin tocarnos, sin mirarnos, sin compartirnos. La vida que ahora asoma tímidamente tras las mascarillas merece la pena, merece que no dejemos de perseguir la esperanza y  nuestros sueños. 

La vida bulle en Morella. Sonidos, aromas y texturas que son únicas. La calle es un feliz movimiento, convertido en el enorme reencuentro de personas que se estiman, largos meses de ausencias, confinamientos, prevenciones, incertidumbres, temores. Un tiempo que aún no ha concluido, pero que nos acerca cada vez más a nuestros seres queridos. El sábado Morella celebraba les comunions y el colorido y la algarabía infantil eran señales de luces intermitentes. Es el paso de la vida por la calle principal de esta ciudad  eterna y mágica. Un aliento preciso en estos momentos del maldito virus, sus variantes, sus contagios y el desasosiego que nos tiene capturados desde hace diecisiete meses. 

El nuevo trazado de la N-232, un proyecto que comenzara su andadura administrativa con el entonces ministro Josep Borrell, después del entonces nuevo tramo de Morella a Torremiró, une, todavía más, Euskadi, Aragón y Castelló. Y estrecha los lazos con el mar, sobre todo con Vinaròs, ese municipio tan especial, tan querido, el mismo que habitó el muy estimado alcalde y el gran profesor Jordi Romeu, el mismo mar que llora su ausencia. Vinaròs sufre la orfandad de los hijos que marcharon, de todos, pero Jordi se ha ido pronto, dejando un gran vacío, dejando demasiado dolor y tristeza. 

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