El eje Madrid-Valencia y Valencia-Madrid, la A3, el AVE, el “puente aéreo”, Valencia es el puerto de Madrid y tantas otras conexiones que llevamos décadas compartiendo, peleando y disfrutando.
La eterna relación y rivalidad entre las comunidades autónomas que conforman España es parte de nuestra idiosincrasia patria y también producto del sacrosanto estado de las autonomías, que bien podría llamarse como lo bautizó el gran abogado y escritor valenciano Fernando Vizcaíno Casas, ‘Las Autonosuyas’. Cada comunidad ha generado todo un aparato burocrático-administrativo y legal que es una réplica del estado central, siempre con el benévolo argumento de atender mejor al ciudadano y del confuso argumento de la importancia de la cercanía física de la administración para resolver mejor los problemas de las personas. Fíjense que las directrices de la ONU, la UE o el Banco Central Europeo no vienen de la Serranía ni de la Marina y las seguimos a pies juntillas y además con fe ciega.
La estructura administrativa autonómica tiene, como todo, ventajas y desventajas, curiosamente lo más interesante y constructivo suele darse cuando hay conexión, unión y entendimiento entre las diferentes administraciones, es decir, cuando hay unidad de acción. Creo que puede ser lógico pensar, ¿por qué nos pasamos la vida separando todo, reivindicando particularidades especialísimas y luego los avances se dan cuando se busca la unión y se dejan de lado las diferencias o matices? Quizá hacemos un doble (y ridículo) juego de destruir lo que está bien para luego reconstruirlo a medias y sentirnos ejemplares e incluso brillantes.
España ha pasado de un extremo a otro, del estado durante los años del franquismo que mantenía una uniformidad total y un único mando a tener 17 presidentes autonómicos y un presidente del gobierno que cuando no ve las cosas claras, delega en aquellos para demostrar que es un gran demócrata y de paso no tomar decisiones complicadas y no ser criticado por ello. Lo hemos comprobado en los dos eternos años de pandemia donde el grado de confusión a la hora de saber de quién dependían las decisiones políticas era total, y donde la libertad normativa de las diecisiete comunidades autónomas ha sido un problema real para los españoles. Una vez más, la excesiva descentralización no favorece a las personas y sólo al aumento de políticos y demás profesionales de ese ámbito.
La semana pasada, el viernes, visitó Valencia la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, vino invitada por AVE -Asociación Valenciana de Empresarios- para ofrecer una conferencia y conversar en un almuerzo posterior. Un tipo de eventos muy habituales, aunque la repercusión mediática fue mayor por ser Ayuso una política muy popular y porque el empresariado valenciano se volcó, asistió en número y calidad. Querían que las recetas económicas, impositivas y demás que lleva a cabo el gobierno de la Comunidad de Madrid, se explicaran y escucharan en suelo valenciano. El que tenga oídos que oiga y mejor si escucha y toma nota, algo así parecía ser el mensaje implícito de este evento.
Al margen de los comentarios políticos e ideológicos, hasta el líder socialista más satisfecho con su partido, es feliz cuando visita o vive en Madrid y respira una mezcla adictiva de prosperidad y libertad, algo que en los primeros meses post-Covid se hizo más patente si cabe. La política en Madrid genera una comunidad con una enorme actividad profesional en muchos ámbitos, y aunque no todo depende de los políticos, éstos pueden poner facilidades para que se den las circunstancias más favorables, como bajar impuestos y eliminar trabas administrativas al emprendimiento. Esa filosofía es la que el empresariado valenciano quería que explicara la presidenta madrileña.
Esta misma semana, otro evento que demuestra la importante actividad y sobre todo necesaria conexión entre Valencia y Madrid, ha sido la entrega de premios de la Fundación Conexus y la cena que se celebró en Madrid. La sociedad civil lleva tiempo generando esos puentes entre dos capitales claves en el desarrollo de España, dos comunidades que deben ser el motor de la economía y sobre todo de la cultura y la imagen de nuestro país como referente en tantos ámbitos a nivel europeo y mundial. Entregaron el premio al embajador de la Comunidad Valenciana Quique Dacosta, el gran cocinero que ahora gestiona el restaurante del hotel más prestigioso de Madrid y que sin duda es uno de nuestros rostros más conocidos.
La conexión entre territorios, personas y también gobiernos, es fundamental para el desarrollo de una sociedad que quiere ser pujante y que quiere facilitar la vida de sus ciudadanos, algo que a veces parece haberse olvidado en muchos de nuestros dirigentes, preocupados sólo por legislar y sobre todo prohibir y exigir más y más requisitos a los empresarios que quieren generar valor en la sociedad. Defendamos una conexión necesaria y positiva para España fomentando este eje capital-Mediterráneo, centro y costa, Madrid y Valencia y como bien catamos los valencianos y recordó Ayuso, “ofrendar nuevas glorias a España”.