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CHIPS EN EL BELVEDERE / OPINIÓN

La contradigitalización del sector agrícola

31/08/2023 - 

Un alto directivo de Accenture suele contar que una de las principales habilidades que había desarrollado durante su actividad de consultoría en las empresas era la de vencer las resistencias internas de las plantillas a la transformación tecnológica. Hábilmente, en muchas compañías medianas y grandes, los sindicatos se apuntan el tanto de la mediación y ayudan a implantar la nueva cultura. Pero no siempre es fácil, ni siquiera así. No fueron pocas las ocasiones en las que todo comenzó a cambiar con la entrega a los empleados de una tablet, un portátil o un móvil cuya aceptación les permitía traspasar el umbral digital. Los resultados hacían el resto.

Se viene merma de producción en el sector citrícola, que apura las semanas previas al inicio de la campaña. Los que aguantan tienen ante sí un panorama de buenos precios, aunque en agricultura dos más dos no son cuatro y la meteorología siempre puede arruinar las mejores previsiones. Uno de los diversos motivos que podrían explicar ese descenso de cosecha, probablemente no el más importante desde el punto de vista cuantitativo, pero sí relevante desde el cualitativo, es el abandono continuado de explotaciones. Y la reciente la polémica sobre la implantación del Cuaderno de Explotación Digital (CUE) no ha ayudado a evitarlo, sino todo lo contrario.

España se ha apuntado a esa exigencia de la nueva Política Agrícola Común (PAC) por delante del resto de sus socios europeos y, como sucede en el mundo industrial, se han generado toda clase de resistencias. Para paliarlas, han aparecido multitud de actores dispuestos a resolver los problemas de adaptación a cargo de los fondos europeos del Kit Digital, por supuesto. Nada nuevo bajo el sol. Finalmente, todo indica que los plazos de puesta en marcha del cuaderno digital agrario se van a ampliar, imposible vencer a corto plazo las rigideces.

Desde el punto de vista tecnológico, resulta difícil encontrar argumentos contra un sistema de monitorización en tiempo casi real de la situación del campo como el que propone el CUE. A partir de esos datos se pueden desplegar una infinidad de aplicaciones para aumentar la productividad, aprovechar mejor los recursos o racionalizar gastos en pesticidas y nutrientes. ¿Qué falla entonces?

Desde enero de 2013 cada explotación agraria debe mantener actualizado el registro de tratamientos fitosanitarios en su correspondiente cuaderno físico. La nueva PAC, a partir de este año, pasa de un modelo basado en el cumplimiento de criterios de elegibilidad a otro basado en indicadores de rendimiento, lo que conlleva cambios importantes en los sistemas de gestión de las ayudas.

Eso ha hecho necesario disponer de un sistema adecuado de seguimiento y evaluación de los indicadores, que se ha materializado en el Sistema de Información de Explotaciones Agrarias Agrícolas y Ganaderas y de la Producción Agraria (SIEX), el Registro Autonómico de Explotaciones Agrícolas (REA) y el CUE.

Pero no ha habido forma de convencer al agricultor de que el objetivo no es el control en sí mismo, sino que se trata del paso previo imprescindible para proporcionarle nuevas herramientas digitales que le permitan extraer más provecho de su terreno, de forma más económica y sostenible, que le ayudan a ser más rentable. No hay una percepción clara del beneficio. La tecnología es vista como un engorroso trámite impuesto para conseguir las ayudas. Y así no se avanza en la transformación digital de un sector.

De hecho, al tiempo que se impone el CUE, ya de por sí no bien recibido, el Pacto Verde Europeo y las estrategias De la Granja a la Mesa y Biodiversidad 2030 imponen una reducción del 50% en el uso de plaguicidas químicos y del 20% en abonos de síntesis, y un incremento del 25% de la superficie destinada a agricultura ecológica. Un auténtico mazazo para muchas explotaciones.

Esta forma de actuar de la Administración es causa y consecuencia, en un círculo vicioso, de la cuestionable calidad de los datos agrícolas actuales. La científica valenciana Belén Franch, una de las mentes clave del programa NASA Harvest, reconoce que existen limitaciones físicas que no nos permitirán contar las naranjas de los campos desde un satélite, ni con tecnologías ópticas, ni con radares. Instrumentos fundamentales como el aforo citrícola, sin capacidad para distinguir árboles productivos de improductivos, han sido siempre una mera tentativa analógica.

Qué se puede esperar de la información sobre el uso de productos agrícolas y evolución de la producción que se vaya a volcar en los CUE; o en el REA, cuya gestión informática resulta farragosa en la Comunitat Valenciana y está repleta de puntos muertos hasta para los comercios citrícolas de cierto tamaño. En lugar de tablets (es una metáfora) para ayudarles a dar el salto digital, se les han entregado a los agricultores sudokus y no se les ha explicado para qué sirven.

No es un problema exclusivamente europeo. Belén Franch suele contar que, en Estados Unidos, el USDA se niega a proporcionar a la NASA los datos a nivel de parcela, ni siquiera anonimizada. La describen como información sensible que no pueden compartir porque de hacerlo estarían revelando información privada. En Europa no es tanto un problema de acceso, el CUE será obligatorio, sino sobre todo de disponibilidad información fiable.

“Estamos dando antibiótico para todo y lo que queremos es dirigir el medicamento exactamente para las necesidades particulares de cada campo, incluso de cada una de las regiones de un terreno”, dice la investigadora valenciana. Para eso se requiere disponer de buenos datos y de buenas herramientas digitales que los procesen.

A primera vista resultó sorprendente que en el último Consumer Electronics Show (CES) de Las Vegas, el mayor evento mundial de electrónica de consumo (probablemente el mayor evento mundial de exposición de novedades empresariales a secas), la ponencia estrella, la inaugural, recayera en John May, presidente y CEO de John Deere, el fabricante de equipos y vehículos para la agricultura.

John Deere se ha convertido en una de las compañías líderes en robótica e inteligencia artificial del mundo, con soluciones de visión por ordenador, sensorización y procesamiento avanzados, machine learning y data analytics. En Las Vegas, presentó una nueva tecnología de sensores y robótica, llamada ExactShot, que permite fertilizar las plantas conforme las semillas se ponen en el suelo, a una velocidad de 16 kilómetros por hora, y solo donde han sido plantadas. Esto reduce la cantidad de fertilizante necesaria en más del 60%. “Moviendo los datos a la nube proporcionamos a los agricultores acceso a valiosa información en tiempo real en cualquier lugar”, dijo John May en el CES.

Es normal que este tipo de ejemplos suenen irritantes para los protagonistas del campo valenciano. Uno de los errores de la tecnología digital es la de sobreprometer, en efecto, pero el más grave lo están cometiendo nuestros responsables públicos: consiste en exigir sin mostrar una vía de esperanza, en convertir la transformación tecnológica en un imperativo, en una carga más, y no en una vía de solución, dentro de una coyuntura imposible para la supervivencia de su actividad económica. No hay actitud más nociva para la modernización de un sector productivo.

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