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La democracia ilegítima

Foto: Matheus Alves/dpa
12/01/2023 - 

Hace muchos muchos años, en algún lugar de Bolivia, comencé a hablar de política con un taxista. Me encanta hablar con los taxistas. Recuerdo por ejemplo un taxista chileno que me dijo que corría un rumor humorístico por Valparaíso: ¡La gente de acá dice que los españoles le habéis puesto un impuesto al sol! ¡Cómo le gusta a los chilenos meterse con los españoles! Por desgracia no era un rumor humorístico, aunque no logré convencer al taxista de su realidad. ¿Cómo va a ser verdad? ¿Al sol? ¡No se burle de mí!

El caso es que aquel taxista boliviano me dijo que Evo Morales había supuesto una gran esperanza para mucha gente, sobre todo para los campesinos y los indígenas. Y después torció el gesto: Pero cada vez está más lejos de lo que prometió y ya no te puedes fiar… Por eso cada vez más gente apoya al alcalde de La Paz y quiere que se presente a presidente. Él defiende lo mismo que Evo defendía al principio.

Me sorprendió. Estaba ante un hombre con las ideas claras. No seguía a políticos o siglas por inercia o hooliganismo. Defendió a Evo hasta que fue imposible seguir defendiéndolo sin traicionar sus convicciones. Tenía unas ideas propias y votaba a aquel que las siguiera. Y si esa persona se desviaba, dejaba de votarla. ¿No les parece que todos deberíamos aprender de ese taxista boliviano?

No sé qué habrá sido del alcalde de La Paz, pero estoy seguro de que el taxista lo votó hasta que se vendió o corrompió. Si es que lo hizo.

Foto: Carlos Tischler/Eyepix Group/eye/DPA

Yo también entiendo de esa manera la política: tengo unos ideales y votaré a aquellos que más se acerquen a ellos. O a aquellos que en un momento determinado puedan cumplirlos en mayor medida. Por eso en mi vida he votado a cuatro partidos distintos según el momento y lo que yo creía que tocaba en ese preciso momento.

Y cuento esto porque el otro día escuchaba al nuevo ministro brasileño de derechos humanos, Silvio Almeida, y me emocioné. Su primer discurso fue para aquellos colectivos despreciados por Bolsonaro: trabajadores, mujeres, negros, indígenas, LGBTIQ+, ancianos, víctimas de violencia, minusválidos, personas sin hogar o sin acceso a la sanidad… Fue citando estos colectivos, uno a uno, y diciendo: Existís y sois personas valiosas para nosotros.

No sé qué pensarán, pero a mí me sorprende todavía, a mi edad, que haya alguien a quien no emocione este discurso: que no defienda la dignidad humana. Que haya personas que no se pongan del lado de los que sufren. Que alguien vaya a votar en nombre del odio, el prejuicio y la limitación de los derechos de los demás.

Pero lo más preocupante no es que casi la mitad de la población brasileña vote a Bolsonaro y sus discursos del odio, igual que votaron a Trump en Estados Unidos. Ni  que esta gente suela ser cristiana evangélica, muy militantes en cuanto a la limitación de los derechos individuales: contra el aborto, la homosexualidad, las mujeres… Lo peor de todo, lo que da miedo, es la la deriva antidemocrática que está tomando cierta derecha. Trump se negó a hacer la transferencia de poderes a Biden al igual que Bolsonaro se fue a Estados Unidos para no hacer lo propio con Lula da Silva. Es su forma de cagarse en la democracia lanzando un mensaje muy peligroso: la democracia es una farsa, acabemos con ella. De ahí a una multitud violenta atacando el congreso o el palacio presidencial no hay más que un paso. Pidiendo, además, un golpe militar.

Foto: Matheus Alves/dpa

Lo que las urnas no me han dado, las armas me lo darán.

En España no hemos llegado a ese extremo, pero tenemos partidos cada vez más cerca de esta actitud que pone en duda la democracia. Para muestra, lo que ha pasado durante años en el Tribunal Constitucional, negándose el PP a ceder el poder que las urnas les habían quitado. Y ahora repitiendo la derecha una y otra vez que el gobierno de Sánchez es ilegítimo (porque ha pactado con partidos regionalistas, como el PP ha hecho siempre que ha gobernado sin mayoría absoluta), que actúa fuera de las leyes (lo dice un partido que ha sido juzgado como organización criminal), sembrando dudas sobre el sistema de votación o de elección de jueces (unos sistemas que eran perfectos cuando ellos ganaban pero que son malos cuando pierden).

El mero hecho de que esté escribiendo este artículo me da vergüenza ajena. El hecho de que haya gente demócrata que diga una y otra vez que un gobierno o unos partidos determinados elegidos por españoles (mal que les pese, los nacionalistas catalanes y vascos son españoles, y además son ellos los primeros que no les dejan marcharse de España) son ilegítimos. ¿Ilegítimos porque no te gusta lo que hacen? ¿En serio? ¿Hasta ese nivel de patochada hemos llegado? ¿Ilegitimo porque pacta con otros partidos de ideas opuestas en lugar de poner sus genitales sobre la mesa? No es por nada, pero desde que la derecha no está en el gobierno el problema con Cataluña se ha calmado. Y no me digan que porque se les consiente todo, porque el PP pactó mil veces con el PNV y CiU dándoles mil cosas. Recordemos aquella frase de Aznar llamado a ETA movimiento vasco de liberación. Entonces sí estaba bien pactar con los nacionalismos regionalistas.

Ahora no porque no gobiernan ellos.

Foto: H.Bilbao/Europa Press

¿Y qué me dicen de todos esos que han salido a la calle en Brasil pidiendo un golpe de Estado contra un gobierno decidido a apoyar a las minorías que más sufren? ¿No es increíble? ¿Qué grado de humanidad tiene esa gente que pone sus prejuicios por encima de personas reales? ¡Muchos de ellos blandiendo su odio en nombre de Dios!

Creo que, como aquel taxista boliviano, debemos hacer más caso a nuestras ideas que a nuestros líderes, que muchas veces se traicionan a sí mismos o se venden al mejor postor. No nos dejemos arrastrar por discursos de odio porque nos convertiremos en seres odiosos.

¿En serio has dejado de creer en la democracia y prefieres la violencia? ¿De verdad un pacto entre partidos elegidos por las urnas es comparable a un golpe de Estado? ¿Eres racista, homófobo y/o machista? ¿Crees que deberían bajarse los impuestos y acabar con el Estado de bienestar y que cada cual se apañe sin seguridad social gratuita, subsidio de desempleo, jubilación…?

Hazte estas preguntas y fíate del taxista boliviano: deja de votar a aquellos que no representen tus ideas. La política no es fútbol y tú no te debes a ningún equipo.

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