El mercadillo de mi calle es un mercadillo de segunda clase. Es como un pequeño y miserable rastro, donde se exponen las entrañas de la gente, pocas, las que caben en el maletero del coche, el “car-boot”, como dicen los ingleses. Se vende ropa de segunda mano, zapatos de segundo pie… y libros. Me da lástima ver los libros ya leídos, ya gozados, devorados, con sus hojas amarillas, el lomo ajado y alguna hoja con una esquinita doblada en su interior, como un recordatorio para nadie. Cuando lees un libro y lo guardas en la estantería de tu librería, es como si guardaras un tesoro, al que vuelves más de una vez como se vuelve a los amores perdidos. Yo atesoro libros…, los que me quedan. Mi madre me decía que un libro no tiene dueño. Cuando se presta, no vuelve. Como los amores perdidos…, aunque vuelvas a ellos.
Como las guerras perdidas…, las de primera clase y las de segunda clase. Porque no todas las guerras son iguales. Hay guerras nuevas y guerras conocidas, guerras ganadas y guerras perdidas. En estos momentos, tenemos una en ciernes. Sí, voy a volver sobre Libia, porque es la que tenemos más cerca, la que nos debe preocupar. Mientras otras potencias hacen pequeños escarceos para distraer nuestra atención sobre Irak, sobre Irán… -la guerra de los doce días, las han llamado-, Trípoli sigue en llamas.
Como si nada, la Unión Europea se ha apuntado el tanto de la tregua entre el Primer Ministro Fayez Mustafa al-Sarraj, nombrado por Naciones Unidas, y el general rebelde Khalifa Haftar anunciada el fin de semana. El presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, le citó en Bruselas hace unos días mientras apelaba a continuar un diálogo por la paz para solucionar la crisis libia y así se lo dijo al mandatario libio nombrado por Naciones Unidas. Crisis la llaman, como eufemismo al conflicto armado que asola este gran país, el más rico en el Magreb en petróleo, gas y otros recursos naturales, desde que la “primavera árabe” acabó con su presidente Muamar el Gadafi, asesinándolo. Tres gobiernos y tres ejércitos, con una parte del territorio en manos de ISIS, se disputan el botín desde hace siete años.
Sassoli, que preside esta semana el pleno en Estrasburgo, reconduce la solución al Proceso de Berlín, una conferencia que se celebrará a finales de mes y que hace tiempo que agoniza sin llegar a un punto de partida que clarifique el destino del pueblo libio. Largo me lo fiáis don Sancho. Pero es que la Unión Europea también está dividida en su apoyo a ambos frentes. Aunque la Unión apoya oficialmente el Gobierno de Trípoli junto a Italia, Francia y Grecia se inclinan por las fuerzas de Hafter. Y, mientras el Parlamento debate este martes la situación -la crisis dicen-, con una llamada a una solución política, otros mueven ficha. Recordemos, Rusia, Turquía, Siria. “No hay una solución militar al conflicto libio”, dijo Sassoli. Bien, pues los turcos ya han desplazado una avanzadilla armada para preparar la entrada de sus fuerzas regulares, aprobada por su Parlamento. Hay que ir recordándolo. Siria envía mercenarios a través de Turquía, que los traslada en avión.
Por eso, el presidente ruso Vladimir Putin se apresuró a reunirse con el turco, Recep Tayyip Erdogan, en un encuentro en Estambul post-navidad rusa -6 de enero- con una visita previa a su homólogo sirio. Rusia y Turquía, que viven una historia de amor desde “lo de Siria”, pactaron un llamamiento al alto el fuego en Libia, dado que ambos apoyan a bandos contrarios. Las fuerzas rebeldes del mariscal Khalifa Hafter, ayudadas por mercenarios rusos, acababan de conquistar hace unos días la ciudad de Sirte y avanzaban sobre la capital, Trípoli, cuyo asedio ya ha costado 1.500 muertos desde el pasado mes de abril. Allí se encuentra la sede del Gobierno de Acuerdo Nacional, único reconocido por la ONU, pero al que sólo ayuda Turquía de forma efectiva, con el envío de mercenarios e instructores militares.
Este fin de semana, ambos líderes libios aceptaron el alto al fuego, pero no por la petición de Bruselas, que exigía el cese de las injerencias extranjeras. El cese al fuego ha sido fruto de la presión de Rusia y Turquía, del acuerdo, mejor dicho. Por eso Al-Serraj y Hafter viajarán a Moscú para sellar la paz en Libia, además del presidente del Parlamento con sede en Tobruk -el tercero en discordia-, según anunciado fuentes oficiales rusas. Porque Rusia…, Rusia es el caballo en este tablero de ajedrez, que puede hacer jaque mate en cualquier momento. De hecho, la de Libia no va a ser una guerra de segunda… Aunque, como todas las guerras, será una guerra perdida, como todos los amores…