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TODO DA LO MISMO 

La importancia de ser Kate Bush

3/07/2022 - 

VALÈNCIA. “Running up that hill (A deal with God)”, una canción de la británica Kate Bush publicada en 1985, ha estado recientemente entre los singles más vendidos en las listas de 34 países. Su autora es una entusiasta seguidora de la serie Stranger Things, así que cuando le llegó la petición para usar el tema en la serie, ella dio el visto bueno de inmediato, todo un milagro, ya que Bush es muy precavida con este tipo de cesiones y con todo lo referente a su carrera. Tratándose de una ficción que rinde homenaje a la cultura pop de los años ochenta, es normal que en su banda sonora haya una canción de Kate Bush. No obstante, hay que recordar que, para un mercado como el norteamericano, que en la década de los ochenta aligeró y estereotipó al máximo la música pop, Bush iba en la dirección opuesta. Cada nuevo álbum era más complejo, cada vídeo estaba más lejos de ser un clip al uso. “Running up that hill (A deal with God)”, forma parte de Hounds of love, su cúspide creativa, el disco que consiguió desbancar a Madonna del primer puesto de las listas británicasEn 2012, la canción sonó, con una nueva grabación de la parte vocal, en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres. Pero si mañana se descubriese que esta u otras canciones suyas son populares en un planeta de otro sistema solar, tampoco debería sorprendernos. Kate Bush es única a todos los niveles.

Se infiltró en el mercado de la música haciéndose pasar por una joven artista de voz aguda y canciones fantasiosas. Tenía una voz dulce, sus canciones eran exuberantes, ella era una adolescente atractiva pero algo pintoresca, que en 1978 fascinó al público con la sobrecogedora “Wuthering heights”. Ese fue una de los primeros detalles que corrigió. “La gente no está al tanto de que compongo mis propias canciones o de que toco el piano”, protestó durante una entrevista concedida en 1982 al semanario británico NME. “Los medios me promocionan como un cuerpo femenino. Es como si tuviera que probar que dentro de él hay una artista”. “Wuthering heights”, inspirada en la novela Cumbres borrascosas de Emily Brontë, fue la primera canción escrita e interpretada por una mujer que llegó al primer puesto de las listas inglesas. EMI, la discográfica que la contrató, ni siquiera creía en su potencial. Su autora la escribió con 18 años.

Kate Bush casi es una criatura mitológica. En sus 45 años de carrera nunca ha dado un concierto fuera de Inglaterra. La única gira que ha llevado a cabo, Tour of life fue en 1979 y la tuvo actuando por su país durante seis semanas, un espectáculo en el que interpretaba bailes coreografiados por ella misma y en el que había 17 cambios de vestuario. La teatralidad y la danza son elementos capitales en una concepción artística que enfatiza la emoción de su música a través del cuerpo. Enseguida supo que prefería el trabajo en estudio a los escenarios, y se centró en los videoclips para expresarse visualmente. Aunque se exprese a través de la música, es una narradora cuyo apasionado romanticismo bebe de Emily Brontë –con la cual comparte fecha de nacimiento: 30 de julio-, una artista próxima a las observaciones vitales de Alice Munro y al don fabulador de J. K. Rowling. Cuando, hace unos años, le pidieron su opinión para un reportaje del Evening Standard en 2014, Anna Calvi la definía de este modo: “Hay algo absurdo y a la vez hermoso en su trabajo. Su imaginación y su alegría resultan muy inspiradores. Me encanta su voz y la manera en la que la manipula en distintas canciones; a veces suena frágil y sutil como un suspiro, y otras veces está llena de fuerza y profundidad. Es como si así pudiera canalizar diferentes personajes que son, a la vez, muy fieles a ella”.

Kate Bush siempre ha hecho las cosas a su manera sin tener que lamentarse por ello. Consiguió que el público aceptara su evolución artística cuando la chica del piano comenzó a probar otros caminos sonoros, un proceso de cambio que comenzó cuando Peter Gabriel le regaló un sintetizador Fairlight. Si volvemos a “Running up that hill” y la analizamos con detenimiento, descubriremos una canción que ignora la lógica de las canciones pop. La música y la letra son un ejercicio de épica que avanza por su propio camino, mientras nos  habla de dos amantes que están dispuestos a llegar a un pacto con Dios para que les permita cambiar sus papeles –que el hombre se transforme en mujer y la mujer en hombre- y poder así entenderse. “Vivimos en un mundo -declaró en 1989- en el que podemos oler y tocar cosas porque estamos rodeados de sensualidad. Pero nos solemos percibirlo de esta manera”. Su música nos pone en contacto con sensaciones y emociones que pasamos por alto. Nos habla de pesadillas victorianas, de mujeres que flotan durante días en el agua, de fetos que meditan en el útero materno, se inspiran en textos de James Joyce y en películas de Kubrick y Truffaut.

En 1993 dejó de hacer discos para poder disfrutar de la maternidad. Había grabado ya siete álbumes que reflejan la expansión de un talento singular en el cauce de la música con aceptación popular. Esta es una de las características que la vinculan a Prince, con el cual colaboró en The red shoes . No volvió a sacar un disco hasta 2005. Para el siguiente, Director’s cut, publicado en 2011, rehízo canciones de dos obras anteriores que ella pensaba que podían mejorarse. Ese mismo año publicó también 50 words for snow, su último álbum de estudio hasta la fecha. Después de treinta y cuatro años sin dar conciertos, volvió a pisar un escenario en 2014. Ofreció veintidós conciertos en un teatro de Londres y las entradas desaparecieron al poco de ponerse a la venta. Más que conciertos, Before the dawn –así es como se llamó el espectáculo- fueron representaciones, obras de teatro musicales, escenificaciones concienzudamente plasmadas, una experiencia que la hizo subir otro peldaño en su periplo artístico. Asumir retos es una de sus virtudes. A los 23 años firmó la producción de su cuarto álbum, The dreaming. En 1982, salvo excepciones como la de Joni Mitchell, era raro que una mujer produjera sus propios álbumes. En eso también fue una pionera.

En 1989, Kate Bush declaró: “La música rock está muy dominada por los hombres. Desgraciadamente, pienso que la mayoría de los sonidos femeninos en el rock están dilapidados por los hombres. Porque son los hombres los que tocan los instrumentos y los que ejercen de productores”. Pienso en St Vincent, Tori Amos, Fionna Apple, Bat For Lashes, Björk, Joanna Newson, Mitski, Sharon van Etten o la propia Anna Calvi y en muchas otras artistas contemporáneas. La huella de Kate Bush está presente en su manera de abordar la música, en su libertad, en el hecho de haberse alejado de cualquier convención artística cuando lo han creído oportuno. Me alegro mucho de que, gracias a Stranger things, los más jóvenes hayan conocido a Kate Bush. Espero que ellos y el resto del público aprendan acerca del alcance y la importancia que tienen tanto su figura como su obra.

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