Todos los medios se hicieron eco hace escasamente un mes de que la India iba a protagonizar el “sorpasso” a China como primera potencia demográfica global. Se trata de un dato que tiene una enorme trascendencia.
En efecto desde 1750 con sus entonces 250 millones de habitantes el primer puesto lo ha ocupado ininterrumpidamente China que ya en esa fecha representaba el 25% de la población del planeta. La India se situaba en el segundo puesto ya entonces con 200 millones de habitantes. En la actualidad ambos países cuentan con alrededor de mil cuatrocientos millones de habitantes cada uno pero ya desde abril de 2023 (algunos analistas señalan concretamente la muy republicana fecha del 14 de abril) la India ha superado a China. ¿Cómo se ha llegado a esta situación y cuáles pueden ser sus implicaciones estructurales en el mundo?
China, por su lado, lleva años tratando de controlar el crecimiento de su población. Se trata de un objetivo que ha conseguido. Para ello China ha aplicado políticas de natalidad que se podrían calificar de brutales. Desde el desastre demográfico causado por la hambruna provocada directamente por las políticas de Mao Zedong del “gran salto adelante” (una industrialización acelerada, a lo soviético, de un país eminentemente agrícola en aquella época), el Partido Comunista de China fue muy consciente en que tenía que controlar la natalidad. Desde ese momento la política gubernamental bajo el slogan “más tarde y menos” estuvo dirigida a contener el crecimiento de la población.
Esta tendencia se reforzó en los años ochenta con la implantación de política del hijo único. En solo dos décadas se consiguió una espectacular disminución de la tasa de natalidad pasando en los seis hijos por mujer de finales de los años 60 a menos de tres a finales de los setenta. Y es cierto que los beneficios resultaron muy relevantes siendo claves para que tuviese lugar el rotundo éxito económico de China. En efecto, había una mayor población en edad de trabajar y menos hijos que alimentar. Así los recursos se centraron generalmente en la educación de menos hijos y se pudo desarrollar igualmente el ahorro, la inversión y un creciente y muy atractivo consumo interno.
Sin embargo, a corto plazo estas pueden no ser buenas noticias ni para China ni para el mundo. A principios de año, el gobierno chino anunció que por primera vez en décadas, el número de defunciones había superado al de nacimientos. Ahora China va pagar un alto precio ya que esa generación muy numerosa (los “boomers chinos”) está en edad de jubilación y empieza a depender de la generación menos numerosa que va a tener que pagar por la pensión de sus padres. A esto tenemos que añadir que fue precisamente una mano de obra numerosa y masiva y por ello barata la que suministró de capital humano a las fábricas que producían bienes susceptibles de ser exportados por todo el mundo. En la actualidad, se ha conseguido una población más formada y menos numerosa, lo que la convierte en una mano de obra más cara y probablemente inadecuada para los trabajos manufactureros.
Este incremento salarial generalizado ha hecho que China ya no resulte un destino tan atractivo para emprendimientos industriales relevantes y que muchas compañías que necesitan mano de obra intensiva y, sobre todo, barata, estén buscando otros destinos más favorables como México o Vietnam. Asimismo una población menguante va a tener necesariamente un impacto negativo en el consumo de los ciudadanos chinos lo que puede amenazar a marcas globales como Nike o Apple. A su vez, el efecto negativo en uno de los motores de la economía, el sector inmobiliario, se va a hacer notar. No hay que olvidar que el crecimiento de la población es esencial para el desarrollo de la actividad inmobiliaria residencial sobre todo cuando, al igual que sucede en España, alcanzar la propiedad inmobiliaria es un factor sociológicamente muy relevante para la idiosincrasia china.
Finalmente, una población en declive puede poner en serias dificultades al gobierno, como sucede en numerosas democracias occidentales, por tener que hacerse cargo a través del sistema de pensiones de una población envejecida y con una esperanza de vida más alta. Así, en 2019, un informe de la Academia China de Ciencias Sociales apuntaba que el fondo de pensiones más importante del país podría encontrarse en serias dificultades financieras a partir del año 2035, lo que está a la vuelta de la esquina. Además, como agravante, la dependencia de la población del sistema de pensiones público, al contrario de lo que sucede en otros países como en los Estados Unidos, es total ya que no se han desarrollado fondos privados alternativos y a veces mejor gestionados que puedan complementarlo.
Muchos economistas han comparado la situación de China con la que vivió Japón en los años 90 que supuso un freno real a su crecimiento económico. Y eso sin entrar en la tremenda tensión que una población envejecida provoca igualmente en el sistema sanitario al tener que dedicarle muchos más recursos. En resumidas cuentas, y en pocas palabras, China se encuentra en una situación dramática: se está volviendo vieja antes de haberse vuelto rica.
Por el contrario, la India se encuentra en una posición muy diferente. El elemento más relevante de la descomunal población india es su juventud: así, según un artículo de la revista Time, 650 millones de indios, algo menos que la mitad de su población, tiene menos de 25 años. En este sentido, los expertos sostienen que la India no llegará al máximo de su población hasta el año 2065 lo que implica que aunque el número se puede reducir a un niño o niña por pareja, la población seguirá creciendo en términos absolutos hasta que se estabilice. Y precisamente este factor de la juventud de su población le da a la economía india un potencial de crecimiento enorme haciendo que juegue a su favor el concepto del dividendo demográfico (que tanto benefició a China en décadas anteriores).
Según la definición de la ONU en su informe de Población Mundial el dividendo demográfico supone una gran oportunidad para acelerar exponencialmente el desarrollo social y sobre todo el crecimiento económico motivado por el incremento de la población en edad de trabajar. En esta fase los coeficientes de dependencia caen y facultan para movilizar más recursos para incrementar las inversiones en sanidad, empleo, educación, infraestructuras, pensiones y protección social impulsando de esta forma el crecimiento como ha sucedido en China.
Esta importante franja poblacional no se caracteriza únicamente por su juventud sino sobre todo por su dinamismo ya que ha crecido en una economía de mercado con ambición de competir globalmente y con acceso permanente a Internet. Así dos tercios de la población de la India tienen acceso a teléfonos inteligentes (smartphones) por haber fomentado el acceso a los datos a buen precio en la última década. Esta población joven está impulsando con fuerza el crecimiento económico, siendo determinantes para que el consumo se haya disparado y simultáneamente generando un auge notable de la innovación habiendo convertido a la India en una economía de la información a escala global. Además va a permitir que la India desarrolle una dimensión en la que todavía tiene un gran recorrido con el objeto de convertirse una potencia manufacturera.
Hasta ahora, la India había dependido menos de la industria que otras economías emergentes. En efecto frente a China en la que las actividades industriales representan el 27% del PIB en la India todavía representan el 14% del PIB. Para ello la India está atrayendo grupos internacionales muy potentes como Apple. Los resultados están empezando a evidenciarse en lo económico habiendo alcanzado la económica India el quinto puesto en la economía mundial con lo que implica que se ha superado ya al Reino Unido. Al respecto, Narendra Modi afirmó “hemos dejado atrás a quienes nos gobernaron durante 250 años” declaración que publicó El País en su artículo de 9 de abril pasado.
Este fortalecimiento en lo económico tiene repercusiones en el ámbito geoestratégico y político. De esta forma, en la actualidad, la India ha alcanzado el liderazgo en el G20 durante el año 2023. Además, como miembro fundador de la ONU, se encuentra en disposición de pelear por un cambio del estatus quo a efectos de convertirse, con justicia, en un miembro permanente del Consejo de Seguridad. Por otro, puede adoptar un papel más activo en las relaciones diplomáticas y tratar de interceder ante Rusia (con la que mantiene un relación de mucha cercanía y a la que no ha condenado por su invasión a Ucrania) para conseguir una solución viable que contribuya a poner fin a la guerrea con Ucrania.
Sin embargo, la India, a pesar de contar con la fuerza de su población sigue siendo un país eminentemente pobre enfrentado a retos muy relevantes. Uno de ellos especialmente crucial es que todavía no ha conseguido que su población acceda a niveles educacionales más potentes para alcanzar la mano de obra cualificada que requiere. Además tiene que realizar un esfuerzo, a través de las políticas públicas pertinentes, de integración social. En efecto, la India es un país con enormes desigualdades que pueden suponer un freno a su potencial. No obstante, como muchos expertos predicen, no estamos solo ante una posible década de la India si no, más bien, ante un siglo de la India.