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tribuna libre / OPINIÓN

La ingenuidad perdida

Foto: GLÒRIA SÁNCHEZ
12/12/2024 - 

No parece que exista un personaje como Puigdemont en otros países de la Unión Europea. Los focos de demandas nacionalistas son escasos y están, hoy por hoy, controlados. Los franceses han impedido el crecimiento del activismo de los corsos; en el Ulster existe desde los acuerdos del Viernes Santo una situación de stand by; en Italia las zonas del Friuli o el Véneto, así como la Liga Norte, tienen una fuerza relativa en el convulso panorama de los partidos políticos y no parece que exista peligro para la unidad del país, a pesar de las críticas al Messogiorno, desde Roma a Sicilia. La reivindicaciones nacionalistas de Baviera son muy minoritarias y sigue predominando el sentimiento nacional alemán. El territorio más complejo es Bélgica con la división histórica entre valones y flamencos en una estructura política peculiar con un sistema binario entre las dos comunidades, en muchos casos enfrentadas. El asentamiento del Parlamento europeo y la Administración de la UE en Bruselas ha representado un punto de inflexión para que las disidencias no progresen. Es allí donde reside precisamente el líder de Junts per Catalunya, y es en sus universidades donde más se debate y publica sobre los nacionalismos. Las separación de Chequia y Eslovaquia se realizó en un clima político sin contratiempos, lo mismo que en 1905 entre Suecia y Noruega. Fuera de la UE la guerra de los Balcanes destrozó Yugoslavia, y algunos de los nuevos Estados están en la Unión (Croacia y Eslovenia). En Gran Bretaña no tienen reparos en plantear referéndums si una de las partes del Reino Unido lo reclama democráticamente sin que hasta la fecha Escocia, donde existe un sentimiento nacional diferente al inglés, lo haya conseguido. Los problemas nacionales afectan, en cambio, a Rusia después de la desmembración de la URSS, como se evidencia en Ucrania o en su zona de influencia como Georgia o Armenia.

El caso de España tiene un significado propio porque la configuración del Estado está discutida por diversas fuerzas políticas que responden al entramado de sus sociedades. Cataluña, Euskadi y Galicia, junto a zonas como Comunidad Valenciana o Baleares, donde existen núcleos nacionalistas no mayoritarios en la actualidad, reclaman para sí la condición de nación, a partir del reconocimiento de las nacionalidades de la Constitución de 1978. En el conjunto de la población española la unidad de España como estado y nación está asumida mayoritariamente. El nacionalismo español es predominante demográficamente frente al resto de nacionalismos independentistas que reclaman la posibilidad de convertirse en Estado, o en todo caso la reestructuración del Estado que vaya mas allá de las Autonomías.

Cuando se refrendó la Constitución una gran mayoría creía que los problemas históricos se iban a solucionar. La dinámica política y social de los siglos XIX y XX iba a eliminarse en el Estado Autonómico. El enfrentamiento entre el centralismo de las decisiones políticas y las provincias desaparecería, superando el enfrentamiento entre el liberalismo, conservador o progresista, partidario de la unidad jurídica y política con el apoyo del Ejército, frente a movimientos republicanos federales o carlistas que buscaban una alternativa a la monarquía borbónica y al Estado central, a los que se unieron los nacionalismo catalán y vascos desarrollados políticamente a finales del siglo XIX. Los intentos de la I República de 1873 acabaron en el cantonalismo y la II República, con el proyecto de Azaña de la Estatutos dentro de un republicanismo unitario, terminó en guerra civil. El franquismo reforzó la tradición unitarista y apostó por un nacionalismo español sin concesiones culturales ni políticas. Sin embargo, los nacionalismos no solo no desaparecieron sino que alimentaron y expandieron sus raíces culturales históricas en una España que se había desarrollado económica y socialmente. A partir de la primera década del siglo XXI las reivindicaciones independentistas aumentaron. Incluso en los años 70 del XX surgió un movimiento terrorista en Euskadi con muchos asesinatos que afectó a otras zonas de España y duró hasta la primera década del XXI. Al final ETA sirvió para que los Conciertos del País Vasco no se discutieran y que la inmigración no creciera tanto como en otras zonas desarrolladas.

Pero el problema persiste de manera más radical. La desconfianza de que el nacionalismo independentista acabe consiguiendo sus objetivos ha provocado una reacción política y social capitalizada por el PP y Vox, enfrentados al PSOE y a otros partidos más a la izquierda. El PSOE, históricamente partidario de un republicanismo unitario españolista, ha aceptado la monarquía actual, y sólo después del franquismo tuvo fuerza en Cataluña con la formación del PSC, que no es exactamente el PSOE histórico. Desde Zapatero a Sánchez ha buscado espacios de encuentros políticos con los nacionalismos e incluso ha planteado sacar de su patrimonio ideológico el federalismo, que era más una retórica que una concepción articulada, y la posibilidad de reconstruir la estructura del Estado Autonómico con la propuesta de un Concierto para Cataluña. La actual situación política de polarización y rudo enfrentamiento viene determinada por la concepción de cómo mantener la unidad de España. Para PP y Vox la política socialista constituye un peligro para la misma y por ello no hay ningún descanso contra el gobierno del PSOE, y todo, sea verdad o ficción, debe servir a la desaparición del ejecutivo de Sánchez. No hay espacios para llegar a acuerdos en políticas concretas, y de ahí que resulte imposible cualquier entendimiento. La propuesta de un gobierno de coalición entre PP-PSOE que defendí en su día articulando incluso una plataforma en la Web, e intentando poner anuncios por las principales ciudades españolas: "España necesita un gobierno de coalición" resultó una ingenuidad. Las personas a las que comuniqué mi proyecto lo consideraron utópico. Solo unos pocos lo vieron como una posibilidad de encauzar, como en 1978, la estructura política de España. Hoy los tiempos no están para el entendimiento y se aprende de los fracasos.

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