VALÈNCIA. Pasaban algunos años del fin de la Segunda Guerra Mundial, pero su sombra seguía presente en una deprimida Europa que luchaba por salir adelante. Gran parte del arte de la época mostraba las dudas de un pueblo arruinado y moralmente derrotado, un contexto en el que también comenzaban a verse la grietas de luz de aquellos que posaban la mirada en un futuro en el que cabían más formas de habitar y, sobre todo, una palabra que se había ido desdibujando: optimismo. En este contexto surge, en 1957, el Grupo Zero, un movimiento fundado por los alemanes Heinz Mack y Otto Piene que buscaba romper con la tradición e imponer una nueva manera de enfrentarse a la creación, marcando el inicio de una nueva época, alejándose de lo establecido. En su propio nombre está la clave, querían empezar de cero.
Aunque es un movimiento clave para construir la Historia del Arte de la segunda mitad del siglo XX en Europa, lo cierto es que en cierta medida ha pasado desapercibido durante muchos años, un grupo que se ha reivindicado especialmente en la última década con ambiciosos proyectos como la muestra presentada en 2014 por el museo Guggenheim de Nueva York, ZERO: Countdown to Tomorrow, 1950s-60s, una exposición que presentaba la obra de más de 40 artistas, o el proyecto desarrollado en el Stedelijk Museum de Ámsterdam, ambos bajo el ala de la Fundación Zero, que nació en 2008 con el objetivo de difundir su labor. Los tentáculos del grupo continúan avanzando, ahora con la exposición Lejos del vacío. Zero y el arte de postguerra en Europa, que inaugurará el próximo 29 de septiembre el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), un proyecto que no se plantea tanto como una tesis sino como un ”experimento”, un acercamiento subjetivo a esa Europa en la que quedaba todo por hacer.
La exposición presenta alrededor de 170 obras, incluyendo pintura, escultura, dibujo, películas, fotografías, carteles, folletos, catálogos, invitaciones y documentación, un viaje que marca su punto de partida en la ciudad de Düsseldorf, donde Mack y Piene dieron forma a un proyecto que buscaba reivindicar las nuevas voces del arte en una escena que dejaba poco espacio para ellas. Era 1957 cuando, finalmente, se materializó Grupo Zero. “Eran artistas que pedían poder empezar de cero, pero en las antípodas del nihilismo o del existencialismo, lejos del viejo orden. Aunque ‘cero’ se equipare al vacío o a la nada, los artistas aquí reunidos se distanciaron al máximo del vacío que les precedía buscando un nuevo tipo de espacio donde emplazar sus obras, donde se encontraran asimismo los individuos de la nueva sociedad, en un mundo mejor”, explica el comisario de la muestra, Bartomeu Marí.
A los miembros de Grupo Zero les unía aquello que querían plantear pero, por encima, aquello contra lo que luchaban, porque no se puede entender la importancia y el desarrollo de Grupo Zero sin su sistema antagonista. Rechazaban la condición “elitista” del artista para promulgar un arte “accesible a todos”, entendiendo la figura del creador como un elemento más de la sociedad, un sistema de organización que también pasaba por la autogestión, un punto de partida que cambiaba las reglas del propio sistema del arte y de las funciones de cada uno de sus eslabones. Y, claro, también las propias formas. “Ningún programa, credo, doctrina o definición les unió tanto como su rechazo a las formas, los motivos y los significados asociados a la pintura expresionista y gestual que emanaba de los Estados Unidos y el arte informal, tachismo o informalismo que se popularizó en Europa al mismo tiempo, y que situaba al artista en el centro”.
En 1958 aparecería el primer número de la revista ZERO, que se completaría hasta llegar a los tres, así como numerosos eventos y exposiciones de vida limitada, una trayectoria que se alargó hasta 1968 y que no solo expandió sus tentáculos en Alemania, sino que viajó más allá de sus fronteras. A Mack y Piene pronto se les unió Gunther Uecker, creando un primer núcleo de Zero, que pronto se expandiría atrayendo a artistas provenientes de Francia, Italia, Bélgica y Holanda. Yves Klein, Jean Tinguely, Piero Manzoni, Daniel Spoerri, entre otros, participaron habitualmente en sus exposiciones y eventos, un grupo en el que destaca la presencia de artistas mujeres como Yayoi Kusama, Dadaimo (Eduarda Emilia Maino), Nikki de Saint-Phalle, Grazia Varisco, Martha Boto, Nanda Vigo, Tomma Wemberg o Maria Vieira.
“ZERO y los grupos de su entorno actuaron como plataformas de visibilidad y organización, trampolines de promoción, núcleos de debates intelectuales y nodos de una red de relaciones que surca el centro de Europa en diferentes direcciones”, relata el comisario de la muestra, que se podrá ver hasta febrero de 2023. Efectivamente, Grupo Zero actúa como un paraguas que ancla esa ruptura con el pasado y ese optimismo con el que encarar el futuro, una actitud que, por supuesto, incluye distintas maneras de enfrentarse a ello, aunque con algunos ejes en común. Entre ellos, la utilización de la luz como material, la investigación de nuevos materiales o el rechazo a la idea de ‘estilo’ como destino de la expresión individual. “Un buen número de los artistas incluidos en esta muestra no solo rechazan la expresión personal o individual, sino que utilizan procedimientos de tipo industrial que excluyen cualquier rastro de la mano humana en las obras”. Ahora será el público valenciano el que descubra esa luz que, aunque a veces cueste creerlo, llega tras la tormenta.