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tribuna libre / OPINIÓN

La política y los idiotas

29/01/2022 - 

En la Grecia clásica, “Idiotes” (idiota, para los amigos) era aquel individuo que se desentendía de lo público, actuando siempre en beneficio propio, y obviando los intereses de la comunidad a la que pertenecía. Y parece que en pleno siglo XXI seguimos rodeados de idiotas en el sentido clásico de la palabra

Vivimos tiempos extraños, sumergidos en debates a cada cuál más peregrino, con nuevos expertos omnipresentes en los medios de comunicación adoctrinándonos sobre materias que hasta ayer desconocíamos, y forman en nosotros opiniones sobre temas que mañana posiblemente habremos olvidado.

Inmersos en esta vorágine de opinólogos, el apalancamiento social nos está llevando a dar por válidos y buenos aspectos que hace no mucho hubiesen sido la principal causa de nuestras más enfurecidas protestas. Así, perdemos energías y neuronas en temas tan trascendentales como pueda ser una huelga de juguetes por su marcado carácter sexista y discriminatorio, mientras olvidamos que al encender la luz en nuestro hogar pagamos un 214% más que hace tan solo un año, siendo el país (junto a Italia) que más caro paga un bien tan básico como la luz. Cuestión de prioridades.

Este 2022, por desgracia, no parece que el panorama vaya a mejorar sustancialmente. Una de las últimas maniobras estelares del Gobierno ha sido la subida de las cuotas de autónomos, un movimiento que, de facto, hace cotizar como asalariados por cuenta ajena a quienes no tienes mayor garantía de protección que la que su esfuerzo y dedicación les brinde. Es indecente que en mitad de una de las mayores crisis a las que nos hemos enfrentado se castigue de esta manera a más de 3 millones de españoles que día a día buscan ganarse la vida, condenándoles por la vía del expolio fiscal a una lenta y dolorosa desaparición.

En cambio, la sociedad parece anestesiada, entretenida con sus huelgas de juguetes, matrias, patrias, y cosas chulísimas (Yolanda dixit). Mientras tanto, los españoles nos enfrentamos a la mayor pérdida de poder adquisitivo en 20 años. El carro de la compra no deja de subir, pero nuestros agricultores ven como continúa cayendo el precio de sus productos al ritmo al que se les incrementan sustancialmente sus costes de producción. Resultado nefasto. Al coger el coche para ir a trabajar, lo hacemos pagando la gasolina por encima del euro y medio. La empresa para la que trabajamos (el que tenga la suerte de hacerlo), pagará este año más en su impuesto de sociedades. Y aun así nos consideramos afortunados, porque el mero hecho de trabajar se ha convertido en un verdadero privilegio inalcanzable para las más de tres millones de personas en paro en nuestro país.

Estos son únicamente algunos ejemplos de los muchos problemas reales a los que nos enfrentamos este 2022. A quienes nos dedicamos a la cosa pública y tenemos una profunda vocación de servicio público, nos hierve la sangre al ver como hay demasiado idiota (de nuevo, haciendo referencia a la definición clásica del término) incapaz de hacer aquello por lo que la gente le vota: la vida más simple a los demás.

Y la política, quitándole el polvo y la paja, es eso. Es tener la capacidad de bajar un impuesto en vez de subirlo, sin que ello haga perder la calidad del servicio público. Es optimizar recursos para ofrecer una mejor gestión sin pasar por la vía fácil de asfixiar al ciudadano con impuestos y precios desorbitados que tapan agujeros de nefasta gestión política.

La clase política que nos gobierna no puede estar más alejada de la realidad del día a día que vive la gente normal, y con todo lo que hemos pasado ya no aguantamos un idiota más. Es necesario una nueva etapa de políticos con verdadero sentido del servicio público, con capacidad de gestión y resolución, pero, sobre todo, con la voluntad de reconocer y evitar en sus filas a la especie más peligrosa de todas: los idiotas. 

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