VALÈNCIA. Semanas atrás, en este mismo diario se lanzaba la reflexión sobre el futuro de Compromís como unidad política y no como mera coalición electoral, un régimen de funcionamiento de esta formación que no ha variado demasiado desde la conformación de la marca en 2010, e incluso en cierta medida desde la primera aventura bajo este paraguas -aunque con otros actores incluidos como Esquerra Unida- surgido tres años antes. En aquel momento, figuraba como una sopa de siglas para alcanzar un objetivo común en las urnas: un proyecto que terminó mal pero sirvió de semilla para el Compromís actual, que ahora se enfrenta a su primera y verdadera gran crisis desde su creación. Y lo hace a seis meses de pasar el examen de las urnas.
Hay muchos elementos para entender que la situación que atraviesa Compromís ahora es especial, particular e inédita. Y que llega además cuando la formación se encuentra en la adolescencia, tras 15 años de existencia: frente al dilema de crecer y hacerse adulta o caer en el síndrome 'Peter Pan'. De resolver esta encrucijada con acierto, la coalición valencianista se garantizaría a buen seguro nuevos lustros de permanencia en la primera línea política. Ahora bien, las malas decisiones pueden asomarle al precipicio al que otros partidos que parecían fuertes -Ciudadanos, Podemos e Izquierda Unida- ya se han asomado.
El primer gran problema por orden de importancia al que se enfrenta Compromís en esta crisis es demostrar que el liderazgo de Mónica Oltra no era mesiánico y que la marca es resistente. Una característica que tienen los grandes partidos (PP y PSOE) pero también otros circunscritos a territorios concretos como PNV o ERC: aunque se pierda un liderazgo fundamental, el partido aguanta en las urnas o, al menos, no corre el peligro de desaparecer o ser residual en las instituciones.
El paso adelante dado por Més -pata principal de Compromís- postulando al diputado Joan Baldoví como candidato a la Generalitat tras la salida de Oltra parece lógico. Es un político conocido y que resulta muy próximo para los votantes de la coalición, en especial en el ámbito municipal. Dado que, probablemente, las elecciones locales y autonómicas coincidirán, Baldoví se antoja una opción adecuada.
Claro está que esto ha causado un fuerte malestar en Iniciativa, la segunda pata en importancia de Compromís, puesto que consideraron que con el anuncio anticipado de Baldoví se ningunearon opciones de la vicepresidenta del Consell, Aitana Mas, y también las de la propia Oltra si se archivara la causa contra ella a corto plazo, si bien esto parece ya totalmente descartado.
Mas todavía no ha dicho que no se presentará a las primarias frente a Baldoví, aunque mirándolo con perspectiva, parece poco probable que lo haga. Compromís se enfrenta a sus primeras elecciones sin Oltra en los carteles y con incertidumbre respecto al funcionamiento de la marca: la estrategia indicaría que es más una última tarea para un veterano y popular dirigente que una misión para una política que apunta maneras para liderar la coalición en la próxima legislatura y puede evitarse el desgaste.
Pero además de superar esta crisis de liderazgo, los problemas de Compromís también se centran en las propias batallas internas que son cada vez más similares a las de las grandes formaciones políticas y a veces se producen entre las propias 'familias' de los partidos. Un ejemplo de ello ha sido la reciente destitución de la consellera de Agricultura, Mireia Mollà, por orden de la vicepresidenta Mas.
Un episodio no menor, puesto que la dirigente cesada es una de las referentes de Iniciativa, , junto a su padre Pasqual Mollà, desde su creación. ¿Buscará este sector ruido o desquite por la decisión adoptada? Según actúe, la crisis será más larga o corta, pero no cambiará la destitución ejecutada. De la misma manera que no variará la situación en la que se encuentra Mónica Oltra pese al enfado de muchos de sus compañeros y colaboradores: en esta línea, se cuenta que hay tensiones entre la jefa de Gabinete de Joan Ribó, Esther Tarín, y el vicealcalde Sergi Campillo por estas cuestiones internas.
Pero si hablamos del Ayuntamiento de València, en la pata de 'Més' tampoco es que hayan sido semanas sencillas con la reestructuración de las primarias y fin de ciclo para concejales como Carlos Galiana, del sector crítico con la actual dirección. De la misma manera, el cierre del paso al presidente de Les Corts, el histórico Enric Morera, que quería situarse en la carrera por entrar al consistorio y las otras batallas internas previstas de cara a las próximas primarias para las listas al Parlamento valenciano, mantienen la tensión en la 'pata' mayoritaria.
Porque también hay enfrentamientos entre las fuerzas políticas que componen la coalición, especialmente tras el movimiento de Baldoví para ser candidato a la Generalitat. Gerard Fullana (Més) daba un paso adelante días atrás para presentarse encabezando la lista de Alicante, puesto que parece lógico que ocupara la vicepresidenta Aitana Mas (Iniciativa), lo que acrecentó el malestar en esta formación. Mientras, en Elche se dibujan unas primarias a cara de perro por la candidatura a la Alcaldía entre Esther Díez, de Iniciativa y cercana a los Mollà, que parte como favorita, y Marian Campello, de Més y próxima la dirección.
Esta breve radiografía que podría asemejarse un 'todos contra todos' en Compromís es, también, un síntoma de partido grande: hay muchos y diversos enfrentamientos porque existen cosas en juego y personas que quieren disputarlas. La cuestión es si, superadas las dimisiones, los ajustes de cuentas, las peleas por el liderazgo o las cruentas primarias que se esperan para febrero -quizá demasiado cerca de las elecciones-, la coalición tiene la suficiente madurez para activar el modo precampaña y centrarse en motivar a su tejido ciudadano para lograr unos resultados que le consoliden como fuerza política pese a estar atravesando su peor año como coalición. Si superan con éxito ese reto, probablemente se habrán garantizado otros 15 años.