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el interior de las cosas / OPINIÓN

Las caras de la luna

30/12/2019 - 

La escarcha cubre la tierra con su manto blanco en esta madrugada bajo cero. La ciudad emerge de su envoltorio de nubes. No sabes querida Minerva los significados que se esconden bajo la bella niebla. Es la neblina de los inviernos cálidos que transforma los paisajes en hermosas estampas, el acueducto desaparece, las casas del Hostal Nou se  sumergen bajo las nubes. La ciudad es una majestuosa nave espacial que navega en este océano de montañas. Las fotografías del joven morellano Rafa Ruiz Martínez son estremecedoras y muy bellas. El pasado día 27, el fotógrafo escribía en una red social que Morella dormía envuelta de niebla. “Cuando la belleza de Morella se alía con la magia de la naturaleza podemos disfrutar de imágenes espectaculares. Esta noche ha sido una de esas ocasiones”. Rafa Ruiz es, además, uno de los fotógrafos que participa en el Calendario Astronómico 2020 con imágenes de la Luna en los meses de marzo y octubre. Rafa Ruiz también mereció ser el mejor fotógrafo comarca en el III Concurso de fotografía de Morella Memorial Ana Puig Ortí que organiza la Societat Esportiva Espemo en memoria de mi querida y añorada Ana Puig. 

Siempre he admirado a quienes tienen una mirada única, diferente. Son quienes engendran, crean y dan a luz los mejores instantes de la vida. Rafa Ruiz es uno de ellos, como lo es Pili Membrado y Eduardo Manero. Son tres miradas volcadas al medio natural, a aquello que alimenta el alma morellana. Morella también es Castellón, porque la ciudad de la Plana es un espacio que aglutina diversos espíritus y sentimientos. Las ciudades múltiples son las mejores, esos lugares donde conviven lenguas y emociones, donde protegemos el idioma autóctono como riqueza compartida y gozamos de otras culturas. Y tienen la misma luna.

Acabamos el año, tremendos resúmenes recorren las redes sociales. Para mí, la luna, en su eclipse y en su plenitud, fotografías de Rafa Ruiz, representan el paso de un año cambiante, en pleno movimiento, muriendo y renaciendo, todo al mismo tiempo. Porque la vida es así de precisa. Hay un niño, el pequeño Aimar, que pasea estos días despidiendo un año en el que se ha movido como una mariposa aleteando su belleza entre sonrisas y gruñidos. Así es la vida que vivimos, la luz nos ilumina un día y nos destruye al día siguiente. No queremos la oscuridad ni los miedos, no luchamos toda una vida para que los derechos y libertades estén secuestrados y cuestionados. Para soñar, hay que aferrarse a los cálidos dedos de mi pequeño. 

Ya suenan los absurdos y ruidosos buenos propósitos del nuevo año. Qué cansino apostar por lo imposible y por la incapacidad de tantos. Seguimos, y siguen, siendo las mismas y los mismos. Aún no entendieron que cada día dependemos siempre de quienes manejan los hilos de casi todo. Qué tremendo el ruido desde la meseta, qué increíbles las noticias que llegan. Habrá gobierno, habrá nueva convocatoria electoral. Oh Dios¡¡¡ Qué tiempos tan cutres estamos sufriendo!!! En el marco del desaliento, escribo en medio de una comida improvisada, con tres mujeres decepcionadas, maravillosas, empoderadas y valientes. Nos hacemos mayores pero conservamos el valor de la sonrisa joven, de la autodeterminación, de la independencia. Y nos reímos de todo aquello que pase en  Madrid o en València. Porque, según me escribías hace unos días, querida Minerva, la clase media a la que pertenecemos estamos angustiados. Mis amigas de acá también lo están, cada vez hay más pobreza en ese espacio maldito llamado clase media. Festejamos pero no tenemos claro el futuro. 

De hecho, las últimas estadísticas sobre la sensación de optimismo y pesimismo en los países europeos nos sitúa a la baja. No somos optimistas. Lógico, la clase política debería centrarse más en la empatía, en saber que la mayoría de la población no puede llegar a final de mes. En estos días festivos vivimos rodeados de personas cercanas que se han privado de las recetas festivas y de los regalos. El canibalismo consumista, capitalista, hace estragos en la mayoría de la ciudadanía. No sabemos si los políticos que nos brindan discursos de fin de año son conscientes de la tristeza que llueve sobre tantas y tantas personas. Y si hablamos del cambio climático, resulta tremendo tanta exposición en medios naturales cuando las políticas y los gobiernos no son todavía contundentes con medidas reales y efectivas en la lucha contra el calentamiento global. Sobran los postureos. Sobra la hipocresía. 

Este año que acaba ha sido vertiginoso, ha sido electoral, cínico, decepcionante. Este año, mi año, ha pasado por muchos lugares, entre ellos, La Habana, compartiendo con Francis Montesinos lo mejor del arte contemporáneo. Es el arte de los hombres y mujeres cubanas que conciben el diseño como una de las mejores expresiones artísticas de la isla deseada. Qué bueno Minerva que estuvieras entre nosotros y absorbiéramos todos los sonidos y sabores de tu ciudad. Por cierto, coincidimos con unos Reyes de España que pasearon una agenda cerrada y premeditada. No se detuvieron en saludar y tocar la mano de un diseñador y artista como Francis Montesinos, el mismo que diseñara el vestuario del Ballet de Alicia Alonso con motivo del estreno del Lago de los Cisnes. No quisieron contar con él en ninguno de los diversos actos que celebraron en la ciudad habanera. Mejor. Es un resumen del año. Lo que merece la pena ha perdido interés en este país que hoy no se puede definir. 

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